José Francisco Cobián Figueroa
Lo deseable es que el nuevo director no se olvide de todo lo que pensaba y decía cuando era profesor; que recuerde sus sueños de cambiar y conquistar el mundo, de transformar la realidad escolar que le tocaba vivir, y que ponga toda su competencia al servicio del aprendizaje de la organización y de la formación de los alumnos. Que aquellas conversaciones ardientes y apasionadas de los corredores y de la sala de maestros, puedan empezar a concretarse ahora que tiene el poder de encabezar y de encauzar los cambios.
Una de las primeras acciones será la de conocer el estado actual de la organización, para lo cual dispone al menos de dos caminos: 1) el intuitivo, mediante el cual, personalmente, hace el recuento e inventario de todo lo que antes consideraba que no estaba bien, o no del todo, y de las estrategias mediante las cuales consideraba que podría lograr las mejoras deseadas; y 2) el análisis organizacional (Pérez y Maldonado, 2012), que incluye toda una metodología y un equipo de investigación, cuyos resultados permitan el planteamiento de estrategias y rutas de trabajo más congruentes con el cambio, el aprendizaje y el futuro esperados. Esta parte puede resolverse contratando investigadores externos, o invitando a los propios miembros de la organización a realizar la tarea. Desde el punto de vista de la sustentabilidad, esta última propuesta es preferible porque invita a los miembros de la organización a involucrarse, dándoles un conocimiento directo del estado presente de su comunidad, y generándoles el sentido de cooperación y compromiso. Entre los resultados de un trabajo semejante han de surgir una visión y misión compartidas, y el anhelado sentido de pertenencia. Desde el punto de vista de la intuición, el nuevo director recuerda quiénes son los compañeros que compartían sus quimeras y quiénes tienen la formación para emprender el análisis; también recuerda las conversaciones acerca de las actitudes de profesores y alumnos, de la disciplina, de las relaciones e interacciones entre profesores, entre profesores y alumnos, entre escuela y padres de familia… Desde el punto de vista del análisis, todas esas percepciones no sólo emergerán de manera segura, sino que se generará la evidencia de su existencia y podrán verse los aspectos que ameritan un tratamiento más urgente o más profundo. Lamentablemente, muchos profesores se han preparado como maestros y doctores, pero no ejercen ni quieren ejercer la investigación; ni, ciertamente, están dispuestos a trabajar en mejorar su organización porque han encontrado una manera cómoda de existir en ella; y, sin embargo, nunca abandonarán la práctica de rascar en las heridas. Hay en ellos una concepción egoísta y limitada del desarrollo profesional, destinado generalmente a la promoción personal (Villa y Yániz, 2012).
No obstante, bajo el supuesto de que el nuevo director convenció a los profesores de involucrarse en el diagnóstico del estado actual de la escuela, y logró con ellos el consenso de que la organización educativa a la que aspiran será una que se conciba a sí mismas como virtual, internacional, global, competitiva, orientada al cambio y el aprendizaje permanentes, y basada en la investigación, de manera igualmente consensuada trazarán entre todos las estrategias necesarias para que dicha organización genere, preserve y difunda el conocimiento, no importando el nivel educativo del que se trate, entre el preescolar y el posgrado (Galindo, 2012). El requisito previo es que la institución educativa debe integrar en su currículum la formación científica e incluir entre su personal docente a científicos que no se dediquen a reproducir conocimientos en las aulas, sino a orientar a los estudiantes a extraerlos de la realidad mediante el diseño, la implementación y evaluación de proyectos a desarrollar por ellos y los estudiantes en laboratorios. Obviamente, habrá de dotarse a la escuela de laboratorios y del equipamiento y el mantenimiento adecuados. Los profesores deberán también formar parte de los aprendices de ciencia, hasta que aprendan a ser científicos ellos mismos y enseñar mediante proyectos y solución de problemas. Coincidir con la visión de Freinet, de que el aula sea como un laboratorio, como un teatro, como un taller, como una imprenta… Para el nuevo director esto será concebir y construir la reforma necesaria. Desafortunadamente, en muchos casos, una reforma viene y otra va, pero si los actores no se desarrollan y cambian, si no están atentos al cambio y se transforman, jamás habrá liderazgo positivo posible, ni una cultura escolar de calidad (Uribe, 2012).
Con la investigación instalada como práctica cotidiana en la escuela, el director y su equipo de trabajo diseñan, implementan y evalúan proyectos que incidirán en el desarrollo personal y social de los estudiantes, en una mayor y mejor interacción entre los profesores, entre profesores y alumnos, entre escuela y padres de familia, y entre escuela y sociedad. Esto es una manera de propiciar el cambio, no de esperarlo. El apego al plan siempre rendirá resultados positivos, como experiencias de este tipo han demostrado (Arrupe, 2012). No es tan difícil ni tan costoso lograr la calidad educativa en una organización escolar, o referida a algún grupo social incluido o no en el contexto de la educación formal, si se tienen la inteligencia, la creatividad, la iniciativa, el coraje y la voluntad de actuar para cambiar las cosas. Carlos Zarzar (declaración verbal) lo sintetiza así: “Los profesores deben ser capaces de experimentar responsablemente y darse la oportunidad y la libertad de hacerlo”.
Este experimentar no significa pensar en algo y echarlo a andar. Significa observar la situación, sistematizar e interpretar las observaciones y obtener un diagnóstico. Luego, diseñar un plan de mejora (con métodos, estrategias, actividades y un sistema de evaluación), implementarlo y evaluarlo. Por último, tomar nota de los resultados, entenderlos, explicarlos y difundirlos.
De este modo, se eleva la calidad educativa en las prácticas de cada uno de los participantes (docentes, estudiantes, directivos, padres de familia…) por separado y de la organización en su conjunto. Además, el conocimiento generado ha de ser útil para la mejora de otras organizaciones y centros educativos.
Además de lo que ya representa el que el director haga equipo con el resto de los miembros de la organización escolar, que se logró instalar la experimentación docente y la investigación como prácticas cotidianas, que se tienen visión y misión compartidas, y quizá un proyecto educativo general al que se integran varios otros proyectos de mejora, las siguientes acciones tendrán que ver con modificar el enfoque de la enseñanza para la formación docente, y de la enseñanza para la formación de los alumnos.