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Filosofía o autoayuda

Juan Manuel Ortega Partida *


Aristóteles fue el primero en afirmar con claridad que el fin del
hombre es ser feliz y que no hay mejor camino hacia la felicidad
que el de la vida buena o virtuosa. Avanzar por ese camino exige
saber, un conocimiento teórico y práctico, reflexión continuada
y aplicación a la experiencia de lo aprendido a través de la
lectura y el estudio
Camps

Resumen

Si el reto de la vida es conquistar la felicidad, si esta existiera, la forma de llegar a ella sería a través de la filosofía. Leer filosofía es dejarse ayudar, por lo tanto, encontrar la felicidad a partir de la filosofía es uno de los retos de la vida misma. De acuerdo con lo anterior, ¿qué leer? ¿Por dónde empezar? ¿Bajo qué guía? ¿Cómo saber que mis pasos en la lectura son el camino correcto a la conquista de la felicidad? ¿Qué es la felicidad? ¿Cuáles son las principales orientaciones que recuperan la idea de la filosofía como forma de vida y conquista de la felicidad? En este sentido, el acercamiento a la filosofía debe ser reconsiderada no como un sistema de pensamiento o una explicación teórica del mundo, sino por el contrario, una lectura interesada de la realidad para enfrentar la vida con serenidad.

La idea de autoayuda no es de negación u oposición al papel que juegan las emociones en nuestra vida diaria. No es, como planteaban los estoicos en el siglo III A. N. E., dictar consejos como una manera de reconciliarte con las condiciones adversas de la vida; la autoayuda es de racionalidad moral de lo que el sujeto siente, las emociones son los disparadores de la acción. El deseo, el gusto por lo bueno y su contrario, son esenciales en la formación moral de las personas, pero lo es también la reflexión ética resultado del contexto social de autoayuda directamente relacionados con el manejo de las emociones.


Palabras clave: filosofía, moralidad, ética, autoayuda, felicidad.


Introducción

En los productos de la actividad filosófica, el problema del objeto y función de la filosofía es asumido como un asunto de explicación, pero también de orientación y acción de los hombres frente a determinadas tareas de la vida diaria; la filosofía debe ser reconocida como problematización, como producción compleja que nos hace pensar, que nos da argumentos, razones no para eludir problemas, sino para enfrentarlos, desarrollar una actitud para el control de las emociones. La ética como filosofía moral, desde esta perspectiva, tiene ese sentido.

La filosofía no pretende dar fórmulas que nos digan lo que hay que hacer, y que reduzcan todo a una serie de ideas simplistas sobre cómo ser feliz, cómo hablar en público o cómo manejar las depresiones, sino que pretende ir más allá y entender lo que ocurre en toda su extensión. Los aportes de las neurociencias señalan lo difícil que es separar lo racional de lo emocional, por lo que han contribuido a que los sentimientos cobren una nueva relevancia, que se ha dejado sentir en muchos terrenos. Entre ellos, el de la educación; por esta razón, lo planteado en la anterior reforma educativa del gobierno federal introdujo como gran eje de la formación de las nuevas generaciones el factor anímico y afectivo, lo que antes simplemente se denominaba actitudinal.

Es una tarea de la filosofía abordar las emociones, replantearla fuera del reduccionismo psicolingüista, no se trata de eliminar el miedo, el enfado o la indignación, ni de potenciar las emociones, hasta el punto de que se disparen, desde una visión causalista, sino de reconducirlas y gobernarlas. Por esta razón no la podemos negar: sin sentimientos no actuamos, las convicciones ideológicas, si bien responden a intereses económicos de clase, éstos reconocen el bien y actúan en consecuencia a esa idea, por lo tanto, se disfruta lo que se hace, por esta razón la actitud ante la vida es fundamental en lo que debemos trabajar desde la reflexión ética.

Es la educación socioemocional donde la filosofía puede jugar un papel importante, donde la reflexión ética, además de ayudar a que nos conozcamos mejor, nos permitirá comprender los conceptos y profundizar en ellos de una forma que no lo hace ninguna de las otras ciencias. La filosofía nos permite una visión del mundo articulada, compleja y extensa de las cosas y de nosotros mismos. Por ejemplo, si uno quiere analizar cuestiones de ética práctica tiene que contar con la filosofía, en tanto su presencia nos permitirá ir más allá de la ciencia, del derecho y de la sociología, añadiendo un plus de complejidad en el análisis y permitiéndonos ver las cosas con una profundidad mayor.

La profundidad no se debe confundir con la sencillez, con la argumentación no se busca construir discursos sólo para los ámbitos académicos, es modesto el trabajo, consiste en centrar el sentido a lo que somos, lo que fuimos y queremos ser, por lo tanto, es necesaria una exigencia conceptual, el reto es acercarnos a este planteamiento; el uso de la argumentación en la perspectiva de asumir un discurso y ensayar con la argumentación es fundamental en las formas retóricas de las que se disponen, con la idea no de confrontar por confrontar, sino de la lúcida defensa de la palabra expuesta.


La filosofía en el bachillerato. De la identidad a la ética como forma de filosofía de vida

La identidad es el reconocimiento de lo individual en el marco de la diversidad. Llegar a ser es una idea simple pero compleja desde el punto de vista de la filosofía, pero llegar a ser uno mismo implica un proceso de mayor complejidad, supondrá navegar con los roles sociales en el marco del pensamiento fluido. Es un lugar común asegurar que la felicidad es una empresa individual, bajo la condición social que le es determinante. Siguiendo una orientación pragmática, la felicidad es medible a partir del grado de satisfacción que te ofrece el mercado, o los bienes adquiridos a partir del dinero; siguiendo una visión estoica, la felicidad es el reconocimiento del orden natural y justo que establece como unidad la pobreza o la riqueza, el placer y el dolor, la vida y la muerte, en lo particular es fortuito a las personas, se puede nacer o morir pobre, es una condición, una determinación, naces o mueres sin bienes materiales, pero siguiendo esta última visión, la de la renuncia a lo material como lo hacen los budistas, entonces la felicidad es subjetiva, es emocional. Para Sócrates, hay que encontrarla dentro de cada uno de nosotros. El reto de la filosofía es enseñar a los hombres a reflexionar sobre sí mismos.

Lo anterior tiene sentido si nos preguntamos qué buscan entonces los cursos de filosofía que se presentan en el Bachillerato de la Universidad de Guadalajara. La apuesta es desarrollar el pensamiento crítico y reflexivo, pero esto es una generalidad que le puede ser común a todas las disciplinas que se imparten en el plan de estudio.

La filosofía, como la concebían los griegos en las plazas públicas, en los mercados, e incluso en el ágora, buscaba el debate de cómo ser feliz. El conocimiento científico, tal como lo conocemos hoy, como refutación o comprobación lógica y empírica de un conocimiento, no existía. La ciencia, tal como era filosofía, es el conocimiento y el amor por el conocimiento. Los sofistas alentaban el debate entre personas de toda clase y condición. Sócrates afirmaba que una vida sin filosofía, sin reflexión, no vale la pena ser vivida; Epicuro pensaba que la filosofía era una actividad discursiva, retórica y de debates, argumentada y contextualizada, que nos procuraría la vida feliz. Entonces, por qué no pensar en la relación existente entre filosofía y autoayuda como una forma entretenida de hacer un curso de reflexión ética y de identidad y filosofía de vida.

Un curso de filosofía argumentado define problemas, no los elude, tampoco sería de negación de problemas propios de una región del mundo, sino de relación, de articulación, de lectura en contexto y condición de presente y futuro de una sociedad que participa en forma más organizada por mayor libertad, estilo de vida, consumo y democracia como modo de vivir. El estado de bienestar tiene que ser posible y sostenible.

En filosofía podemos y debemos de leer sobre la felicidad y cómo conquistarla y perpetuarla. Leer sobre la felicidad no te hace feliz, pero debemos aprende a ser felices, la precariedad de la sociedad posmoderna actual nos produce expectativas de buena vida como placer sin límite, pero ello nos conduce a la frustración, a la neurosis, dirían los neofreudianos, de la vida cotidiana: la falta de oportunidades y las exigencias del mercado producen angustia.


La reflexión ética en los tiempos del internet

En los años noventa se afirmaba que la educación es un bien cultural al que todos tenemos (garantizado) el derecho a recibirla. La llamada sociedad de la información fue el gran paso de lo que la sociedad industrial ha llamado sociedad del conocimiento y de la aplicación. A grandes rasgos, esto significa la negación clasista de la sociedad, donde la producción y la propiedad de los bienes materiales han perdido relevancia a favor de eso que se llama acceso a los servicios, que no es otra cosa que la compra de bienes de consumo. La sociedad del cansancio, afirman algunos, donde la exigencia de competitividad le es inherente a la condición de vivir.

Alguien ha escrito que vivimos en una sociedad donde el acceso de las personas a las cosas y a los servicios es lo más importante, y es el indicador de bienestar. La sociedad red, Manuel Castell, lo dice con precisión cuando argumenta que, a partir de la nueva era, el instrumento fundamental son las tecnologías de la información, la comunicación y el empoderamiento, para algunos entonces ya no es el mercado, sino la red.

La sociedad del conocimiento, vista como movimiento, implica reconocer la velocidad y uso de los conocimientos en lo que llama Ianni la “aldea global” o “sistema mundo”, donde el reto es la transformación que afecta a todos los ámbitos del quehacer humano impacta a la enseñanza, al mercado laboral, nuestras formas de vida, en síntesis, afecta las relaciones entre las personas y la visión del mundo que tenemos del ser humano y de su necesaria humanización.

La actividad filosófica está presente en los ámbitos académicos, políticos, ideológicos y artísticos, los filósofos no podemos dejar de cuestionarnos lo que hacemos y plantearnos cuál es la mejor forma de hacer de la vida un mundo maravilloso; después de veinticinco siglos de reflexión filosófica, sigue presente. El móvil originario que llevó a los presocráticos a filosofar no ha variado mucho desde entonces, lo que ha cambiado es el conocimiento sobre la realidad, de cómo se tramite y cómo ese conocimiento adquiere la fuerza, el empoderamiento para la acción.

El afán de conocer, de comprender, de saber e ir más allá de las ciencias no significa que la filosofía resuelva los problemas o clarifique las zonas oscuras de la realidad de forma satisfactoria. La comprensión científica no reemplaza la producción científica en su vasto campo, hace tiempo que insistimos que la actividad filosófica busca plantear preguntas, más que responderlas.

Creamos, decía Zemelman, ángulos de lectura, usamos el razonamiento problematizador, damos nombres a las nuevas relaciones que se presentan en las relaciones sociales y, más aún, en analizarlos. Nuestra función es acuñar y desmenuzar los conceptos que nutren las representaciones del mundo, pero es también el de ensanchar nuestra subjetividad y actitud frente la vida.

Pero necesitamos preguntarnos si en la sociedad red somos libres y autónomos para actuar, si progresamos en tanto la explotación del trabajo y la escuela enajenante, si el acceso a las pantallas nos ha permitido ensanchar nuestro grado de compromiso por un mundo mejor. El reto de la sociedad red es que ésta nos ha garantizado una mayor socialización, tolerancia, responsabilidad profesional, solidaridad, justicia, equidad de género, democratización de nuestras vidas, pero, sobre todo, si tenemos una mejor educación y por tanto una comprensión del ser humano y de su irrenunciable humanización.


La filosofía y su influencia en el mundo contemporáneo

La filosofía que se sustente como autoayuda es una perversión charlatana de la filosofía. La función de la filosofía es pensar. Si se considera a la filosofía como un saber útil, entonces vamos por ese saber, pero si la filosofía es un saber inútil, entonces no hay que perder el tiempo y, si podemos eliminarla del catálogo de saberes útiles, hagámoslo. Pero en qué estamos pensado cuando hablamos de eliminar el saber por el saber, de eliminar los conocimientos que no nos son útiles; si de eso trata, entonces hay que darle un nombre, hay que construir una noción, un concepto, una categoría y un sistema, para luego darnos cuenta de que estamos haciendo filosofía.

Se indica que la filosofía es la madre de todas ciencias, pero que perdió su sentido desde hace más de cien años, que la psicología adquirió su estatus de científica, que la filosofía es hoy en día un eterno preguntar sobre el mundo y del lugar que el hombre ocupa en su creación. Pero lo que tenemos en los últimos cincuenta años es una autonomización y atomización de la ciencia. Las ciencias exactas, las ciencias naturales (y, en ellas incluidas, las ciencias de la salud), las ciencias sociales se han ido constituyendo en distintos ámbitos del conocimiento cada uno de los cuales, a su vez, se ha subdividido en una serie de disciplinas independientes e incomunicadas entre sí.

La función de la filosofía es, ahora, de sensibilización y de distanciamiento como una forma concreta de espiritualización del ser humano. En la era de la globalización, la filosofía, podríamos decir, aporta esa visión global que se hace imprescindible cuando el problema es abandonado como irresoluble o implanteable por las distintas ciencias. Pero también la filosofía juega un papel de distanciamiento critico a la teoría, un ejercicio de problematización. Vivimos en la sociedad llamada de la información. La red de comunicaciones que nos conectan con lo más recóndito del mundo, es cada vez más sofisticada y más completa; estamos informados o podemos obtener información de casi todo, pero no pensamos sobre esa información.

Se acepta la expresión de que el filósofo es un crítico de la sociedad; Nietzsche es un crítico radical de lo que existe; en general, el filósofo llega a ser para la opresión una piedrecita en el zapato. Para Sánchez Vázquez, la filosofía es conocimiento, es crítica y plan de acción, una triada fusionada emblemáticamente como filosofía de la praxis. Pero, no se trata de hacer política, si ese fuera el propósito entonces estaríamos en un partido político o bajo la militancia y acción gubernamental. En el caso que nos ocupa, es la ética como filosofía de vida, y más allá de las distintas corrientes de pensamiento, lo que hoy predomina en filosofía es una clara tendencia hacia la reflexión moral del deber y la moralidad. A la ética aplicada.


Conclusiones

La relación entre ética como filosofía de vida y autoayuda no es improvisada. Tiene una necesidad conceptual que debe delimitarse en el marco de lo que se hace en los estudios de preparatoria. La felicidad es el marco de la discusión, es de reconocimiento de una identidad cultural; llegar a ser lo que eres a partir de una buena educación. El ideal humanista de generar, crear, transformar a partir de virtudes a buenos seres humanos.

La ética, por sí misma no es autoayuda, es la reflexión de una actividad central del ser humano, cómo actuar bajo determinada circunstancia, pero no es prescriptiva de una forma concreta de actuación, sino es el desarrollo del control de las emociones; la filosofía no es autoayuda, es una forma particular de ensayar, de cuestionar, de reflexionar sobre la habilidad socioemocional para explicar la fuerza de los sentimientos como base de una actuación posible a partir de la conquista de la felicidad.

La autoayuda es considerada como la negación misma de la filosofía, porque la primera quiere dar respuestas claras y fáciles a problemas complejos, mientras que la filosofía tiene como misión formular preguntas, por lo tanto, la filosofía cultiva más dudas a los problemas que se ha enfrentado el ser humano. La autoayuda puede ser de reconocimiento de un problema, pero no busca encontrar sus causas, más bien reconciliarte con el estado de cosas existentes, o incluso, en cierto sentido, negarlas como formas particulares que impiden la humanización del ser humano en lo individual y en lo social.

Una vida feliz desde la realidad posmoderna del mundo global implica desear como forma de vida, y que el deseo de vivir no se desvanezca pese a las circunstancias. Los mensajes de autoayuda son una forma de reducir a la filosofía a la vulgarización. Si el ser humano tiene aseguradas sus condiciones materiales de existencia, entonces el deseo de desear será el de la felicidad, no el de la posesión de bienes materiales, la idea de vida buena es ética en el sentido de una buena vida para ser y para llegar a ser verdaderamente humanos.


Bibliografía

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—— (2019). La búsqueda de la felicidad. Madrid: Arpa.

Castells, Manuel (2009). La era de la información. El poder de la Identidad (volumen 2). México: Siglo XXI.

Hadot, P. (1998). ¿Qué es la filosofía antigua? México: Fondo de Cultura Económica. Recuperado de https://juanfermejia.files.wordpress.com/2012/07/hadot-pierre-c2bfquc3a9-es-la-filosofc3ada-antigua-2000.pdf.

Ianni, Octavio (1999). Teorías de la globalización. México: Siglo XXI.

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Russell, Bertrand (1983). La conquista de la felicidad. México: Espasa-Calpe.

Zemelma, Hugo (2011). Los horizontes de la razón. Mdrid: Antropos.


* Profesor de tiempo completo “Titular C”,
Escuela Preparatoria No. 7, Universidad de Guadalajara.


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