Logo

El primogénito en el Génesis

Gabriel Cerda Vidal

Desde la antigüedad, en algunos ordenamientos jurídicos se ha contemplado un trato desigual de los derechos y deberes de los hijos, privilegiando al primogénito con visos a la sucesión del padre. En España, la primogenitura ha ostentado importancia relevante ya desde que legalmente se constituyó mayorazgo en el Derecho castellano, que implicaba que debería ser el primogénito el único heredero de la masa hereditaria.

Ciertamente a últimas fechas la relevancia de la primogenitura en términos estrictamente jurídicos se ha ido perdiendo en favor de una igualdad en cuanto al trato de los hijos, sin embargo persiste en los usos y costumbres una cierta preferencia a favor del primogénito. Esta, digamos, discriminación a favor del primer varón que se inscribe al rubro del derecho nobiliario por el cual un título nobiliario es heredado por el hijo primogénito.

Introducción

En las sociedades originarias se verificó el derecho de primogenitura a costa de los demás hijos de una determinada familia, lo que instigaba a los hermanos menores a promover su propio destino. Las exploraciones mercantiles, las guerras de conquista y la incursión por nuevas rutas comerciales son los ejemplos del empeño a que se vieron obligados los no heredados. Durante el imperio romano, así como los países que se formaron luego de su decadencia, particularmente desde el siglo XV, se compensaba el privilegio del primogénito otorgando el beneficio al hijo menor para cursar estudios religiosos y ordenarse sacerdote.

En los casos de la primogenitura, también debemos aceptar que si bien tenía ciertos privilegios, también debían ante la familia y la sociedad asumir cierta responsabilidad y demostrar cierta capacidad especial. Había pues una mayor exigencia en torno al hermano mayor, posible causa de su ulterior frustración y supremacía de los segundones. El primogénito tenía la obligación de seguir el oficio de su padre si este lo tenía, sin embargo esta costumbre entró en decadencia a partir del siglo XVIII.

Originada y divulgada principalmente en la tradición judeocristiana, heredada posteriormente por el catolicismo desde el siglo V de nuestra era, y trascendida históricamente hasta nuestros días, la tradición de la primogenitura es aún muy relevante en nuestra sociedad, pese a la avanzada de tendencias como el pluralismo, la equidad de género, el respeto a la alteridad, matrimonios homo-parentales, multiplicidad de géneros y, finalmente, la imposición de la tolerancia como forma de vida social contemporánea.

De ser un pueblo abatido por los egipcios, persas y el imperio hitita, constituidos en un grupo nómada en la zona de Palestina, posteriormente identificados como descendientes del bíblico Sem, hijo de Noé, e integrado principalmente de desertores, proscritos, delincuentes, errabundos, los hebreos se transformaron después en pastores principalmente. La ocasión histórica y la ubicación geográfica hicieron de este pueblo un fenómeno de absorción y asimilación del mundo de privilegio filosófico y cultural. En palabras de Alfred Weber:

“¿Qué encontraron preexistente estos israelitas y cómo eran ellos mismos? Desde la irrupción de los hititas, desde sus luchas con los babilonios primero y con los egipcios después, y desde los consiguientes intentos de organización y de división del Este, se había asentado una red de contactos culturales entre el Asia menor, Mesopotamia, Siria y Palestina, apoyándose sobre las anteriores irradiaciones de Babilonia primero y después de Egipto. Y todo lo hallamos embebido de aquellos elementos transmisibles de civilización, que procedían de los dos mencionados centros de irradiación. Pero, en cambio, apenas hay ningún lugar en que estén destruidas las viejas bases agrícolas y matriarcales de estos países, todos los cuales habían sido partes de las zonas subglaciales de humedad primero y de fertilidad después en el preneolítico y en el neolítico. Y esas bases agrícolas y matriarcales no se habían destruido a pesar de la desecación poco a poco creciente. Dichas bases tampoco habían sido soterradas por la inmigración de pueblos nómadas ni habían sido transformadas en sentido patriarcal como lo habían sido las grandes bases del aluvión de Egipto y Mesopotamia”.

Se sabe que la figura de la primogenitura consiste en la práctica social asumida de que el primer varón nacido de un matrimonio se le considerará como el heredero legítimo con supremacía sobre los demás hijos que dicha unión procreara. Cabe recordar que debido a una cosmovisión en la que regía en la antigüedad hebrea un solo dios y por supuesto masculino, el machismo es una característica natural de la cultura del bíblico Abraham, así como de la noción de sus derivaciones: musulmanes y cristianos y más tarde católicos. En esta tradición, la mujer que ocupaba el primer lugar en nacer era desplazada hasta que naciera el primer hombre. Y si bien la mujer ocupa un lugar con cierta preponderancia (Eva, Esther, Rut, María), siempre es secundario y derivado de un papel masculino.

En la actualidad en la mayoría de las naciones occidentalizadas, esta figura se ha considerado arcaica y en cierto desuso, pero en realidad en el inconsciente colectivo persiste. El término proviene del latín primo, “primero” y genitura (de gignere), “engendrar”.

A lo largo de la historia el uso y práctica de la primogenitura como derecho sucesorio ha tenido mucha relevancia, y como suele suceder, las prácticas diacrónicas se convierten en sincrónicas y las más de las veces sus significados se pierden en la amnesia del tiempo, pese a que se sigan reproduciendo en la sociedad. La razón de la primogenitura principalmente obedece a la necesidad de preservar el poder de un núcleo familiar, de un gens, sin que el patrimonio y, por lo tanto el poder, se debilite merced a la división hereditaria.

Las ventajas de la primogenitura eran muy palpables. En realidad se constituía en el heredero universal de la fortuna de la familia, en tanto que los demás vástagos solo conservarían el blasón, la heráldica, acaso la alcurnia. Se tornaban en sujetos pobres, aunque letrados, cultos, de buenas familias, con nobleza, y eran llamados hijo-hidalgos. Hacia los albores del siglo XVII, con el auge de la Revolución Industrial, estos hijo-hidalgos con frecuencia casaban con hijas de la naciente burguesía, generalmente empresarios y comerciantes con dinero pero surgidos del vulgo, quienes tenían poder económico de facto pero que ambicionaban también el poder político, razón por la cual inventaron las revoluciones de su siglo. Y aunque en la agonía de la concepción del matrimonio como contrato de conveniencia, y el surgimiento del amor cortés que introdujo la nociva idea de que para casarse había que estar “enamorado”, en los matrimonios ventajosos de esta clase salían los unos con dinero y las otras con prestigio.

El caso es pues que, pese a que se hallaba institucionalizada la figura de los derechos del primogénito desde el tiempo bíblico, algo muy peculiar y muy recurrente en la narración de la Biblia es lo que denominaremos “la traición a la primogenitura”.

Con mucha frecuencia ocurre en la Biblia que la primogenitura no se respeta; y con más, se prefiere al hijo segundo, y es este quien siempre destaca sobre el primero. Los ejemplos en la historia son múltiples. Se dice que el propio Hernán Cortés fue hijo-hidalgo. El presente documento intenta hacer una modesta y subjetiva reflexión de la figura de la primogenitura, así como de algunas de las cuestiones más relevantes que a nuestro juicio destacan en la Biblia, sin pretender insertar el análisis en la categoría científica, y haciendo uso de la libertad literaria, incluir en él algunas opiniones y experiencias que del propio texto se derive.

A continuación se hace una breve referencia de algunos de los pasajes que en la Biblia se consagran a la importancia de la figura del primogénito:

Génesis 49:3: “Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de mi vigor; principal en dignidad, principal en poder”, a pesar de lo cual Rubén tuvo relaciones con una de sus madrastras. Éxodo 13:2: “Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es”. Deuteronomio 21:17: “Mas al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura”. Números 3:13: “Porque mío es todo primogénito; desde el día en que yo hice morir a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, santifiqué para mí a todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales; míos serán. Yo Jehová”. Números 8:17: “Porque mío es todo primogénito de entre los hijos de Israel, así de hombres como de animales; desde el día que yo herí a todo primogénito en la tierra de Egipto, los santifiqué para mí”. 1 Crónicas 5:1: “Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José, hijo de Israel, y no fue contado por primogénito)”. 1 Crónicas 26:10: “De Hosa, de los hijos de Merari: Simri el jefe (aunque no era el primogénito, mas su padre lo puso por jefe)”. 2 Crónicas 21:3: “Y su padre les había dado muchos regalos de oro y de plata, y cosas preciosas, y ciudades fortificadas en Judá; pero había dado el reino a Joram, porque él era el primogénito”. Salmo 89:27: “Yo también le pondré por primogénito, El más excelso de los reyes de la tierra”. Colosenses 1:15: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”. Hebreos 1:6: “Y otra vez, cuando introduce al primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios”. Apocalipsis 1:5: “Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”.

Los orígenes

Convencionalmente el libro del Génesis se le atribuye a Moisés, junto con el Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio, que juntos conforman el Pentateuco. El Pentateuco es el conjunto integrado por los cinco primeros libros de la Biblia, etimológicamente el término proviene del griego pénte, “cinco”, y de téukhos, “rollo”, “estuche”; es decir, “cinco rollos”. Según la cultura hebrea los cinco integran la Torá.

La apreciación es de la iglesia católica, que ha aceptado esta autoría; y si esto es así, entonces es necesario admitir que se trata de un texto hecho por el hombre, acaso con la intervención divina, y si fue escrito de puño humano, errare humanum est, porque en efecto existen diversas contradicciones derivadas de la Biblia que por lo menos merecen una breve y respetuosa reflexión. En el Génesis 1:1-8, cito textualmente:

“En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo era confusión y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: ‘Haya luz’, y hubo luz. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas. Dios llamó a la luz ‘Día’ y a las tinieblas ‘Noche’. Atardeció y amaneció: fue el día primero. Dijo Dios: ‘Haya una bóveda en medio de las aguas, para que separe unas aguas de las otras’. Hizo Dios entonces como una bóveda y separó unas aguas de las otras: las que estaban por encima del firmamento, de las que estaban por debajo de él. Y así sucedió. Dios llamó a esta bóveda ‘Cielo’. Y atardeció y amaneció: fue el día segundo”.

Sin embargo, aún no había sol, con lo que de acuerdo a la teoría de Aristarco de Samos, Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, no podía haber días, ni primero, ni segundo, ni ningún otro. Es el sol el que provoca el surgimiento del día y la noche. De hecho más adelante expresamente declara que forma a los dos principales astros celestes:

“Dijo Dios: ‘Haya lámparas en el cielo que separen el día de la noche, que sirvan para señalar las fiestas, los días y los años, y que brillen en el firmamento para iluminar la tierra’. Y así sucedió. Hizo, pues, Dios dos grandes lámparas: la más grande para presidir el día y la más chica para presidir la noche, e hizo también las estrellas. Dios las colocó en lo alto de los cielos para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche y separar la luz de las tinieblas; y vio Dios que esto era bueno. Y atardeció y amaneció: fue el día cuarto” (Génesis 1:14-19).

Otra contradicción es la que se enuncia posteriormente en la Biblia donde se lee que creó a hombre y mujer (macho y hembra) en un mismo evento, para luego argumentar que primero fue Adán y posteriormente Eva. No pudo ser que creara dos al mismo tiempo de cada género, y luego se argumente que al principio solo había varón. Tal como se describe a continuación:

“Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó” (subrayado mío).

Otra de las refutaciones es que Dios expresamente al crear al par de diversos géneros les ordena que sean fecundos y que se reproduzcan… cuando todavía no existe Eva, y aun peor, cuando la orden era indirectamente no ceder a la tentación carnal, representada por la manzana, no copular, no comer del Árbol del Bien y del Mal; esto es fundamentalmente contradictorio, pues cómo habría de cumplir esta primera orden si no habría de ser a través de la cópula.

“Dios los bendijo, diciéndoles: ‘Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra’. Dijo Dios: ‘Hoy les entrego para que se alimenten toda clase de plantas con semillas que hay sobre la tierra, y toda clase de árboles frutales. A los animales salvajes, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven sobre la tierra, les doy pasto verde para que coman’. Y así fue. Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció: fue el día Sexto” (Génesis 1:28-31; subrayado mío).

Por otra parte, se menciona en el segundo relato de la creación que “para el séptimo día había terminado Dios la obras que había hecho; ese día séptimo descanso”. ¿Qué no se nos ha dicho que Dios es omnipotente? Luego, ¿cómo habría de descansar si no había estado cansado?

Ahora bien, ¿el Dios que se menciona en la Biblia mintió? En el Génesis textualmente le dice a Adán, una vez que le hubo dotado del aliento de vida por la nariz, y lo enseñoreó en el Paraíso:

“Y le dio esta orden: ‘Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas morirás seguramente’ ”.

La idea que propicia esta expresión es que el fruto era venenoso. Pues bien, se sabe que Eva y Adán comieron y en efecto no murieron, sino que fueron expulsados del Paraíso por su desobediencia.

La noción de un dios plural, la evidencia de los Eloím y la primera traición a la primogenitura

Algo de lo más inquietante es que según los fundamentos de la religión judeocristiana existe un solo Dios, pero el solo Dios habla con otros, en plural pues:

“Dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo’ ” (subrayado mío).

¿Con quienes más habla? ¿No estaba entonces solo y acaso no era un solo Dios? Suponer que hablaba consigo mismo es inaceptable, pues el hablar con uno mismo sin duda es un signo de esquizofrenia, y no puede ser un Dios perfecto si padece signos de esta afección. Y si bien es cierto que diversas teorías intentan explicar esta expresión como eso, una forma literaria de un sujeto en primera persona expresado en plural, el argumento sin embargo me parece frágil, pues no se mantiene el estilo en las diversas partes del propio texto.

En el episodio de la pérdida del Paraíso se lamenta Dios cuando comprueba que Adán y Eva habían consumido del Árbol del Bien y del Mal, enunciando:

“Después el Señor Dios dijo: ‘El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre’ ”.

De lo anterior se desprende por lo menos la evidencia de que habla con un grupo de sujetos, y que refiere una preocupación por el hombre, su producto, no lo alcance en perfección, y en cambio lo desprecia, al mero estilo Mary Shelley con Víctor Frankenstein y su opus. En la voz del propio monstruo: “¿Pero qué era yo? No sabía nada acerca de mi creación ni de mi creador”.

La noción de varios creadores es asimilada por la tradición judía en un pluralismo que se denomina Eloím, dioses creadores confirmados en el Libro de Henoch.

Con independencia de estas ideas, debemos hacer mención de lo que se reconoce por la tradición mística. Según los protocristianos y cristianos místicos, Cristo ha venido a la tierra en dos ocasiones, la segunda más reconocida fue cuando se le crucificó para el salvamiento de la humanidad, pero ya antes había venido en forma de serpiente para entrar en el Paraíso y liberar a los humanos, raza abyecta creada por Yaldabahot, el Demiurgo, un dios menor derivado del efluvio de Barbelo, el verdadero Dios. Según esta teoría, Barbelo es el verdadero Dios, intangible y eterno, de cuya esencia emergieron dos efluvios: Cristo y Yaldabahot, el primero libertador y justo, y el segundo creador y arrogante, y quien creó el universo y al hombre para tenerlo cautivo imperfecto en el Paraíso. Según esta idea, el dios hebreo es Yaldabahot, un dios profundamente celoso, iracundo, frenético y sanguinario; en cambio Cristo es bondadoso, generoso, y humanitario.

Si la idea que seguimos es cierta, el primero en aparecer fue en efecto Yaldabahot, el primogénito, y dominó al hombre que creó, lo condenó, lo despreció, para que luego aparecer el hijo segundo para libertar y corregir: el Cristo.

La noción de plural en que se maneja la voz del Dios hebreo también se repite cuando se construye la Torre de Babel, y entre ciertos “ellos” se aconsejan bajar a confundir sus lenguas:

“Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, y dijo: ‘Si esta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a otros’ ” (subrayado mío).

Queda claro que se refiere la Biblia a un dios plural, o que por lo menos no estaba solo. Es aquí donde se entrelazan el politeísmo y el monoteísmo, pero de lo descrito destaca además lo que constituye la primera traición a la primogenitura. Yaldabahot (el primogénito) es sustituido por Cristo en forma de serpiente en el Paraíso para liberar al ser humano, en el entendido de que ambos derivaron de Barbelo, y que surge Cristo para mejorar la obra de su “hermano”.

La naturaleza del crimen: Caín, nuestro remoto padre

La segunda de las traiciones a la primogenitura se constituyó en la muerte de Abel en manos de Caín. Siendo Caín el primogénito, Dios tuvo en menosprecio la ofrenda de este y en cambio prefirió la de Abel. Describe la Biblia:

“El hombre se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín. Entonces dijo: ‘He procreado un varón, con la ayuda del Señor’. Más tarde dio a luz a Abel, el hermano de Caín, Abel fue pastor de ovejas y Caín agricultor. Al cabo de un tiempo, Caín presentó como ofrenda al Señor algunos frutos del suelo, mientras que Abel le ofreció las primicias y lo mejor de su rebaño. El Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró a Caín ni su ofrenda. Caín se mostró muy resentido y agachó la cabeza. El Señor le dijo: ‘¿Por qué estás resentido y tienes la cabeza baja? Si obras bien podrás mantenerla erguida; si obras mal, el pecado está agazapado a la puerta y te acecha, pero tú debes dominarlo’. Caín dijo a su hermano Abel: ‘Vamos afuera’. Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre su hermano y lo mató. Entonces el Señor preguntó a Caín: ‘¿Dónde está tu hermano Abel?’ ‘No lo sé’, respondió Caín. ‘¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?’ Pero el Señor le replicó: ‘¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacia mí desde el suelo. Por eso maldito seas lejos del suelo que abrió sus fauces para recibir la sangre de tu hermano derramada por ti. Cuando lo cultives, no te dará más su fruto, y andarás por la tierra errante y vagabundo’. Caín respondió al Señor: ‘Mi castigo es demasiado grande para poder sobrellevarlo. Hoy me arrojas lejos del suelo fértil; yo tendré que ocultarme de tu presencia y andar por la tierra errante y vagabundo, y el primero que me salga al paso me matará’. ‘Si es así’, le dijo el Señor, ‘el que mate a Caín deberá pagarlo siete veces’. Y el Señor puso una marca a Caín, para que al encontrarse con él, nadie se atreviera a matarlo. Luego Caín se alejó de la presencia del Señor y fue a vivir a la región de Nod, al este de Edén”.

La ofrenda de Abel pareció mejor a los ojos de Dios, lo cual propició el encono de Caín (primogénito) y provocó además el asesinato, por considerar injusta la preferencia, toda vez que él había de ser el elegido. Y el Señor la dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”… ¿No lo sabía? ¿No es dios omnisciente? ¿Gozaba con la denuncia? Dios prefirió al segundo, al hijo-hidalgo. Esta es la remota referencia de la traición a la primogenitura, de donde deriva que el ser humano bajo esta influencia proviene de un sujeto traicionado, y vengativo: somos los hijos de Caín.

La maldición de Cam y la justificación histórica para el despojo

Una excepción de la traición a la primogenitura, que como regla general se confirma en sí misma, es el episodio en que Noé se embriaga y se desnuda. En esto lo sorprende su hijo menor, Cam; y cuando le pasó la borrachera, sin razón Noé lo maldijo. Hay que decir que en realidad es maldecido por algo que no fue su culpa. La reflexión es en el sentido de justificar la supremacía de Sem (familia semítica, de la que deriva la raza hebrea), en detrimento de Cam (de la que derivan los cananeos, a quienes Jehová prometió quitarles la tierra para darla a los hebreos).

Recordemos que después del diluvio, Noé se dedicó a la agricultura, y cosechó viñedos. Ya familiarizado con el estado fermentado del vino, bebió de él hasta la embriaguez. La Biblia menciona que Cam encontró a su padre desnudo en su tienda — ¿qué tenía qué hacer desnudo? ¿O qué le propició la libertad anímica del vino que se desvistió Noé completamente? ¿Realmente lo “encontró” Cam? ¿O juntos bebían?—, luego explica que Cam hace jactancia ante sus hermanos Sem y Jafet respecto de la desnudez de su padre, y estos lo cubrieron respetuosamente con una manta. Luego de la juma Noé maldijo a Canaán, como hijo de Cam, y bendijo a Sem y Jafet. El texto se encuentra en Génesis 9:20-27.

Sin embargo, guardadas las expresiones de ese tiempo, debemos hacer una extensión de la interpretación. Es probable que se hubiera tratado de una violación del hijo en contra de su padre. ¿Ver a su padre desnudo era causa suficiente para maldecir a su hijo Cam? Lo cual nos hace imposible dejar de cavilar que el verdadero motivo debió ser, siguiendo el estudio narrativo y semiótico toral del texto, en una posible violación a su propio padre. Se da a entender una conducta licenciosa de Cam, quien tomó la juma y la desnudez de su padre como una oportunidad para la lascivia y lujuria.

Recordemos que la expresión “descubrir la desnudez” se entiende como el propio acto sexual. Se puede comparar el versículo 24: “lo que le había hecho”. Y se compara en Levítico 18:6-18, donde están prohibidos los casos de incesto, por supuesto inclusive el incesto paterno (versículo 7).

Noé despierta de la borrachera y de su propio cuerpo se percata de lo que se le había hecho. Es entonces que una sentencia profética de maldición lanza sobre uno de sus hijos: Cam, contra su nieto Canaán.

Son los versículos del Levítico los que hacen referencia a la analogía que existe entre las expresiones “conoció su desnudez” y se realizó un “acto sexual” (coito). Por ejemplo el versículo 7 describe: “No deshonres a tu padre teniendo relaciones sexuales con tu madre; además, ella es tu madre y no debes hacerlo”. Así pues, se entiende la expresión “descubrir la desnudez” como acto sexual; y por eso Noé maldijo a su nieto Canaán a través de su hijo menor Cam.

La suplantación de la esposa por hermana

Otro de los episodios que resultan cuestionables en la Biblia es la decisión de Abram (aún no llamado Abraham) cuando pasa por Egipto y le pide a su esposa, entonces llamada Saraí (antes de ser renombrada Sara), que dijera que no era su esposa, sino su hermana. La razón fue el miedo que tenía el patriarca de que lo mataran por razón de que era ella muy hermosa y por codiciarla como mujer, le dieran muerte a Abram. “Y fueron los príncipes del Faraón a informarle y se la elogiaron; y luego la mujer fue conducida al palacio de Faraón. A Abram lo trataron bien por causa de ella, de modo que le regalaron ovejas, bueyes, burros, esclavos y esclavas, burras y camellos”. ¿Pago a qué? ¿Prostituyó Abram a su propia mujer? ¿Pues de no haber sido así por qué la propia Biblia narra luego: “Pero el Señor castigó a Faraón con plagas muy grandes a él y a su familia, a causa de Saraí, mujer de Abram”? ¿Y por qué habría de ser el castigo si no porque el Faraón copuló con la mujer de Abram, pensando que era hermana de este?

Lo sorprendente es que en párrafos posteriores el propio Faraón dice a Abram: “¿Qué es lo que me has hecho? ¿Por qué no me dijiste que era tu mujer? ¿Por qué razón dijiste que era tu hermana para que yo la tomara como mujer?”. Lo que equivale a que el Faraón tuvo relaciones íntimas con Saraí, y que Abram las consintió con tal de no morir.

Por cierto, no fue la única ocasión en que cometió esta felonía de vender a su esposa, con tal de recibir beneficios económicos y no arriesgar la vida. También se lo hizo al rey Abimelec. Un hecho redondea la personalidad del patriarca; en otros relatos de la propia Biblia se menciona que en efecto era su hermana; en Génesis 20:12 abiertamente dice:

“Desde allí se trasladó a la zona del Negueb y se estableció entre Cades y Sur. Después fue a Guerar, para quedarse allí por un tiempo. Decía de Sara, su esposa: ‘Es mi hermana’. Entonces Abimelec, el rey de Guerar, mandó que le llevaran a Sara. Pero esa noche, Dios se presentó en sueños a Abimelec y le dijo: ‘Tú vas a morir a causa de la mujer que has tomado, porque es casada’. Abimelec, que no había convivido con ella, le respondió: ‘Señor mío, ¿vas a quitarle la vida a una persona inocente? ¿Acaso su marido no me dijo que era su hermana? ¿Y ella no lo confirmó, diciendo que él era su hermano? Yo lo hice de buena fe y con las manos limpias’. Dios le respondió durante el sueño: ‘Ya sé que lo hiciste de buena fe. Por eso, yo mismo evité que pecaras contra mí, impidiendo que la tocaras. Pero ahora, devuélvele la mujer a ese hombre. Él es un profeta, y va a interceder en tu favor, para que salves tu vida. Si no se la devuelves, ten la plena seguridad de que morirás, tú y todos los tuyos’. A la madrugada del día siguiente, Abimelec llamó a todos sus servidores y les contó lo que había sucedido. Y ellos sintieron un gran temor. Entonces Abimelec llamó a y le dijo a Abraham: ‘¿Qué nos has hecho? ¿En qué te he ofendido, para que nos expusieras, a mí y a mi reino, a cometer un pecado tan grave? Tú has hecho conmigo lo que no se debe’. Y añadió: ‘¿Qué te proponías al proceder de esa manera’. Respondió Abraham: ‘Yo pensaba que seguramente en este lugar no había temor de Dios, y que me matarían a causa de mi mujer. Por otra parte, ella es realmente mi hermana, hija de mi padre aunque no de mi madre, y se ha casado conmigo. Por eso, cuando Dios me hizo andar errante, lejos de mi casa paterna, le dije: ‘Tienes que hacerme este favor: cualquiera sea el lugar donde lleguemos, dirás que soy tu hermano’ ’. Abimelec tomó ovejas y vacas, esclavos y esclavas, y se los dio a Abraham; y también le devolvió a Sara, su esposa” (subrayado mío).

La traición a la primogenitura que origina al islam: el nacimiento de Ismael

En efecto, Abram tenía a su mujer, pero no podía procrear. Ante esta situación, ella misma ofrece a su esclava egipcia de nombre Agar, para que el patriarca tuviera hijos (situación inverosímil, y más factible suponer que el patriarca se deslizó sin consejo y sigilosamente a la alcoba de la esclava). El hijo que nació de la esclava se llamó Ismael, patriarca de la raza musulmana, y fue el primogénito; pero pronto, por cuestión de celos, Saraí pide a Abram que despida a la esclava junto con su hijo, a la que suponía con una actitud arrogante, engrandecida por tener un hijo del amo.

Y todo empeoró para la condición de Ismael cuando sin que lo esperaran, y siendo ya mayor, concibe la propia Saraí a Isaac, que siendo el segundo en nacer, desplazó a Ismael, y de su estirpe derivó la raza hebrea, y quien casi pierde la vida por una alucinación de su padre, quien estuvo a punto de inmolarlo. Así se hizo, y Agar fue despedida con su hijo primogénito, y condenada a vagar por el desierto. Cuando a punto de morir, de sed e inanición, después de que Agar abandonara a su hijo a su propia suerte en el colmo de la desesperación, se le aparece un ángel que la reprende y le anuncia que su hijo será padre de una gran nación, la nación musulmana. Textualmente el libro del Génesis apunta en la Biblia:

“Sara vio que el hijo de Agar, la egipcia, jugaba con su hijo Isaac. Entonces dijo a Abraham: ‘Echa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac’. Esto afligió profundamente a Abraham, ya que el otro también era hijo suyo. Pero Dios le dijo: ‘No te aflijas por el niño y por tu esclava. Concédele a Sara lo que ella te pide, porque de Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y en cuanto al hijo de la esclava, yo haré de él una gran nación, porque también es descendiente tuyo’. A la madrugada del día siguiente, tomó un poco de pan y un odre con agua y se los dio a Agar; se los puso sobre las espaldas y la despidió junto con el niño. Ella partió y anduvo errante por el desierto de Berseba”.

Se desprende de lo anterior, no obstante haber sido objeto de prostitución, que en el discurso hay un argumento soterrado que exculpa a Abraham; se metió con la esclava “porque su esposa se lo ordenó”; luego despidió a la esclava y a su propio hijo “porque su mujer se lo ordenó” y Dios se lo autorizó. Posteriormente vamos a ver cómo intenta matar a su propio hijo “porque Dios se lo pidió”.

En realidad es la competición entre fraternos y la querella por la primogenitura, que fundamentalmente es la lucha por la herencia paterna, en la Torá es tema toral. Por esta razón ocurre la expulsión de Ismael de la casa de su propio padre Abraham, instigado por su esposa, que expresamente dice: “El hijo de la concubina no heredará junto con mi hijo Isaac”.

Sodoma y Gomorra

Ocurre que, pese a la petición de Abraham a Dios de que no fueran destruidas las ciudades de Sodoma y Gomorra, por estar su sobrino Lot en Sodoma, se disponía Dios a devastarlas. Y mandó dos exterminadores para llevar a cabo la labor. En cuanto Lot los vio los invitó a pasar a su casa para solazarlos, pero los depravados pobladores se reunieron en la casa de Lot y le pidieron que entregara a los hombres para violarlos, a lo que Lot responde negándose y ofreciendo para ese mismo propósito a sus propias hijas.

Por mucho que los usos y costumbres cambien, el hecho es de suyo abominable, pero no más de lo que pasó después que la ciudad es arrasada, salvando la vida la familia de Lot al huir poco antes. No obstante, su esposa queda convertida en estatua de sal por voltear a mirar la devastación. Después, desobedeciendo la indicación de Dios, acaso maliciosamente, Lot desvía el camino que lo habría de conducir a otra población, y se esconde con sus hijas en una cueva en donde se dedica a embriagarse y a violar a sus dos hijas. Acto por demás execrable que evidencia que también Lot tenía las costumbres de los pobladores de Sodoma, y que más bien merecía morir.

Oír voces: el tentativo asesinato de Isaac

Parece ser que el texto bíblico no es muy fecundo en narraciones acerca de la vida de Isaac, a más de que su padre casi lo mata y que después se encontró una buena esposa. Entre estos dos hechos significativos de su vida llama la atención poderosamente el pasaje en que, por escuchar voces, su padre Abraham casi lo mata.

En el supuesto de que ingresáramos, desde la perspectiva fenomenológica, a la cosmovisión de Abraham, resulta interesante la analogía que existe entre la inmolación del hijo con la de Jesucristo. Resulta también destacable que le dice Dios, en el libro del Génesis (22:1): “Después de estos acontecimientos Dios sometió a Abraham a una prueba: ‘Abraham, Abraham’, le dijo. Le contestó: ‘Aquí estoy’. Entonces le dijo: ‘Llévate contigo a Isaac, ese hijo único a quien amas, vete a la tierra de la visión y ofrécemelo ahí en holocausto’ ”.

En la narración se evidencia la traición a la primogenitura y el desprecio que se hace de Ismael. ¿Qué no tenía otro hijo? ¿Cómo es que le dice “ese hijo único a quien amas”? El texto dice:

“Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos. Isaac rompió el silencio y dijo a su padre: ‘¡Padre!’ Él respondió: ‘Sí, hijo mío’. ‘Tenemos el fuego y la leña’, continuó Isaac, ‘pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?’. ‘Dios proveerá el cordero para el holocausto’, respondió. Y siguieron caminando los dos juntos. Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: ‘Aquí estoy’, respondió él. Y el Ángel le dijo: ‘No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único’. Al levantar la vista, vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”.

El padre dejó la carga pesada al hijo para arreglar el propio asesinato. El niño ya debía haberse dado cuenta de que su padre intentaba matarlo. ¿Cómo habría de recomponerse la relación familiar sabiendo su hijo eso para siempre? Es la más auténtica expresión del Protodiós de los hebreos: celoso hasta el extremo de pedir la muerte de un hijo amado.

La “venta” de la primogenitura: el nacimiento de Esaú y Jacob (Israel)

Pasaron los años e Isaac se casa con su propia sobrina, Rebeca. Isaac era su tío segundo, porque el padre de Rebeca, Betuel, era primo hermano de Isaac:

“Aún no había terminado de hablar cuando Rebeca, la hija de Betuel —el cual era a su vez hijo de Milca, la esposa de Najor, el hermano de Abraham— apareció con un cántaro sobre el hombro”.

Tras la muerte de Abraham, el destino de Isaac y Jacob tuvo drásticas variaciones. En cuanto a los tres grandes patriarcas de la Biblia, debemos admitir que Isaac funge como un personaje de mera transición, entre su padre y su hijo. Lo más trascendente de su vida es la felicidad de haber encontrado a Rebeca. En cambio, Jacob tiene un devenir más voraz. Es mentiroso y ambicioso.

Es el propio Jacob quien engaña y extorsiona con comida a su hermano Esaú para robarle el derecho a la primogenitura, bajo el pretexto y falaz argumento de una venta; luego, el texto lo presenta abusando de su suegro Labán, enriqueciéndose a sus costillas, y tomado no una sino dos esposas, hijas de Labán: Raquel y Lía: posteriormente encuentra de nuevo a Esaú y muy cobardemente se lo granjea.

La forma en que le roba el derecho de primogénito es mediante la suplantación, robándole la bendición paterna. Posteriormente acumuló fortuna a expensas de su suegro. Y Cuando vuelve a Canaán, según el texto pelea con el mismísimo Dios, y hace que lo bendiga por la fuerza. Es cuando se cambia de nombre por el de Israel, patriarca del llamado Pueblo elegido.

“Isaac oró al Señor por su esposa, que era estéril. El Señor lo escuchó, y su esposa Rebeca quedó embarazada. Como los niños se chocaban el uno contra el otro dentro de su seno, ella exclamó: ‘Si las cosas tienen que ser así, ¿vale la pena seguir viviendo?’ Entonces fue a consultar al Señor, y él le respondió: ‘En tu seno hay dos naciones, dos pueblos se separan desde tus entrañas: uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor’. Cuando llegó el momento del parto, resultó que había mellizos en su seno. El que salió primero era rubio, y estaba todo cubierto de vello, como si tuviera un manto de piel. A este lo llamaron Esaú. Después salió su hermano, que con su mano tenía agarrado el talón de Esaú. Por ello lo llamaron Jacob. Cuando nacieron, Isaac tenía sesenta años. Los niños crecieron. Esaú se convirtió en un hombre agreste, experto en la caza. Jacob, en cambio, era un hombre apacible y apegado a su carpa. Isaac quería más a Esaú, porque las presas de caza eran su plato preferido; pero Rebeca sentía más cariño por Jacob. En cierta ocasión, Esaú volvió exhausto del campo, mientras Jacob estaba preparando un guiso. Esaú dijo a Jacob: ‘Déjame comer un poco de esa comida rojiza, porque estoy extenuado’. Fue por eso que se dio a Esaú el nombre de Edom. Pero Jacob le respondió: ‘Dame antes tu derecho de hijo primogénito’. ‘Me estoy muriendo’, dijo Esaú. ‘¿De qué me servirá ese derecho?’ Pero Jacob insistió: ‘Júramelo antes’. Él se lo juró y le vendió su derecho de hijo primogénito. Jacob le dio entonces pan y guiso de lentejas. Esaú comió y bebió; después se levantó y se fue. Así menospreció Esaú el derecho que le correspondía por ser el hijo primogénito”.

El hecho se explica por sí mismo. Se le robaron los derechos a Esaú, e indebidamente se bendijo al patriarca de los hebreos. Según todo lo cual el mayor sería súbdito del menor.

Así pues, mediante una artera suplantación se hizo bendecir Jacob, con la complacencia de su madre, por su padre, engañándolo, y haciéndole creer que a quien bendecía era al mayor, Esaú. Esta farsa echa por tierra el falso argumento de la venta de la primogenitura por un plato de sopa, el cual más bien parece un desesperado subterfugio justificativo para el gazapo de la bendición. Otro argumento en contra del pretexto de la venta de la primogenitura fue es la huida de Jacob de la venganza de Esaú.

De las mujeres y los hijos de Jacob

Jacob se enriquece a costas de Labán, su tío y suegro. Y le dice que trabajaría con él siete años si le da por esposa a Raquel. Así lo hizo, pero cuando llegó el término, Labán le dice que no puede darle otra que no sea la hermana mayor, Lía. Así que se casa con ella, pero le dice que también quería a la otra, así que se queda más tiempo trabajando para obtenerla. Ya una vez obtenida, lo roba y sale de la casa de Labán con engaños, a hurtadillas y con gran parte de las propiedades del suegro. Huye Jacob con las dos hijas por mujeres, pero también con sendas esclavas de ellas, a quienes también toma por mujeres.

Lía, la hermana mayor, fue la primera en procrear. Su hijo primogénito se llamó Rubén. Luego volvió a parir otro hijo, a quien puso Simeón. Por tercera vez pare Lía y le puso por nombre Leví. Posteriormente volvió a tener otro hijo a quien llamó Judá. Todo esto hizo surgir la envidia en Raquel, la menor. En cierta forma con este patriarca la historia de Abraham se repite en Jacob. Raquel era estéril, y “le pide” a su esposo que copule con Bala, su criada, para tener descendencia “propia”. Se llamó Dan. Volvió a copular Jacob con Bala y esta tuvo a Neftalí. Lía también entró en el rol y “le pide” a Jacob que tenga relaciones con su esclava Zelfa, y parió a Gad; no se detuvo el asunto y volvió a parir la esclava y tuvo a Aser. Según el texto, Jacob se alquiló con Lía por unas mandrágoras y ella tuvo luego a Isacar; luego, ya sin mediar mandrágoras, volvió a parir ahora a Zabulón, y finalmente otra vez pero ahora a una niña llamada Dina. Finalmente Raquel concibe a José (el intérprete de sueños del Faraón) y por último a Benjamín, el preferido. Estas son precisamente las doce tribus de Israel. No obstante se agregan otros dos hijos de José, porque Jacob, en la ocasión del reencuentro con su hijo en Egipto, adopta como propios a sus nietos: Manasés y Efraím (cuyo caso de nueva traición a la primogenitura analizaremos posteriormente). Total: catorce tribus.

Es evidente que la traición a la primogenitura se generó porque el preferido y bendito de Jacob fue José, y cuando los hermanos tramaron su muerte, trocada luego por mediación de Judá, por venta a unos beduinos que luego lo vendieron a unos egipcios, el preferido fue Benjamín, el menor de todos.

Del regreso a Palestina del medroso defraudador y del engaño por causa de Dina

Luego de que pasó tiempo con Labán, a cuya sombra se enriqueció merced a un engaño de crías de rebaño paridas de un color determinado, entre otras cosas, y luego que se casó con dos de sus hijas y ayuntóse con las esclavas de estas, de las cuales cuatro le nacieron los doce hijos que conformaron las doce tribus de Israel y luego de haber medido fuerzas con el mismísimo Dios, a quien supuestamente le ganó en una lucha y de la cual salió herido del muslo, regresó a su tierra, donde estaba Esaú, a quien había engañado, y a quien tenía un profundo temor. Mandó por delante varias embajadas temerosas, pues sabía que había cometido un gran mal suplantándolo con la complacencia de su madre para que su padre Isaac, que no lo prefería, lo ungiera con la bendición como primogénito. Al parecer Esaú fue advertido por disposición divina que no hiciera daño a Jacob.

Crecieron los hijos, y como producto de la primogenitura y la perspectiva machista no se consideraba a la mujer; así Dina, hija también de Jacob, solo interviene en la historia por el ultraje que padece. Sobre el rapto y violación de Dina, el libro del Génesis, capítulo 34, textualmente apunta:

“Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió una vez a mirar a las mujeres del país. Cuando la vio Siquem —que era hijo de Jamor, el jivita, príncipe de aquella región— se la llevó y abusó de ella. Pero después se sintió atraído por la muchacha y se enamoró de ella, de manera que trató de ganarse su afecto. Además, dijo a su padre Jamor: ‘Consígueme a esa muchacha para que sea mi esposa’. Jacob, por su parte, se enteró de que Siquem había violado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo, cuidando el ganado, no dijo nada hasta su regreso. Entonces Jamor, el padre de Siquem, fue a encontrarse con Jacob para conversar con él. En ese momento, volvieron del campo los hijos de Jacob, y cuando tuvieron noticia de lo ocurrido, se disgustaron profundamente y se enfurecieron, porque al abusar de la hija de Jacob, Siquem había cometido una infamia contra Israel, y eso no se debe hacer. Pero Jamor les habló en estos términos: ‘Mi hijo Siquem está realmente enamorado de esta muchacha. Permítanle casarse con ella. Conviértanse en parientes nuestros: ustedes nos darán a sus hijas, y obtendrán en cambio las nuestras. Así podrán vivir entre nosotros y tendrán el país a su disposición para instalarse en él, para recorrerlo libremente y adquirir propiedades’. Después Siquem dijo al padre y a los hermanos de la muchacha: ‘Si me hacen este favor, yo les daré lo que me pidan. Aunque me exijan a cambio de ella un precio muy elevado, les pagaré lo que ustedes digan. Pero dejen que me case con la muchacha’. Sin embargo, como su hermana había sido ultrajada, los hijos de Jacob resolvieron engañar a Siquem y a su padre Jamor, diciéndoles: ‘No podemos hacer semejante cosa, porque sería para nosotros una vergüenza entregar nuestra hermana a un incircunciso. Aceptaremos solamente con esta condición: que ustedes se hagan iguales a nosotros, circuncidando a todos sus varones. Entonces podremos darles a nuestras hijas y casarnos con las de ustedes, vivir entre ustedes y formar un solo pueblo. Si no llegan a un acuerdo con nosotros en lo que se refiere a la circuncisión, tomaremos a nuestra hermana y nos iremos’. La propuesta pareció razonable a Jamor y a su hijo Siquem, y el joven no dudó un instante en satisfacer esa demanda, tanto era el cariño que sentía por la hija de Jacob. Además, él era el más respetado entre los miembros de su familia. Entonces Jamor y su hijo Siquem se presentaron en la puerta de la ciudad, y hablaron a todos sus conciudadanos en los siguientes términos: ‘Estos hombres son nuestros amigos. Dejen que se instalen en el país y que puedan recorrerlo libremente; aquí hay bastante espacio para ellos. Nosotros nos casaremos con sus hijas, y les daremos en cambio a las nuestras. Pero esta gente accederá a permanecer con nosotros y a formar un solo pueblo, únicamente con esta condición: que todos nuestros varones se hagan circuncidar, igual que ellos. ¿Acaso no van a ser nuestros su ganado, sus posesiones y todos sus animales? Pongámonos de acuerdo con ellos, y que se queden con nosotros’. Todos los que se reunían en la puerta de la ciudad accedieron a la propuesta de Jamor y de su hijo Siquem, y todos se hicieron circuncidar”.

Así que los ingenuos pobladores residentes originales cananeos, se hicieron circuncidar por agradar a Siquem, pero a los tres días, cuando el dolor es más fuerte, Simeón y Leví, hermanos de Dina, empuñaron cada uno su espada, entraron en la ciudad sin encontrar ninguna resistencia, mataron a todos los varones y saquearon la ciudad, robaron todo lo que había en las casas, se robaron las ovejas, las vacas, los asnos y de todo lo que había dentro y fuera de la ciudad; se llevaron cautivos a todos los niños y a las mujeres. Y temeroso de la venganza, Jacob los reprendió, pero no devolvió ni mandó devolver nada de lo robado.

Nueva traición a la primogenitura: José

Posiblemente una de las historias más hermosas del Antiguo Testamento, la narración de José, hijo de Jacob, luego llamado Israel, es con mucho un texto que mueve emociones muy íntimas. Uno de los casos más interesantes para la exégesis de la traición a la primogenitura es el de José y sus hermanos. Siendo hijo de la mujer que aparentemente más amaba de entre las cuatro que tuvo, se sabe que Israel prefería a José sobre sus hermanos: una nueva traición sobre la cabeza de Rubén, el primogénito.

Es sin duda el conflicto derivado de la primogenitura lo que genera el gran odio de sus hermanos mayores y por lo cual se produce el plan de asesinar a José, hijo de la mujer que más amó Jacob, Raquel; pero es Judá quien propone no la muerte sino la venta de José a la esclavitud egipcia. Se dice que José le contó al Jacob sobre las tendencias de sus hermanos; la Torá no narra que su padre hubiera hecho algo al respecto. Es obvio que el ketônet passîm, la túnica colorida que Jacob había obsequiado a José, no fue causa suficiente para que los hermanos quisieran matar a José. La Biblia lo reconoce: “Israel amaba a José más que a todos los demás hijos”. Por eso “le había hecho una túnica de manga larga”. Esta túnica era especial, diferente a las de sus hermanos; larga y de colores, las mangas cubrían la palma de la mano, y probablemente estaba cubierta de bordados.

Según algunos estudiosos como Tomas Mann, esa prenda perteneció a Raquel, regalo de Labán, su padre. Fue este gesto de Jacob un mensaje implícito de predilección y de estatus al interior de la familia: “Vieron sus hermanos cómo le prefería su padre a todos sus otros hijos, y le aborrecieron”. José, a diferencia de su padre, no sueña con el reino de los cielos ni escucha las palabras de Jehová. Siempre se enfoca a cuestiones interhumanas, y en sus sueños siempre aparece él mismo como protagonista: “Oíd el sueño que he tenido. Me parecía que nosotros estábamos atando gavillas en el campo, y he aquí que mi gavilla se levantaba y se tenía derecha, mientras que vuestras gavillas le hacían rueda y se inclinaban hacia la mía”, razón por la que sus hermanos “acumularon todavía más odio contra él por causa de sus sueños y de sus palabras”. Posteriormente concibió otro sueño: “El sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí”. Luego de haber platicado este sueño Jacob le regañó, y sus hermanos (“las once estrellas”) “le tenían envidia”.

En cierta ocasión en que José es enviado a buscar a sus hermanos, que están pastoreando en la zona de Siquem, en cuanto estos lo ven de lejos exclaman: “Por ahí viene el soñador”. Entonces deciden matarlo. Después, tras las palabras de Rubén, el primogénito, muda de idea y deciden arrojarlo a un pozo en el desierto: “No derraméis sangre. Echadle a ese pozo”. Y por fin, siguiendo la sugerencia de Judá, lo venden a una caravana de mercaderes que pasa por allí: “Vamos a venderle a los ismaelitas”. En el episodio de José se involucra un nuevo tipo de debate intrafamiliar. Hasta antes de este pasaje las crisis habían sido duales: Caín/Abel, Saraí/Agar, Jacob/Esaú, Lía/Raquel. A partir de José la rencilla es colectiva contra un sujeto; se trata de una envidia y unos celos colectivos, que se vuelven agresión. La envidia colectiva en contra de una sola persona es un espinoso y extendido mal de la sociedad contemporánea.

La hermosura del pasaje radica en el perdón que José otorga a sus hermanos luego de que los reconoce, ya cuando había adquirido gran poder en Egipto, años después de que aquellos estuvieran a punto de matarlo y que lo vendieran a un grupo de ismaelitas.

De todos sus hijos, Rubén, hijo de Lía, era el primogénito; pero Jacob prefirió a José, hijo de Raquel. Pero esta no es la única traición de la primogenitura ocurrida en el pasaje de José, sino que ocurre otra, cuando ya fue reconocido por sus hermanos. Durante el tiempo en que José vivió en Egipto, concibió dos hijos, Manasés, el primogénito, y Efraín. Es el propio Jacob quien decreta Génesis 49:1:

“Jacob llamó a sus hijos y les habló en estos términos: ‘Reúnanse, para que yo les anuncie lo que les va a suceder en el futuro: Reúnanse y escuchen, hijos de Jacob, oigan a Israel, su padre. ¡Tú, Rubén, mi primogénito, mi fuerza y el primer fruto de mi vigor, el primero en dignidad, y el primero en poder! Desbordado como las aguas, ya no tendrás la primacía, porque subiste al lecho de tu padre, y, al subir, lo profanaste’ ”.

Otra traición a la primogenitura, los hijos de José: Manasés y Efraín

En el momento de la agonía de Jacob, adoptó como propios a los hijos de José pero en lugar de bendecir con la primogenitura a Manasés, el mayor, cruzó las manos sobre las cabezas de ambos y bendijo como primogénito al segundo, a pesar de la corrección que el propio José le hiciera expresamente.

Es común la concepción bíblica del primogénito, y esta no es sino la tradición cultural aprendida sobre que el primer nacido varón deberá tener mayor autoridad y derechos sobre sus hermanos. Ciertamente se trata de una cosmovisión teológica bíblica y puede aportar luces para entender ciertos versículos, por ejemplo, Colosenses 1:15: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”. Otro es Génesis 41:51-52: “Y llamó José el nombre del primogénito, anasés (el que hace olvidar), porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre. Y llamó el nombre del segundo Efraín (el que es fructífero) porque dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción”.

Jacob, al momento de bendecirlos, cruza los brazos sobre las cabezas de cada uno de sus nietos, ahora asumidos como hijos propios, y coloca la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, y pese a que José, que estaba presente, lo corrige, pensando que debido a su ancianidad ya no veía correctamente, Jacob insiste y bendice como primogénito a Efraín, despreciando a Manasés. Israel prefiere pues a Efraín sobre su hermano primogénito Manasés, y en Jeremías 31:9 leemos: “Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito”.

La historia de Moisés

Una de las historias fundacionales de la cosmovisión judía es la que da cuenta del Éxodo. Conviene detener el estudio un poco en este pasaje. La Biblia narra que Moisés era descendiente de la tribu de Leví, y que para evitar que fuera sacrificado fue puesto en un canasto y dejado a su suerte en el río, donde fue rescatado por la familia del faraón. Como haya sido, se constituyó en hijo del faraón, y como el mayor, en comparación al hijo biológico del propio monarca. Surge la hipótesis de que toda la historia del canasto es mito, y que en realidad Moisés era egipcio e hijo natural del faraón y que padeció también la traición de la primogenitura. Como hubiera sido, pronto se consolidó en su pensamiento la idea de ser el primogénito, pero cuando se conoce la predilección del faraón por el hijo menor es cuando Moisés reniega y prefiere adoptar como pueblo propio y ser líder antes que ser segundón. Es cuando se consolida como dirigente del pueblo errante y de pastores, los judíos, a quienes promete no libertad, como dice la Biblia, porque en realidad no estaban esclavizados, sino conformar una gran nación y hacer para ellos realidad la promesa mítica de la que se hablaba desde la época de los patriarcas; promesa que, por cierto, nunca cumplió.

En la hipótesis mítica de que en realidad Moisés era judío se dice que tenía un hermano, Aarón. Si esto es así, ¿por qué a este no lo pusieron en una canasta en el río también? ¿A este niño no importó salvarlo? Moisés como hermano mayor defiende con colmillos su primogenitura nuevamente cuando al darse cuenta de la predilección del pueblo y del poder que adquiría Aarón, hace como que le dice Dios (recordemos que oía voces y que tenía un desorden mental que se manifestaba en su tartamudez) que lo llevara a un monte, del cual solo regresa Moisés…

Conclusiones

Los términos hebreo (bekjo·ráh) y griego (prō·to·tó·ki·a) para “primogenitura” explican el origen de la idea del “primogénito”. El primer nacido varón se tornaba, en el patriarcado, en el cardinal de la familia y heredero justificado del padre, lo cual incluía jurisdicción sobre los demás familiares mientras no contrajeran nupcias o salieran del núcleo de la familia, pero no solo eran privilegios, también implicaba el deber de cuidar prioritariamente a la familia coadyuvando con el padre, lo que hasta la fecha se observa en determinadas comunidades.

En suma, el hijo primogénito sucedía al padre, era su representante ante Jehová en el pueblo judío, y por esta razón recibía la bendición particular del padre. (Génesis 27:4, 36; 48:9, 17, 18.) Además, le correspondían dos partes de los bienes de su padre; en otras palabras, recibía dos veces más de lo que recibían sus hermanos.

Según la ley de Moisés, en el libro del Deuteronomio 21:15-17, si un hombre tenía más de una esposa no debería sustituir del derecho a la primogenitura a su hijo mayor y otorgársela a algún otro hijo de la esposa preferida, como hizo Jacob (Israel); no obstante se contemplaban algunos casos de excepción, como el del propio Jacob, cuando destituye la primogenitura de Rubén, hijo de Lía, por haber tenido relaciones con una de las esposas de su padre (1 Crónicas 5:1-2). En el caso de los reyes de Israel, la primogenitura parece haber conllevado el derecho de sucesión al trono (2 Crónicas 21:1-3); no obstante, bajo el argumento de que es Jehová el verdadero Rey y Dios de Israel, se traicionó nuevamente la primogenitura, como ocurrió con Salomón (1 Crónicas 28:5). Finalmente apuntemos que no es sino hasta la llegada del Divino Maestro cuando se coloca en su justo lugar el derecho a la primogenitura y se respeta: Jesucristo es “el primogénito de toda la creación” y siempre ha sido fiel a su Padre Jehová Dios.

Bibliografía

Biblia Católica. Recuperado el 31 de marzo de 2017). Génesis. http://www.bibliacatolica.com.br/biblia-latinoamericana/genesis/1/.

Sagrada Biblia (1990). México: Ediciones Paulianas.

Copérnico, N. (2009). Sobre las revoluciones (de las orbes celestes). Madrid: Tecnos. (Volumen 83. Clásicos del pensamiento).

Dulitzky, J. (2000). Mujeres de Egipto y de la Biblia. Buenos Aires: Biblos.

Galilei, G. (2010). Diálogos sobre los sistemas del mundo. Madrid: Maxtor.

García Martínez, F. (1992). Textos de Qumrán (en pp. 295-310 presenta una traducción al castellano de fragmentos de Enoc). Madrid: Trotta.

Nicholae, A. (2006). Misterios de la Biblia, una interpretación sorprendente. México: Editores Mexicanos Unidos. (Colección Una luz en tu camino).

Rodríguez Castro, S. (1989). Diccionario etimológico, apuntes autodidácticos para estudiantes. México: Fernández Editores.

Samos, A. de (2007). Sobre los tamaños y las distancias del sol y la luna. Buenos Aires: Servicio Publicaciones UCA.

Serrano Vázquez, M. M. (2004). “Trastorno esquizoide de la personalidad”. En M. R. Bennasar, Trastornos de personalidad (pp. 454-458). Barcelona: Lexus Editores. (Sociedad Española de Psiquiatría y Sociedad Española de Psiquiatría Biológica).

Shelley, M. W. (2000). Frankenstein. México: Suma de Letras. (Punto de Lectura).

Weber, A. (1960). Historia de la cultura. México: Fondo de Cultura Económica.


Jumb23

Fuente de fortaleza

Dolores García Pérez


Jumb24

La farsa de las tutorías

Narváez | Villanueva | Ontiveros | Rico


Jumb25

Festival de la lectura

Luis Rico Chávez


Jumb26

Para pensar la vida

Ortega | Núñez


Jumb27

Relaciones sociales e internet

Saúl Silva


Jumb28

En el Páramo de Olvidos y Suspiros

Margarita Hernández Contreras


Jumb29

Homeostasis

Scarlett Regalado


Jumb30

Los mayas

Luis Rico Chávez