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Rescate en el río Bolaños

Jorge Luis Barragán Hurtado


Presentamos otro fragmento del libro de crónicas referidas por integrantes de una gran institución, dedicada al auxilio y socorro de personas accidentadas o que sufren enfermedades repentinas, y para introducirnos en este capítulo quién mejor que Juventino Cruz Rojas, el personaje creado por los miembros del (en ese entonces) grupo de jóvenes al servicio de la comunidad:

JCR: Con un gusto especial les presento la crónica compartida por un juventino muy querido y apreciado, aun por generaciones recientes, pues gracias a esta gran persona de una intensa calidad humana, muchos recibieron la capacitación para el aprendizaje en la natación, el salvamento y rescate acuático y las bases del buceo libre, conocimientos que a la fecha aplican en algún servicio o capacitación. Los invito a leer las vivencias que comparte con nosotros Jorge Luis Barragán Hurtado.

Cuando cursaba la primaria, muy cerca de la Cruz Roja, se presentó personal de la institución para invitarnos a participar en la colecta anual. Posteriormente se nos invitó a formar parte de la sección juvenil del cuerpo de socorristas y me integré.

Poco después, en 1965 los socorristas adultos iniciaron una huelga, aunque no recuerdo el motivo. El consejo de la institución decidió separar a la sección juvenil del cuerpo de socorristas para llegar a formar la Cruz Roja de la Juventud.

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Pasé un tiempo como raso y después fui nombrado jefe de patrulla. Con el tiempo me dieron el nombramiento de instructor general de instructores de comunicaciones, área en la que utilizamos la clave morse, el semáforo, etc.

Después recibí el cargo de instructor general de instructores de nudos y amarres y más adelante fui el primer jefe de la URS (Unidad de Rescate Sima).

En 1967 inició el programa Amistad México de la Cruz Roja de Estados Unidos, con cursos de primeros auxilios, ayuda mutua, seguridad acuática y cuidado materno infantil, durante tres veranos. Yo asistí a la capacitación de seguridad acuática, obteniendo el nombramiento de Guardavidas Jr. e Instructor de Natación.

Participé también en el Departamento de Seguridad Acuática de la Cruz Roja de la Juventud. Aquí colaboré en cursos para los socorristas Jr., hospicio Cabañas, unidades deportivas y búsqueda y rescate en la barranca de Huentitán.

También fui director del Departamento de Ayuda Mutua de la Cruz Roja de la Juventud. Participé en convenciones nacionales, el Congreso Mundial de Juventudes y el Congreso Nacional de Rescate en Montaña, llevado a cabo en Orizaba, Veracruz.

Participé además en salidas a atención de emergencias, búsqueda y rescate en el lago de Chapala; en instrucción y capacitación de primeros auxilios y seguridad acuática en la Cruz Roja delegación Chapala; en apoyo durante el mundial de futbol del 70, el torneo mundial de golf, en la romería de Zapopan y otros más, sin olvidar las prácticas de rescate en la Primavera, el Diente y Ciudad Granja.

Recuerdo de manera especial una práctica realizada en el lago de los Caimanes el 28 de diciembre de 1968, donde perdimos a un gran compañero y amigo, René López Sánchez, quien perdió la vida por auxiliar a un paseante.

Así como a René, también recuerdo a muchos de mis hermanos de Juventud que se nos adelantaron y con quienes compartí muchas vivencias.

Mi estancia en Cruz Roja de la Juventud fue de mucho aprendizaje y camaradería. Compartimos alegrías, angustias, tristezas, dolor y amor. Y aun hoy compartimos esos recuerdos cuando con gusto nos encontramos.

Fue para mí un placer servir.

JCR: Muchas gracias, amigo y hermano Jorge Barragán. Leer tus memorias es enriquecedor pues, como dices, encontraste un gusto especial al servir a la comunidad y al convivir con los compañeros y transmitir tus conocimientos a quienes de ti aprendieron tantas cosas.


Rescate en el río Bolaños

Cierto día por la mañana (en ese entonces vivía con mi familia en la calle Obregón) llegaron compañeros de la Cruz Roja de la Juventud a bordo del famoso Chanchomón, vehículo antiguo donado por un estadounidense, creo que en 1967, el cual se usaba para el trasporte de personal, equipo y material según estuviera en condiciones, pues fue una ambulancia antigua en servicio durante la Segunda Guerra Mundial.

Este vehículo fue bautizado por mi querido hermano René López Sánchez (QEPD), en la primavera de 1972, y se forma de las palabras chancho (grande) y mon (de camión).

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Chanchomón, histórico vehículo que por mucho tiempo apoyó
en traslados de personal, equipo y material en operaciones

Al llegar a la Cruz Roja nos informaron sobre un avionazo cerca de Hostotipaquillo, Jalisco, a donde debíamos dirigirnos de inmediato. El traslado se haría en un camión foráneo, acompañados por policías estatales, agentes del ministerio público y judiciales. Para este servicio quedé yo como responsable de rescate y del personal de nuestra institución.

Llegamos a Tequila hacia el mediodía. A uno de los compañeros se le asignó la compra de alimentos con los recursos económicos entregados por la administración de la Cruz Roja. Posteriormente nos trasladamos a Hostotipaquillo. El equipo, alimento y material, así como el personal encargado de la justicia hicieron el recorrido en mulas, mientras nosotros lo hicimos pie a tierra. Comparto un detalle curioso: al iniciar el recorrido los costales con los alimentos se cayeron de las mulas, pues no fueron adecuadamente amarrados; este contratiempo no interrumpió nuestro caminar hacia el lugar del servicio.

Llegamos al río Bolaños, límite con el estado de Nayarit, aproximadamente las tres de la mañana, y en ese momento el agente del ministerio público nos informó que el avionazo había ocurrido en una zona con un gran declive, al otro lado del río.

Reuní a mis compañeros y pedí al encargado de intendencia que repartiera los alimentos. Descubrimos que sólo había unas cuantas naranjas (nos tocaba una por persona) debido a que, cuando al responsable de suministros se le cayó la carga de los alimentos, no nos percatamos de que los víveres adquiridos en Tequila consistieron en botellas de la bebida típica de la zona (tequila), y por estar retirado de esta persona cuando se cayó el costal de “alimento”, no percibí el olor que se desprendió después de haberse derramado el licor con la caída, quedando solamente las naranjas.

Tuvimos un reposo como de cuatro horas y, al levantarnos, nos percatamos de que el río era muy caudaloso y de que sería muy arriesgado cruzarlo sin algún tipo de apoyo.

Para cruzar el caudaloso afluente y sobrevivir en el intento, les pedí a mis compañeros que reunieran troncos gruesos y grandes para construir una balsa, con el fin de reducir el riesgo del cruce. He de reconocer la gran voluntad de mis compañeros y amigos Luis Mejía (Gabo), Cornelio Buenrostro, Luna, Enrique Sánchez (Chino) y otros más cuyos nombres no recuerdo.

Para cruzar el río se decidió que Luna, el Chino, Cornelio, el Gabo y un servidor corriéramos el riesgo de enfrentar la fuerza de la corriente con la intención de llegar a la otra orilla.

La estrategia seguida consistió en caminar unos cien metros río arriba y, a continuación, asidos de la balsa, patalear fuerte para deslizarnos en forma perpendicular hasta la orilla opuesta, aprovechando que la corriente nos ayudaba a avanzar hasta el punto deseado, donde dejaríamos el río y ascenderíamos hasta el punto donde se encontraban los cadáveres, lo cual se logró con éxito a pesar del riesgo.

Una vez cerca de la cima, donde estaba la avioneta accidentada, observamos dos cuerpos humanos, distantes de la avioneta. En ese momento, de manera sorpresiva, nos rodearon elementos de la Sedena, preguntándonos quiénes éramos.

Tras identificarnos como miembros de Cruz Roja, el teniente a cargo no ocultó su satisfacción; señaló que “éramos una maravilla”, porque nos estuvieron observando casi desde nuestra salida de Hostotipaquillo, y reconocieron nuestro esfuerzo y la estrategia aplicada en este servicio en zona agreste.

Bajamos entonces con los cadáveres con la intención de llegar a nuestro punto base. Nos valimos de la misma estrategia para cruzar el río de nuevo, otra vez con éxito.

Ya vestidos para regresar, llegó un helicóptero de la Fiscalía General de la República reclamando los cadáveres, los cuales fueron entregados a la autoridad. Iniciamos a continuación el esperado regreso, alrededor de las once de la mañana.

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En este momento, el hecho de no haber consumido alimentos un día antes (excepto la naranja) representó un problema delicado. Todo el personal se fue adelantando, mientras yo me quedé esperando al Gabo, a quien veía desfallecer por el esfuerzo realizado y la falta de alimento. Por suerte apareció la mano de Dios, pues encontramos una buena cantidad de ciruelos con frutos maduros, listos para ser consumidos.

Reposamos un rato para recuperar fuerza, comimos ciruelas para obtener energía y continuamos nuestro camino. No está de más decir que nos llevamos un cargamento de este fruto para más adelante consumirlo según sintiéramos necesidad. Para este momento ya serían como las cuatro de la tarde, y continuamos con nuestro ascenso por esas tierras, porque Hostotipaquillo se ubica en un lugar más alto del sitio en el que recuperamos los cuerpos.

Siete horas más tarde nos encontramos con compañeros de apoyarnos, quienes nos llevaron un poco de alimentos. Recuerdo que el Güero Sandoval me entregó un delicioso lonche de sopa de fideos.

Así terminó este rescate, con la recuperación de dos cadáveres, posibles narcos, los cuales presentaban una evolución cadavérica de una semana. Reitero mi agradecimiento a mis compañeros, por su voluntad y apoyo; a quienes, preocupados, nos llevaron alimentos: Hugo, Leobardo, el Güero Sandoval, algunos otros que recuerdo. Si alguna persona al leer esta memoria recuerda a alguien más, ojalá lo comparta para reconocer su valor y esfuerzo en el desarrollo de este servicio cubierto por personal del Cruz Roja de la Juventud… Gracias.


* Fragmento del libro en construcción Crónicas desde la Juventud

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Posesión en un retiro

Marvin Calero Nicaragua


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Alejandro Ceja Estrada


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L’Orfeo de Monteverdi

Cezanne Danielle Nieves


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Trágame tierra

Adolfo González Ramírez


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Bajtin y Fuentes

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El síntoma del impostor

Héctor A. Limón


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Destino 6

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Enramada y otros títulos

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