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La educación nos une, la institución educativa nos diversifica

Juan Manuel Ortega Partida | Yésica Cecilia Núñez Berber

El libro ya no está hecho de tinta, papel y tapa dura, sino de
archivos digitales, con formatos que se vuelven rápidamente
obsoletos, y se almacenan en discos duros y servidores que hay
que vigilar, ya que son frágiles, o circulan en redes de cables
y ondas, pasando a través de fibras ópticas y satélites.
Vinck

Resumen

La transformación del papel funcional de la escuela como garante de la formación de la identidad y el rol carismático del docente como promotor del cambio se desvanecieron en la última década. La imagen ideal o ideológica del docente responde a una determinada visión acerca del papel de la escuela en la sociedad, lo mismo que el papel del sin papel de la escuela como tránsito, como paso, como lugar feliz pleno de socialización y espacio para el manejo de las emociones. La escuela y sus prácticas en este entorno se encuentran en crisis.

El fenómeno más importante que estamos viviendo al final de la segunda década del siglo XXI es el de la expansión de otros agentes socializadores muy poderosos propios de la red, la que crea una nueva identidad, la fluida; la escuela ha dejado de ser el alma mater, la cuna del saber, ahora es la red. El rol docente, por el contrario, es el elemento más distante de patrimonio cultural de los jóvenes; en la sociedad red no existe un código de valores consensuado como patrimonio que debe ser transmitido a las nuevas generaciones.

Palabras clave: educación, red, diversificación, vigilar, castigar, depresión, frustración.


Introducción

La docencia es uno de los oficios más antiguos de las sociedades modernas. Su origen como especialización profesional se remonta a la conformación del estado-nación de corte capitalista, esto es, de mediados del siglo XIX. En México es parte de la normalización social que se emprende con el presidente Benito Juárez en pro de la modernización del país. A partir de este momento los presidentes de las etapas independiente y posrevolucionarias que han sucedido a Juárez y hasta el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, son herederos de esta tradición modernizadora del país, la que si bien ha variado discusivamente con el tiempo y el compás de las funciones y atribuciones del ser docente, la constante es y ha sido la pertenencia a la nación en el marco del desarrollo económico, así como el de la conformación de las identidades inciertas de este primer tercio del siglo XXI. La conformación de la identidad nacional en el marco de la sociedad mundial se caracteriza en este momento como exigencia de pensamiento globa-local, de mundialización de la ciudadanía regional y local.

En la Universidad de Guadalajara el cuerpo académico es homologado por el tiempo de contratación; son temporales y definitivos mientras que por el tipo de contratación son técnicos académicos y profesores, estos últimos son los que realizan funciones de docencia, investigación y vinculación. Es un hecho institucional, la función docente presenta una marcada y creciente desigualdad observable en el nivel educativo en el que se desempeñe; nivel medio superior organizado por el Sistema de Educación Media Superior (SEMS), o bien nivel superior, Centros Universitarios (CU) donde bolsas y montos económicos a los que se accede de parte de los profesores marcan condiciones de docencia diferenciadas, en otras palabras no es lo mismo trabajar en el SEMS que en los CU, e incluso se presentan diferencias en las dependencias ubicadas en la zona metropolitana y las regionales, así como entre las mismas regionales.


El ser docente, el reto de su identidad

Una buena cantidad de profesores hemos trabajado más de 25 años en la enseñanza universitaria del nivel medio superior de la Universidad de Guadalajara, pero nunca como ahora se ha sentido la necesidad de contar con un dictamen o reconocimiento de competencias para la docencia.

Los estudios de educación superior, los títulos portados a modo de cartas credenciales no son de profesores, son de diversas licenciaturas las que en su mayoría no reconocen en ninguno de sus puntos del perfil de egreso habilidades para el ejercicio docente y menos algo parecido para el logro o desarrollo de competencias relativas a la implementación de la práctica docente, la administración y planeación del trabajo departamental, la vida académica, el trabajo colegiado o la investigación educativa; estas capacidades se han adquirido y desarrollado en la práctica y son reconocidas como productos de la experiencia y en menor medida resultado de los procesos de formación y profesionalización de la docencia que la universidad con cierta frecuencia impulsa; ha pasado casi una década desde que ha dejado de operar el llamado Programa Institucional de Capacitación y Actualización para la Superación Académica (PICASA).

La crisis de la escuela en general emerge de la estructura social, está a flote, es observable, existe una percepción de que lo que los alumnos viven en las escuelas no es acompañamiento sino una constante agresión. La docencia es percibida como espacio de encuentro entre sujetos distintos y diferenciados, incluidos y excluidos, en las aulas la constante es la agresión simbólica de vigilar y castigar, que las tareas, las dinámicas grupales les violentan su vida, no los dejan ser, que un docente acosa al estudiante al identificar, repetir o insistir en las exigencias disciplinares, académicas y profesionales, que según el profesor es lo que requieren para la vida, que estas exigencias son lo que les espera según el campo de desempeño laboral de que se trata.

El docente por su parte vive la exigencia de la certificación, del abuso y del absurdo de planear, diseñar, operar y evaluar secuencias didácticas de aprendizaje; ingresa a cursos de formación docente y se diploma, se certifica y hace todo lo que se les solicita desde la embrionaria estructura operativa de la escuela, la academia. Sin embargo, para atender este embate estructural de la escuela, sabe que para su seguridad laboral esto no basta, que su permanencia en la docente está en riesgo.

El aquí y ahora lleva a considerar que lo dicho en la institución en la década de los noventa con la homologación ha cambiado, que no es el grado académico mayor al nivel en el que se trabaja la base de la promoción. Hoy un académico sabe que son las relaciones políticas lo que puede llevar a una mejor categoría laboral. Pero también sabe que sus hábitos discursivos, sus formas de pensar y hablar, que las relaciones que se establezcan con sus alumnos son un riesgo a su permanencia. Los académicos vivimos en el estrés. Lo que Foucault en los setentas nos ofrecía para explicar el sistema capitalista ha cambiado en parte, no es vigilar y castigar, no son locos y criminales, ahora antes que esto las instituciones en general producen depresivos y fracasados.

La situación presentada como parte del emplazamiento a huelga por parte del STAUdeG sobre 38 casos de despidos arbitrarios por parte de la autoridad universitaria nos lleva a la consideración de que en el siglo pasado los discursos de los docentes se basaron en una concepción funcionalista del sistema educativo, en el que a un docente se le reconoció como articulador, promotor y defensor de la identidad nacional en el caso de los niveles básicos y como agente de cambio en los estudios técnicos y profesionales, entendido este nivel como formación de mano de obra calificada. No importaba que en su práctica docente y en sus expresión discursiva se presentaran verbalizaciones relativas a la edad, la preferencia sexual, la situación económica y los niveles culturales y actitudinales, el cambio discursivo hoy salta a la vista; no se dice cállate, sino guarda silencio, no se indica tú no puedes o no sabes, sino tus habilidades y capacidades son diferentes, no se debe señalar que tienes problemas o confusiones teóricas y de comprensión, sino que ahora debes enfrentar situaciones o ejercicios diversos, ahora no son retos académicos, sino oportunidades; en fin, de lo que se trata en este contexto de la escuela del cambio es que no te acusen de intolerante, ignorante, discriminatorio, acosador, soberbio, imparcial, deshonesto y antipático.

Si bien la idea de que el docente era el portador empático de la identidad nacional resultado de la moderna modernización posrevolucionaria su situación no fue sencilla, esta concepción ideológica trastocaba los interesares de la aristocracia rural y de los viejos caciques, el docente enfrentaba en ese momento los embates de los sectores reaccionarios y le correspondía dar cuenta de la apertura de un mundo más justo y equitativo, por lo que el docente era visto como gestor del cambio y gozaba de cierto prestigio social.


La escuela en los tiempos del internet

El docente necesita reconcomiendo de su actividad. El docente en principio se reconoce, se identifica con un campo de conocimiento, con una disciplina, en la mayoría de los casos con el de su formación profesional o de licenciatura. Se reconoce que el arribo de las tecnologías de la información y la comunicación son un elemento potenciador de nuevas prácticas y relaciones sociales. La década de los noventa del siglo XX fue considerada como la década de la sociedad de la velocidad del conocimiento. Por su parte, la UNESCO reconoce el potencial de este recurso para potenciar una sociedad justa e igualitaria, se formula la necesidad de que las instituciones educativas generen las condiciones para que los estudiantes logren su desarrollo, ya que las habilidades digitales resultan indispensables para que estos puedan afrontar las demandas de la sociedad actual.

El uso del internet se convirtió en un recurso, en una vía para innovar la actividad del docente que sin lugar a dudas no fue la de enseñar una disciplina, sino acercar al joven estudiante a una forma de pensar la realidad con el fin de intervenir en ella, se consideran en lo general como competencias genéricas, transversales o específicas reconocidas como necesarias, lo fundamental fue la consideración de los contenidos como producciones científicas, sino como contenidos producidos por otros, como cantidad infinita de datos que pertenecen a otros.

En nuestros días, como resultado de las reformas estructurales de los gobiernos de la alternancia, del cambio, de mover a México, el docente es percibido como un profesional técnico altamente responsable del resultado del aprendizaje y culpabilizado por el fracaso de la escuela, al tiempo que es victimizado por el deterioro de las condiciones en las cuales desarrolla su trabajo.

La idea de la reforma educativa crea la percepción de que la escuela es recreo, que se aprende todo jugando, que ser lúdico es el contenido central del docente, que es divertida y dadora de facilidades para que todos puedan o no desarrollar sus capacidades, una vida de consumo, sin esfuerzos y de plena realización, el sueño americano de trabajar y ser merecedor a una vida digna es sustituida por el sueño del mundo, todos con la certeza de una vida sin restricciones, esfuerzos y metas por lograr, todos con la seguridad de ser felices, con dinero, alimentos, casa y recreación garantizada. El docente es un facilitador de la utopía del sueño del mundo, altamente capacitado para educar a través de las emociones, el afecto y la empatía como centro de negociación de aprendizajes.


Unidad y diversificación de la actividad docente

La estructura del poder político sigue sin ver que lo que se ha formado es la identidad red y condena al docente de su fracaso como institución. La última reforma educativa abrazó con fuerza la idea de educar en valores a partir de saberes esperados, la ideología del sueño del mundo como contenido, idea que encierra un error fundamental, educar en un mundo globa-local, donde el docente pugne, forje contradictoriamente la identidad nacional, la cultura de la legalidad y la participación ciudadana en el marco de la mundialización.

El uso de las redes sociales nos une, nos acerca, pero también nos confronta, nos divide, la escuela representa ese ámbito de convulsiones sobre la cibercultura, no se trata de alfabetización informacional o digital, sino de educar para la comunicación, que lo dicho, pensado y concretado en la práctica docente se encuentre acorde con códigos de ética, con el buen decir, con los valores de alteridad, en un nos-otros esto es, con el rostro de la empatía y la vida como encuentro maravilloso con los otros.

La escuela debe ser incluyente, vivir sin tener en cuenta a los demás, aparte de sociológicamente imposible, debe ser conflictiva y abrumadoramente inequitativo. La habilidad docente a reconocer es la empatía, entendida como la capacidad de darse cuenta de los sentimientos y necesidades, es fundamental sin que esos sentimientos, pensamientos y necesidades hayan sido comunicados de manera explícita. La empatía como forma de hacer la práctica docente es la habilidad a ser desarrollada; en este momento se debe reconocer que la actividad frente a grupo es marcada por la contrariedad y las influencias que se encuentran a su alrededor, si se considera que eres el centro o lo único que importa en el mundo se puede caer en un simplismo de diseñar prácticas docentes a modo.

El docente tiene que colocarse frente a todos los posibles puntos de vista, esto es, llegar a un uso adecuado de expresiones en las que todos estén de acuerdo, a gusto, lo que equivale a reconocer que cada uno de los integrantes del grupo tiene su centro, que serás una monedita de oro, que a todos gustarás o lo que es lo mismo, encontrar encaje en cada uno, de lo contrario se puede considerar que se vive rodeado de enemigos, que el mundo es perverso, corrupto y que todos en cualquier momento te pueden atacar, por tanto se exige que la empatía sea reconocerme como uno más, no como el centro de todo, no hay cabida para los absolutistas y egocéntricos que pueden considerar que quien no lo vea como el centro son su rival. Si el docente reconoce este punto de vista entonces habrá garantizado un ángulo de lectura donde su estrategia será la de coordinar sujetos con el gusto de aprender, de conocer y de actuar en consecuencia.

Reconocer en los contenidos de un curso los pareceres y establecer tus personales coincidencias, filias y fobias, es parte de estar consciente de un ángulo de lectura propio, de un estilo personal de arribar a los contenidos de la asignatura que se imparte, luego pasar a reconocer las diferencias de percepción de los integrantes del grupo no es restrictivo a la metodología de enseñanza y a la táctica de intervención sugerido en el desarrollo de aprendizajes, es cultivar la imaginación y la creatividad para anticipar diferencias. Hacer comentarios sin reconocer esta vigilancia de cambiar ángulos de lecturas incluidos en el grupo es presentar una asignatura con un tinte dogmático y sectario, sólo para algunos.

Del medio y del mensaje en la red, así como en las actividades programadas por el docente la habilidad consistirá en reconocer y hacer coincidir puntos de vista, las clases serán para todos y para cada uno, coordinar estímulos y necesidades de aprendizaje implicará formar en ángulos de lectura con los que puedes o no coincidir tratándose claro del área de las humanidades y en lo particular de la filosofía.


Conclusiones

Conocer y analizar el desarrollo profesional del docente es un reto constante y permanente de la formación del ser docente universitario. En general la docencia pasa de ser un oficio a ser una profesión y profesionalización del docente mismo que implica el reto de los grados crecientes de desigualdad en la Universidad de Guadalajara. No es lo mismo trabajar en prepa que en un centro universitario, si bien existe homologación salarial por el tipo y el tiempo de contratación, las condiciones de trabajo son diferentes, como diferentes las bolsas y apoyos para mejorar su desempeño, además de otras ventajas simbólicas tales como el prestigio, el reconocimiento o estatuto ocupacional asociados con la actividad académica.

El reconocimiento para la actividad docente es que su desempeño se centra en contenidos, en la disciplina que imparte. Las tecnologías no son sólo instrumentos que se han añadido a la vida de las personas, sino que además han terminado por ser la base necesaria e indispensable para convivir y relacionarse con los demás, para trabajar, para adquirir bienes y servicios, para realizar gestiones y trámites administrativos, o bien para el ocio, la recreación y la interacción social. La idea de sociedad de conocimiento ha supuesto la idea de una sociedad de aprendizaje.

A finales de la década de los noventa del siglo XX y en la primera década de este interconectado mundo del siglo XXI documentamos el auge de las nuevas tecnologías, la expansión de internet y la obsolescencia de prácticas educativas de adoctrinamiento ideológico, donde se asegura un caldo de cultivo de amenazas a la estabilidad docente, y con ello al arribo de amplias oportunidades para revisar y proponer nuevos roles del trabajo docente y del papel funcionalista de la escuela.

Todos con maestría y doctorado, esa fue política para el ingreso y la promoción en la universidad, sin embargo, el docente sabe más que en ninguna otra época que para ser promovido debe participar en el vaivén político, que sus hábitos discursivos deben ser adecuados a las exigencias que se presentan hoy como los grandes valores de la actividad docente: escuchar para comprender, no juzgar, conectarse con las emociones y sentimientos de los estudiantes.

Ser empático implica estar sintonizado en la frecuencia de los sentimientos del otro. Esta habilidad requiriere connivencia y aprobación del otro, la construcción de puentes afectivos, de lo contrario se puede caer en la antipatía que es precisamente lo contrario y con el ella la base de desacuerdos y de rechazo automático y espontáneo de otros, encontrar el punto medio entre empatía y antipatía es fundamental.


Bibliografía

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