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Samsara
Poesía de Adriano de San Martín

Mía Gallegos Costa Rica

“Uno no es uno / sino la suma de los otros / resumidos en el retrato / de lo que se ha ido”. En este fragmento parece sustentarse buena parte del credo poético de Adriano de San Martín en su libro Samsara. El poeta se refiere a la circunstancia de que en un solo ser se engloba la totalidad, la suma de la especie humana, donde convergen, de manera torrencial, las culturas, las costumbres y los paisajes del mundo contemporáneo. Y si bien la palabra samsara que le da nombre al poemario, proviene del sánscrito y dentro de la religiosidad hindú alude a “la rueda de la vida”, el libro no se centra en un espacio geográfico determinado, sino que más bien el poeta se sitúa en distintos espacios que describe y que van mostrando muchedumbres, lugares en donde las gentes se aglomeran. Y es que “la rueda de la vida” en su eterno girar nos convierte a todos en partícipes y expectantes de una realidad que se comprime debido, en parte, a las nuevas tecnologías. Así todos estamos vinculados, querámoslo o no.

Lo que señalé en líneas anteriores es solamente una de las vertientes que confluyen en la creación de este poemario. Y aquí cabe detenerse en los primeros versos, en donde el lírico indaga sobre el origen, pregunta básica para saber quiénes somos y para encontrar nuestro sitio en el cosmos: “Adviene el ciclo. / Nuestra energía, entonces, como ahora, estuvo reunida. / La palabra era genésica, piel de oliva. / Un susurro. / Sin embargo, musicalizaba: / circular asciende, en caracol gira, se destrama en polifonía. / Regresa, se abre, se sacude, como aullido en algarabía. / La multitud escucha, interroga alrededor de la hoguera. Alucina. / En el bosque germina la semilla de un planeta posible”.

Es preciso detenerse en este poema, que se intitula “Salutación y génesis”, para descubrir la importancia que le da Adriano a la energía como fundamento de la creación y a la palabra como precursora del génesis. Esa expresión también es un susurro y un canto, y en dicha salutación aparecen las formas circulares representadas aquí por el caracol. Al parecer, en este texto se sugiere la noción de la rueda de la vida que le da título al poemario. Mas este nacer, este encontrar el inicio de lo originario, está poblado por una multitud. Precisamente esta presencia de seres humanos recorrerá buena parte del libro. ¿Será que el poeta quiere decirnos que todos estamos inmersos dentro de esa poderosa energía que rueda y rueda sin fin?

Me referí al inicio a la presencia de los diferentes entornos por los cuales el poeta nos lleva en una suerte de periplo. Así que me detendré junto a él para visitar San Francisco. Este recorrido es, en realidad, un viaje que se realiza a través de la música de los años sesenta y más allá. El poeta realiza aquí una nostálgica rememoración de esa década porque la ciudad ha cambiado. Al leer los poemas, creo reconocer la ciudad estadounidense y los años de juventud del hablante, quien nos permite seguirlo al compás de la música. Se aprecia la influencia de los escritores “beatniks” Kerouac y Allen Ginsberg y todo el ambiente que se respiró en Woodstock. Aquí aparece la figura de la madre, quien no comprende esa suerte de escándalo que para el joven quinceañero representan las melodías de entonces. La fuerza de esta sección del libro se sustenta en las descripciones. El poeta está descubriendo un mundo, lo ve pasar frente a sus ojos. De nuevo aparecen, en estos poemas, las gentes que viven en un medio cosmopolita: “En tranvía, trolebús, metro, bote o velero / se arremolinan gentes de todo el mundo / la algarabía se expresa en múltiples idiomas / el derroche es desmedido”.

Samsara

Los poetas futuristas del siglo pasado incorporaron las máquinas a la poesía. En el caso de la poesía de Adriano, estas aparecen descritas como un entorno que alude a la velocidad, a lo inmediato e instantáneo: las gentes pasan de prisa. Y, en ningún caso, el poeta nos dice qué piensan, qué hablan estas personas… Tampoco nos dice qué ocurre dentro de la mente del joven vigía de un ambiente espectacular y desmesurado. Tan sólo nos deja la nostalgia de un tiempo en el que la juventud surgió sonoramente, marcada, entre otras situaciones, por las luchas estudiantiles, por la negativa de los jóvenes a participar en la guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate que sacudió a los Estados Unidos. Es importante observar, asimismo, que todos los idiomas están mezclados. ¿Es una alusión a la torre de Babel? Estas preguntas las deben contestar los lectores cuando se den el gusto de leer este poemario de confluencias: estamos todos inmersos en una rueda que gira, los pueblos y los habitantes nos acercamos, quizás en demasía.

Tal y como lo señalé al inicio, a través de la lectura del libro el poeta nos hace visitar distintos escenarios. Podemos ver la presencia de lagos, como el Cocibolca de Nicaragua, el Blue Lake, la laguna del Arenal y otros que pertenecen a Rusia y a países de América Latina. El poema que cito es “Frente al lago”. En realidad el poeta lo que nos muestra es el acto de la contemplación, no importa en cuál región del mundo se presencie el movimiento de las aguas, pueden tenerse estas sensaciones en cualquier región, en cualquier latitud. Y aun cuando el poeta no suele utilizar el “yo” para poner de relieve distintos estados anímicos, vale la pena destacar el siguiente trozo: “Se percibe la quietud del milagro que acontece / cuando el hombre se compenetra con su propio yo / que es la misma naturaleza al ritmo de otro sol”. Vale la pena detenerse porque se percibe una cercanía con la tradición del zen, esa cosmovisión en la que el ser es parte de lo absoluto. En ningún caso, el hablante menciona su punto de vista, se limita a describir uno o diversos ambientes y el yo se adentra y forma parte de la naturaleza. En este poema, de carácter contemplativo, se expresa una meditación en torno a la condición de colonizados, hecho que nos ha tocado como destino común a los habitantes de distintos continentes. Transcribo el siguiente fragmento: “Fueron exterminados / por la ira de otros hombres / venidos de lejos / ávidos de riquezas y metales”. Sin embargo, el poema no termina ahí. La rueda de la vida, en su cambiante naturaleza (un ciclo acaba y otro comienza), hará que un niño dé inicio al ciclo de todo lo viviente. El poema termina con la esperanza, con el renacimiento: “Es la imagen imprecisa / para el poema / que escribirá un niño / sentado a la orilla de un río / donde retozan la presencia y el olvido”.

En otros poemas se hace referencia a los Estados Unidos, se alude a la poesía de Allen Ginsberg y con ironía se refiere a ese país y a sus costumbres, en especial al consumismo y a su modo de vida. Además, se pone de manifiesto lo que significa para los latinos que han migrado, el famoso sueño americano. Un poema digno de mencionar es “Cumpleaños”. El lírico habla de los excesos tras una fiesta. Alude al desorden y al caos de la existencia. Como el final del poema encierra una crítica al medio, lo transcribo a continuación: “Pero nadie como el / ketchup o las mayonesas / dejó rodar algún comentario / sobre lo irracional y breve de toda biografía”. El texto se refiere a la liviandad con que se vive en la hora actual, en donde la comida ligera también apunta a una existencia signada por lo transitorio, en donde no parece tener cabida el pensamiento. Al contrario de los poemas citados en párrafos anteriores, en este poema aparece Adriano hablando en primera persona. Nos muestra un yo lírico desencantado con la realidad, con el momento, con la perennidad de la vida. Y es que en la mayor parte del libro hay una crítica mordaz y lúcida al mundo capitalista. Por ello, en algunos momentos nos muestra otros entornos, como el de su familia campesina, en donde la presencia de las gallinas y el oficio que realizan sus miembros contrasta con la levedad con que se vive en las ciudades. El poema intitulado “Cowboy”, precisamente establece el contraste de culturas: “Esto puede ser California o Texas, / Arizona quizás, Nevada o Iowa tal vez: / los picos plateados, el horizonte, / la cerca, la silla, la cuerda, / el jeans y el sombrero del cowboy que dispara humo a través de la ventana / de la tv allá en Villa Quesada”.

Este poemario fue escrito por un autor que se muestra crítico frente al mundo actual. Desde un punto de vista que se sitúa en la cotidianidad, el discurso poético va describiendo lugares y paisajes como si un ojo mordaz y examinador quisiera corroer esa suerte de liviandad en la que nos ha tocado vivir. Cierto prosaísmo en la estructura de los versos recuerda la buena poesía que se cultiva en Nicaragua y en otros países de Centroamérica y el Caribe. Hay en la poesía de Adriano una búsqueda dentro del exteriorismo, esta característica es poco común en nuestro medio. De manera que el libro también rompe estructuras; plantea nuevos puntos de vista, pero, sobre todo, no nos endulza, muy por el contrario, nos llama al despertar, a la lucidez y a mirar la realidad con cáustica ironía.


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