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A propósito del Premio Nobel de Literatura 2016

Pongan la música que quieran, nada más a

Bob Dylan no, nos decían las muchachas

Julio Alberto Valtierra juliovaltierra@hotmail.com

No me llamo poeta porque no me gusta la palabra.
Soy un artista del trapecio.
Bob Dylan

El pasado 13 de octubre la noticia de que le habían otorgado a Bob Dylan el Premio Nobel de Literatura 2016 me hizo viajar en el tiempo y me transportó a los primeros años de la década de los noventa, cuando algunos de mis amigos (la Nena, Siria, Carla, Godi, Chuy, Luis, Ramón) y yo aún éramos alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Guadalajara y nos reuníamos algunos fines de semana (generalmente en la casa de Nena o en la de Siria y Chuy) para tomarnos unos rones mientras charlábamos y escuchábamos música toda la noche.

En esas fraternales reuniones, como jugando a ser democráticos, siempre poníamos la música por turnos, es decir, cada uno de nosotros elegía un disco o alguna canción que deseábamos compartir con los demás, por lo que el espectro musical era amplio y variado, yendo del blues clásico al rock en español, pasando por el rock en inglés, el blues en español, lo rupestre, algo de trova y un poco de pop. Algunos de los favoritos eran Jaime López, Rockdrigo González, Real de Catorce, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Charly García, Silvio Rodríguez, Eric Clapton, B. B. King, Muddy Waters, Bruce Springsteen, Tom Waits, Leonard Cohen, los Doors, los Beatles y los Rolling Stones. Era común que mientras escuchábamos al artista en cuestión hiciéramos algunos comentarios acerca de su obra o de su vida, pero no como críticos payasos o expertos pedantes, sino como simples melómanos emocionados.

Y ahora que las remembranzas surgen, a más de veinte años de distancia, me causa risa recordar que conforme avanzaba la noche y los rones comenzaban a hacer su bendito efecto invariablemente las chicas nos decían: “Pongan la música que quieran, nada más a Bob Dylan no”.

A pesar de que Luis, Chuy, Ramón y yo las conocíamos bastante bien, no entendíamos por qué si a Nena, Godi, Carla y Siria les gustaban las canciones de Jaime López y Rockdrigo González, que son dos de los más claros ejemplos de la influencia de Dylan en el rock mexicano, no soportaban las rolas del buen Bob. En esas circunstancias, intentábamos meterlas al redil y guiarlas por el buen camino explicándoles para dónde soplaba el viento, disertando acerca de las cualidades de Bob Dylan, diciéndoles que el secreto y el encanto estaban en las letras de sus canciones.

Puedo oír el giro de la llave.
He sido engañado por el payaso dentro de mí.
Pensé que era justo pero es vano.
Oh, algo me está diciendo que llevo la bola y la cadena.
Mi santo patrono está peleando con un fantasma.
Él siempre está en alguna parte, cuando más lo necesito.
La luna española está subiendo en la colina,
pero mi corazón me está diciendo que te ama aún.
Regreso a la cuidad de la luna en llamas.
Te veo en las calles, estoy a punto de desmayarme.
Amo verte vestida delante del espejo.
¿No me dejarás entrar en tu habitación una vez más
antes que finalmente desaparezca?
Todos están llevando un disfraz
para esconder lo que tienen detrás de sus ojos.
Pero yo no puedo cubrir lo que soy.
Dondequiera que los niños vayan, los seguiré.
Marcho en el desfile de la libertad,
pero mientras te ame no seré libre.
¿Cuánto tiempo debo sufrir tanto abuso?
¿No me dejarás verte sonreír una vez más antes que te deje ir?
He dejado el juego, me tengo que ir.
La olla de oro solo es una farsa.
El tesoro no puede ser encontrado por los hombres que buscan,
cuyos dioses están muertos y cuyas reinas están en la iglesia.
Nos sentamos en un teatro vacío y nos besamos.
Te pedí por favor que me tacharas de tu lista.
Mi cabeza me dice que es hora de hacer un cambio.
Mi corazón me está diciendo que te amo pero eres extraña.
Una vez más en la media noche, cerca de la pared.
Saca tu pesado maquillaje y tu chal.
¿No descenderás del trono donde te sientas?
Déjame sentir tu amor una vez más antes que lo abandone.

Abandoned love (Amor abandonado), 1975.

Les decíamos que a nosotros nos gustaba Bob Dylan porque con sus rolas inmensas nos enseñó que debíamos rolar por la vida como piedras rodantes, a tocar las puertas del cielo en momentos aciagos y a buscar las respuestas que están soplando en el viento y a veces no veíamos; y es que con sus letras Dylan cambió como nadie el concepto de música popular en el siglo XX, añadiéndole una particular dimensión poética a las canciones; y su influencia es reconocida en artistas tan grandes como los Beatles, los Rolling Stones, Bruce Springsteen y muchos íconos más del rock y del pop, e incluso en varios escritores; en México uno de ellos es el célebre José Agustín.

Soplando en el viento

También les comentábamos que desde sus inicios Dylan pisó fuerte y comenzó a dejar huella porque cantó pensando en los desheredados y los marginados. Para ello utilizó el folk y revitalizó la tradición popular de Estados Unidos, mezclando las baladas del norte y los blues del sur, para posteriormente subirse al tren del rock. De este modo introdujo en la canción moderna elementos tradicionales y sociales, agregando en sus composiciones sus experiencias personales, que eran las de muchos otros jóvenes que en los sesenta buscaban nuevas formas de expresión.

¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre,
antes de que le llames “hombre”?
¿Cuántos mares debe surcar una blanca paloma,
antes de dormir en la arena?
¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón,
antes de ser prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento.
La respuesta está soplando en el viento.
¿Cuántos años puede existir una montaña,
antes de que sea arrasada por el mar?
¿Cuántos años pueden vivir algunos,
antes de que se les permita ser libres?
¿Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza,
y fingir que simplemente no lo ha visto?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento.
La respuesta está soplando en el viento.
¿Cuántas veces debe un hombre levantar la vista,
antes de poder ver el cielo?
¿Cuántas orejas debe tener un hombre,
antes de poder oír a la gente llorar?
¿Cuántas muertes serán necesarias,
antes de que él se dé cuenta,
de que ya ha muerto demasiada gente?
La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento.
La respuesta está soplando en el viento.

Blowing in the wind (Soplando en el viento), 1964.

Los tiempos están cambiando

Y mientras nos servíamos otro trago de ron, Ramón nos contaba que Bob Dylan comenzó a forjar su leyenda a principios de los años sesenta, cuando siendo aún muy joven abandonó su pueblo Duluth, Minnesota, para trasladarse a Nueva York con el fin de dedicarse a la música y conocer en persona a su ídolo Woody Guthrie, que estaba internado a causa de la enfermedad de Huntington en el hospital psiquiátrico de Greystone Park (Woody Guthrie era un prolífico e influyente músico folk, conocido por su identificación con la gente común, los pobres y los oprimidos, así como por su postura en contra del fascismo y toda explotación humana. Es universalmente conocido por su canción This land is your land, de la cual Bruce Springsteen hizo una excelente versión).

Provisto tan solo de una guitarra acústica y una armónica, e incluso inventándose parte de su biografía, Dylan se instaló en Greenwich Village, el barrio bohemio de Manhattan poblado de cafés y clubes, donde conoció la afilada palabra de los también combatientes cantautores Pete Seeger, Ramblin’ Jack Elliott o Dave Van Ronk; y el contacto con ellos comenzó a notarse en sus composiciones.

Dylan

Dylan componía a partir de la poesía de los surrealistas franceses, especialmente de Arthur Rimbaud (que también fue una de las máximas influencias literarias de Jim Morrison), y devorando la prensa diaria, que le daba combustible suficiente para esas primeras canciones que cambiaron la cara del folk norteamericano y le dieron un carácter contestatario sin renunciar al aspecto poético.

Ustedes, que fabrican las grandes armas.
Ustedes, que construyen los aviones de la muerte.
Ustedes, que construyen todas las bombas.
Ustedes, que se esconden tras los muros.
Ustedes, que se esconden detrás de escritorios,
solo quiero que sepan
que puedo verlos a través de sus máscaras.

Masters of War (Los maestros de la guerra), 1963.

Rabia, angustia, ira, y también esperanza, todo junto y revuelto cantaba Dylan en plena guerra fría, cuando Estados Unidos comenzaba a intervenir en Vietnam y el año en que su presidente John F. Kennedy era asesinado a tiros.

Composiciones como Blowin’ in the wind (Soplando en el viento) Masters of war (Maestros de la guerra), A hard rain’s a-gonna fall (Una dura lluvia va a caer), Mr. Tambourine man (El hombre de la pandereta) o Chimes of freedom (Repiques de libertad) llegaron al corazón de la generación de los sesenta, donde se fraguó la contracultura. En 1964, con su voz nasal Dylan cantaba The times they are a changin’ (Los tiempos están cambiando), anticipándose al revuelo social y político de Norteamérica y del mundo.

Venid escritores y críticos
que profetizáis con vuestra pluma
y mantened los ojos bien abiertos,
la ocasión no se repetirá,
y no habléis demasiado pronto
pues la ruleta todavía está girando
y no ha nombrado quién
es el elegido,
porque el perdedor ahora
será el ganador más tarde,
porque los tiempos están cambiando.
Venid senadores, congresistas,
por favor oíd la llamada
y no os quedéis en el umbral,
no bloqueéis la entrada,
porque resultará herido
el que se oponga,
fuera hay una batalla
furibunda,
pronto golpeará vuestras ventanas
y crujirán vuestros muros,
porque los tiempos están cambiando.
Venid padres y madres
de todas partes de la tierra
y no critiquéis
lo que no podéis entender,
vuestros hijos e hijas
están fuera de vuestro control,
vuestro viejo camino
está carcomido,
por favor, dejad paso al nuevo
si no podéis echar una mano
porque los tiempos están cambiando.

Fragmento de The times they are a-changin’ (Los tiempos están cambiando), 1964.

Como una piedra rodante

Y ya con los vasos nuevamente llenos de ron, Chuy tomaba la palabra y nos contaba que fue en esos primeros años sesenta cuando, en su tránsito diario como trovador por Greenwich Village, Dylan conoció a los poetas beat. Este encuentro determinó aún más su visión literaria, la que se impregnó de una fuerza contracultural más incisiva, repleta de una ironía y un sarcasmo agudos y mordientes. Dylan se relacionó con Jack Kerouac, Neal Cassady, William Burroughs, Herbert Huncke, John Clellon Holmes y Allen Ginsberg; se inspiraba en ellos, pero a la vez ellos veían en él al mejor portavoz generacional, sorprendiéndose de su capacidad de captar la agitación, la desorientación, los desamparos y los ideales de aquellos convulsos sesenta.

Lejos, entre el fin de la puesta del sol y el fallido redoblar de la medianoche,
nos zambullimos dentro de los portales, el trueno fue a estrellarse
como majestuosas campanas de pestillos que golpean las sombras en los sonidos
que dan la impresión de ser repiques de libertad intermitente.

Fragmento de Chimes of Freedom (Repiques de libertad), 1964.

En 1965 Dylan rompió el molde de los singles o discos sencillos destinados a ser transmitidos por la radio comercial y duraban como máximo tres minutos; con sus más de seis minutos de duración la canción Like a rolling stone (Como una piedra rodante) cambió los esquemas, conquistó el territorio del rock y marcó la ruptura generacional de los sesenta, más que cualquier novela, obra de teatro o película. El poeta estadounidense David Henderson, dijo que Like a rolling stone no era una canción, sino “una epopeya”. “Y nosotros estamos de acuerdo”, les decíamos a las muchachas.

Hubo una época en la cual te vestías muy bien,
arrojabas una moneda a los vagos, en tu plenitud.
¿No es verdad?
La gente te advertía: “Ten cuidado, muñeca, puedes caer”,
pero tú pensabas que todos ellos estaban bromeando.
Acostumbrabas reírte
de todos aquellos que andaban por ahí,
ahora ya no hablas tan alto,
ahora no pareces tan orgullosa
de tener que mendigar tu siguiente comida.
¿Cómo se siente?
¿Cómo se siente?
Estar sin hogar
como una completa desconocida,
como una piedra que rueda.
Fuiste a la mejor escuela, muy bien, señorita solitaria,
pero sabes que ahí solo fuiste mimada,
nadie jamás te enseñó a vivir en la calle y
ahora te encuentras con que vas a tener
que acostumbrarte.
Dijiste que jamás te comprometerías
con el vagabundo misterioso, pero ahora te das cuenta
que él no vende coartadas
mientras penetras en el vacío de sus ojos
y le preguntas: ¿Quieres hacer un trato?
¿Cómo se siente?
¿Cómo se siente?
Ser tu misma
sin un rumbo determinado,
como una completa desconocida,
como una piedra rodante
Tú nunca volteaste a ver las muecas
de los malabaristas y los payasos
cuando todos ellos venían y hacían trucos para ti.
Nunca entendiste que no es bueno
dejar que otra gente reciba los golpes que son para ti,
acostumbrabas cabalgar en el caballo cromado
con tu diplomático
quien cargaba sobre sus hombros a un gato siamés.
¿No es duro cuando descubres
que él no estaba donde debía estar
después de que te robó todo lo que pudo?
¿Cómo se siente?
¿Cómo se siente?
estar completamente sola,
sin saber el camino a casa,
ser una completa desconocida,
como una piedra rodante.
Princesa en el pedestal y toda la gente bonita
beben y piensan que ya la hicieron
intercambian toda clase de preciosos regalos y cosas
pero mejor hubieras cuidado tu anillo de diamantes,
mejor lo hubieras empeñado, nena.
Solías burlarte tanto
de Napoleón en harapos y el lenguaje que utilizaba,
vete con él ahora, te llama, no puedes rehusarte,
cuando nada tienes, nada tienes que perder
ahora eres invisible, no tienes secretos que ocultar.
¿Cómo se siente?
¿Cómo se siente?
depender solo de ti
sin un rumbo determinado,
como una completa desconocida,
como una piedra rodante.

Like a rolling stone (Como una piedra rodante), 1965.

Lanzada en 1965, Like a rolling stone fue la canción que catapultó a Bob Dylan a la categoría de estrella del rock luego de que los críticos consideraran su combinación de distintos elementos musicales como “revolucionaria”.

Dylan

Probablemente esta sea la canción más conocida de Bob Dylan, y por su duración, estilo y musicalización es una de sus canciones más influyentes. La revista Rolling Stone declaró que “ninguna otra canción pop ha retado y transformado tan completamente las reglas comerciales y las convenciones artísticas de su época”. El 2004 esta misma revista la declaró como la mejor canción pop rock de todos los tiempos, a partir de una encuesta a 172 personalidades de la industria musical.

Se dice que Bob Dylan cambió el folk por el rock maravillado por el ímpetu desenfadado y juvenil de los Beatles, los Rolling Stones y toda la tropa británica que desembarcó con un éxito monumental en Estados Unidos durante la llamada Invasión Inglesa. “Pero yo no sé mucho de eso”, puntualizaba Chuy.

Y en este punto yo entraba al relevo y les comentaba que uno de los ejemplos más relevantes de la influencia de Bob Dylan en el campo de la música lo encontrábamos nada menos que en los mismísimos Beatles.

Cuando los Beatles conocieron a Bob Dylan

Resulta que –les decía– el viernes 28 de agosto de 1964 Bob Dylan y los Beatles se reunieron por primera vez, en el hotel Delmónico de Nueva York, gracias a la mediación del periodista Al Aronowitz, que era amigo de ambos. Se dice que en esa ocasión Dylan introdujo a los Beatles en los secretos de la mariguana, ya que ellos hasta entonces solo habían experimentado con anfetaminas para soportar el intenso ritmo de trabajo.

La leyenda cuenta que mientras estaban en su “viaje”, Dylan le dijo a los Beatles que debían escribir letras más profundas e introspectivas, y no las tontas melodías de amor que hasta entonces hacían. Este comentario caló hondo en el Cuarteto de Liverpool, especialmente en John Lennon, ya que a partir de este encuentro la perspectiva de Lennon, Harrison y McCartney como compositores de temas pop cambió en forma radical. A partir de su encuentro con Dylan, poco a poco el sonido ramplón y meloso de los primeros discos de los Beatles se fue transformando en algo más profundo, y como los Beatles eran “más famosos que Jesucristo” hubo un efecto dominó que hizo que innumerables bandas de rock también empezaran a componer de otro modo, elevándose muchísimo los niveles de las letras.

En agosto de 1965, los Beatles publicaron el álbum Help (Auxilio), banda sonora de su segunda película, que contiene un par de temas con el toque dylanniano: You’ve got to hide your love away (Tienes que esconder tu amor) escrita por John Lennon, y I need you (Te necesito) de George Harrison. Pero será el álbum Rubber Soul (Alma de hule, puesto a la venta en diciembre del 65) el trabajo que pone en evidencia el cambio definitivo en la estética Beatle, pues aquí se nota claramente que el cuarteto había sido influenciado notablemente por Dylan, así como por las asociaciones libres, las líneas alternativas de pensamiento y la percepción alterada que les brindaban sus experimentos con la cannabis y el LSD. En los dos años siguientes los Beatles produjeron Revolver (1966) y el paradigmático Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band (1967), que para muchos entendidos es el mejor disco de la historia del rock. Y todo fue una avalancha que dio inicio a partir del encuentro con Bob Dylan y el toque compartido. Pero definitivamente no fueron las drogas las que marcaron el cambio, sino la influencia artística de Bob Dylan.

“Pero no vayan a pensar que los Beatles no dejaron ninguna huella en Bob Dylan”, les decía.

Durante su segunda visita a Londres, Bob Dylan acudió a una presentación de los Beatles y quedó impresionado. Luego de observar desde el back-stage la actuación del Cuarteto de Liverpool, Dylan decidió que ya era tiempo de electrificar su música y compró una guitarra eléctrica; regresó a Nueva York con su aspecto cambiado, vistiendo prendas de Carnaby Street, botas tipo beatle y gafas oscuras, con lo cual sorprendió a sus fans, quienes percibieron que algo estaba sucediendo.

Ya en el disco The freewheelin’ Bob Dylan (1963) algunos de los temas mostraban ciertos influjos de rock and roll. Lo mismo ocurre en The times they are a-changin’ (1964) y en su cuarto álbum Another side of Bob Dylan (1964). Sin embargo, en 1965 aparecen los signos definitivos del cambio, producto de la “colisión” de estas dos grandes fuerzas creativas. Bob Dylan comienza la grabación de su nuevo álbum Bringing it all back home (1965) en el cual incluye temas rock como Subterranean homesick blues y Maggie’s farm, entre otros. Con este álbum Dylan provocó el rechazo de los puristas del folk que lo consideraron un desvío en su música, pero no sospechaban que el siguiente disco confirmaría el paso total a las filas del rock.

En julio del 65 se pone a la venta el sencillo Like a rolling stone y Dylan se presenta en el Festival de música folk de Newport con una banda “eléctrica”, sin su característica guitarra acústica. Inicia su presentación con Like a rolling stone y los folkie’s lo abuchean y lo llaman traidor, incluso le gritan “Judas”. No pueden creer que haya cambiado el folk por el rock.

En medio de las críticas, se publica el álbum Highway 61 revisited (1965), que escala hasta el puesto 3 en América y el 4 en Inglaterra. Like a rolling stone, que es su primer corte, llega a ocupar el puesto 2 en los Estados Unidos y el 4 en Inglaterra.

El disco Highway 61 revisited constituyó el giro definitivo, el cambio de rumbo, el punto de inflexión de la música de rock and roll, que a partir de aquí perdería su roll y comenzaría a ser llamada simplemente rock. A partir de ese momento, las canciones de rock pasan a tener contenido más interesante, lo que elevaría a esta música a la categoría de arte.

Con su sonido circense, de folk-blues-rock acelerado, sin olvidar las baladas al piano, los álbumes Highway 61 revisited y el posterior Blonde on blonde (1966) elevaron a la música popular a lo más alto del universo cultural. Allí donde antes había un joven folkie lanzando dardos surgía un merodeador que documentaba las emociones de la extraña realidad.

Mucha gente, especialmente los adultos, se dieron cuenta de que el rock había dejado de ser solo una música para bailar o una manifestación de rebeldía, y se había convertido en un medio de expresión, de difusión del pensamiento, arma de reivindicación. Cantantes y bandas fueron influenciados en el acto y la calidad de sus trabajos mejoró considerablemente. Este influjo se extenderá incluso durante las siguientes décadas, llegando hasta nuestros días.

De ese tamaño es la influencia y la importancia de Bob Dylan en la música.

Una dura lluvia va a caer

Por su parte Luis, en su papel de maestro de Literatura, nos contaba que a partir de una melancolía sonora que bucea en las raíces del folk, el góspel o el country, Bob Dylan había creado un universo repleto de símbolos del pasado y evocaciones; que en sus canciones la historia norteamericana se despliega a través de postales ocres, repletas de personajes anónimos; que sus letras son un retrato espiritual del reverso del sueño americano y del imparable paso del tiempo.

Oh, ¿dónde has estado,
mi querido hijo de ojos azules?,
¿dónde has estado,
mi joven querido?
He tropezado con la ladera
de doce brumosas montañas,
he andado y me he arrastrado
en seis autopistas curvadas,
he andado en medio
de siete bosques sombríos,
he estado delante
de una docena de océanos muertos,
me he adentrado diez mil millas
en la boca de un cementerio,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
Oh, ¿y qué viste,
mi hijo de ojos azules?
Oh, ¿qué viste,
mi joven querido?
Vi lobos salvajes alrededor
de un recién nacido,
vi una autopista de diamantes
que nadie usaba,
vi una rama negra
goteando sangre todavía fresca,
vi una habitación llena de hombres
cuyos martillos sangraban,
vi una blanca escalera
cubierta de agua,
vi diez mil oradores
cuyas lenguas estaban rotas,
vi pistolas y espadas
en manos de niños,
y es dura, es dura,
es dura, y es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
[…]
¿Y ahora qué harás,
mi hijo preferido?
¿Y ahora qué harás,
mi joven querido?
Voy a regresar afuera
antes que la lluvia comience a caer,
caminaré hacia el abismo
del más profundo bosque negro,
donde la gente es mucha
y sus manos están vacías,
donde el veneno
contamina sus aguas,
donde el hogar en el valle
encuentra el desaliento de la sucia prisión,
y la cara del verdugo
está siempre bien escondida,
donde el hambre amenaza,
donde las almas están olvidadas,
donde el negro es el color,
y ninguno el número,
y lo contaré, lo diré, lo pensaré
y lo respiraré,
y lo reflejaré desde la montaña
para que todas las almas puedan verlo,
luego me mantendré sobre el océano
hasta que comience a hundirme,
pero sabré bien mi canción
antes de empezar a cantarla,
y es dura, es dura,
es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.

Fragmento de A hard rain’s a gonna fall (Una dura lluvia va a caer), 1963.

Considerada como “la mejor canción de protesta escrita por el mejor autor de protesta de todos los tiempos” por la revista Rolling Stone, Una dura lluvia va a caer, pieza de siete minutos, habla de un padre que le pregunta a sus hijos qué ven y estos le describen un mundo apocalíptico. “Cada línea es el principio de una canción en sí misma”, explicó Dylan en la época de su lanzamiento (1963). Pero al escribirla no creyó tener suficiente tiempo para escribir cada una de ellas “así que las puse todas juntas en esta”.

La influencia y trascendencia de Bob Dylan

Pues fíjense que –les decíamos a las chicas– dentro del terreno musical, Lou Reed, Jimi Hendrix, Bono, Neil Young, Bruce Springsteen, Tom Petty, The Beatles, Van Morrison, Leonard Cohen, David Bowie, Bryan Ferry, Roger Waters, Ian Hunter, Paul Simon, David Gilmour, Nick Cave, Keith Richards, Patti Smith, Iggy Pop, Ronnie Wood, Billy Joel y Tom Waits, entre muchos otros, han reconocido la influencia de Dylan en su propio trabajo y la importancia del autor de Like a rolling stone en la música contemporánea.

También los cantautores españoles Joaquín Sabina y Enrique Bunbury, así como el argentino Andrés Calamaro, quien participó en una gira por España con él en 1999, se sienten influenciados por su música y legado. Charly García y León Gieco han reconocido la influencia de Bob Dylan e incluso fueron los músicos con los que Dylan dio el recital en el estadio del Club Atlético Vélez Sarsfield (Buenos Aires) durante su gira del 2008 por el continente Americano.

Y claro, en México los mejores ejemplos de la influencia dylaniana son los cantautores Rockdrigo González y Jaime López, así como el escritor José Agustín, “que sí les gustan”, les decíamos a las muchachas. Y ya encarrilado el gato, les comentábamos que la influencia de Dylan no se reducía solo al terreno musical.

Se ha descrito a Bob Dylan como una de las figuras más influyentes del siglo XX no solo en el terreno de lo musical sino también en lo cultural.

Fue incluido en el especial Time 100: The Most Important People of the Century, donde fue definido como “maestro poeta, crítico social cáustico e intrépido espíritu guía de la generación contracultural”. En 2004 se le elevó a la segunda posición de la lista de los mejores artistas de todos los tiempos en la revista Rolling Stone, solo detrás de los Beatles.

Las letras de Dylan incorporaron una gran variedad de temas sociales, políticos, filosóficos y literarios que desafiaron la música pop convencional existente y apelaron generalmente a la contracultura emergente en la época. Influido por Woody Guthrie, Robert Johnson y Hank Williams, Dylan amplió y personalizó géneros musicales a lo largo de cinco décadas de carrera musical, en las que ha explorado la tradición musical estadounidense con el folk, el blues, el country, el góspel, el rock and roll y el rockabilly, así como la música folk inglesa, escocesa e irlandesa, pasando por el jazz y el swing; aportó técnicas líricas cada vez más sofisticadas a la música folk de comienzos de la década de 1960, infundiéndole “el intelectualismo de la literatura y poesía clásicas”.

Cuando Dylan pasó de la música acústica al folk rock, creó un nuevo género y la mezcla fue aún más compleja. Para muchos críticos, el mayor logro de Dylan fue la síntesis cultural que ejemplifica su trilogía de álbumes de mediados de los sesenta: Bringing It all back home, Highway 61 revisited y Blonde on blonde.

Ramón nos decía que entre finales de 1964 y el verano de 1966 Dylan creó una obra que sigue siendo única. Sobre las bases del folk, del blues, del country, del R&B, del rock and roll, del góspel, del beat británico, de la poesía simbolista, modernista y beat, del surrealismo y del dadaísmo, e incorporando la jerga popular y el comentario social, Fellini y el Mad Magazine, forjó una coherente y original voz y visión artística. La belleza de estos álbumes conserva el poder del impacto y del consuelo.

Una muestra del legado de la sofisticación verbal de Dylan fue la creciente atención que iba recibiendo por parte de críticos literarios. El profesor Christopher Ricks publicó un análisis de 500 páginas sobre el trabajo de Dylan, citándolo en el contexto de autores como T. S. Eliot, Keats y Alfred Tennyson. El laureado poeta de Gran Bretaña Andrew Motion sugirió también que las letras de Bob Dylan deberían estudiarse en la escuela como poesía.

La medida en que se estudia el trabajo de Bob Dylan a nivel académico se demostró en su septuagésimo cumpleaños, el 24 de mayo de 2011, cuando tres universidades organizaron simposios sobre su obra. La Universidad de Maguncia, la Universidad de Viena y la Universidad de Brístol invitaron a críticos literarios e historiadores culturales para dar ponencias sobre diversos aspectos de la producción dylaniana. Otros eventos, incluyendo actuaciones de bandas tributo y foros de discusión, tuvieron lugar de forma simultánea a lo largo del mundo.

En este mismo contexto, Bob Dylan ya había figurado varias veces entre los nominados al Premio Nobel de Literatura.

Además, Ramón nos daba una explicación muy interesante y muy precisa acerca de la influencia de Bob Dylan en la obra de “El Jefe” Bruce Springsteen, a quien en sus inicios trataron de promover como “El nuevo Bob Dylan”.

Y como a pesar de tantos argumentos las chicas no daban muestras de estar muy convencidas de las bondades de la música y letras de Bob Dylan, nos sacábamos de la chistera el tirito mayor, es decir, su obra literaria.

Tarántula

Tarántula es la primera y única novela de Bob Dylan, escrita en prosa poética entre 1965 y 1966, está clasificada en el subgénero de literatura experimental y en ella Dylan utiliza el monólogo interior moderno (stream of consciousness) en un estilo similar a Jack Kerouac, William S. Burroughs y Allen Ginsberg.

Estaba previsto que esta obra literaria fuera publicada en 1966, pero el accidente de moto que sufrió Dylan en julio de ese año retrasó su salida al mercado.

Dylan

Los primeros 50 ejemplares fueron impresos por Albion, una imprenta underground en San Francisco, a mediados de 1965. Numerosas versiones pirata del libro estuvieron circulando en el mercado negro hasta que fue publicado oficialmente en 1971, siendo menospreciado y atacado duramente por la crítica tanto literaria como musical, que compararon la obra con las notas escritas por Dylan para los discos grabados en ese mismo periodo, Bringing it all back home y Highway 61 revisited, y la consideraron un proyecto fallido.

Posteriormente, en algunas entrevistas Dylan diría que Tarántula era un libro que nunca había pretendido del todo escribir: “Las cosas estaban fuera de control en aquel momento. No fue nunca mi intención escribir un libro”. Llegó a compararlo con el libro de John Lennon En su propia letra, e insinuar que su antiguo manager Albert Grossman negoció el acuerdo para publicar el libro sin que él hubiese dado su pleno consentimiento.

En 2003, la revista Spin publicó un artículo llamado “Las cinco frases más ininteligibles sacadas de libros escritos por estrellas del rock”. Dylan ocupó el primer lugar con una línea de Tarántula: “No es el momento de hacer el tonto, así que ponte tus botas y salta dentro de una papelera con forma de payaso”.

A principios del siglo XXI, Tarántula fue reeditado en inglés, y traducido al castellano, francés, portugués, croata y checo.

Y como Tarántula resulta una lectura iniciática imprescindible para comprender el imaginario dylaniano, les leíamos algún fragmento a las muchachas:

Paraíso, carretera resbaladiza y María brevemente Regordeta mamá de Afrodita, me inclino ante ti, y con loca eternidad sexual en mi sombra vegetal, yo, secándome las manos en el cuello del caballo. El caballo eructa y tú del hermano mayor de Indiana, el que te azota con su cinturón, y tú que no buscas una razón a tu tortura, y yo quiero tu lengua horizontal, dentro del Reflejo, el perfecto juicio final y estas crueles pesadillas en las que los albañiles me presentan horrorosos contactos y los Hermanos Marx gruñen NO QUIERO TU SABIDURÍA y tus muslos están medio despiertos y yo tan Harto tan Harto de estos amantes en papeles Bíblicos. “¿Así que tú estás aquí para salvar el mundo? ¡Impostor, freak, eres una contradicción! ¡Tienes miedo de admitir que eres una contradicción! ¡Conduces a la gente por el camino equivocado! ¡Tienes los pies grandes y acabarás tropezando contigo y toda la gente a la que has engañado te recogerá! ¡No tienes respuestas! ¡Solo has encontrado una manera de pasar el tiempo! Sin eso, estarías marchitándote y no serías nada. Tienes miedo de no ser nada. Estás bien cogido. ¡Te tiene bien cogido!” Estoy tan Harto de la gente Bíblica. Son como aceite de ricino, como rabinos, y ahora deseo Tus ojos. Tú que no quieres hablar de ningún asunto y suministras negrura a mi mente QUIERO TUS OJOS y tu risa y tu esclavitud… No hay riesgo de borrachera; soy un egipcio de confianza. Di adiós al marine.

Hola. Acabo de llegar. Un viaje terrible. Había un hombrecillo con un ratón blanco que no me ha quitado los ojos de encima en todo el viaje. Jesús era guapo. ¿Hay algún buen abogado por aquí? Iré a verte pronto. Primero tengo que comer.

Sinceramente tuyo,

Gabacho

Definitivamente, Tarántula es una experiencia no apta para cardiacos, pero lectura obligada para incondicionales y acólitos, sin duda. Tiene un ritmo alucinatorio, beat y trepidante: es Dylan en estado puro. Detrás del torrente ácido de la escritura automática hay toda una poética implícita, una manera de narrar y embelesar los oídos escupiendo suciedad y angustia existencial. Música para leer, aunque no una música hermosa. No siempre, por lo menos.

Todo esto y más les decíamos a las muchachas, sin embargo, el amanecer nos sorprendía sin que lográramos convencerlas. Ellas seguían montadas en su macho y no daban su brazo a torcer. “Pongan la música que quieran, nada más a Bob Dylan no”, nos repetían. Y su argumento principal era que no les gustaba su voz aguda y nasal. “Su voz me desespera”, comentaba Nena. “Me saca de mis casillas”, decía Carla.

El Premio Nobel de Literatura

Y esas dos posturas encontradas volvieron a manifestarse el pasado 13 de octubre, cuando se anunció que el Premio Nobel de Literatura 2016 había sido otorgado al cantautor Bob Dylan (Robert Allen Zimmerman es su nombre real). La noticia sacudió los cimientos culturales y ha generado grandes polémicas, con el mismo furor de hace más de medio siglo, cuando Dylan cambió la guitarra acústica por la guitarra eléctrica y con su voz punzante hizo retumbar el mundo con la arrolladora canción Like a rolling stone, un torrente literario que no dejó indiferente a nadie y que le cambió la cara al rock.

La noticia de que Bob Dylan fue el ganador del Premio Nobel de Literatura 2016 tomó a muchos por sorpresa, no solo porque desbancó a otros favoritos desde hace años –entre ellos, el novelista japonés Haruki Murakami, el keniano Ngugi wa Thiong’o o el destacado poeta sirio Adonis–, sino porque por primera vez el galardón máximo de la literatura fue a manos de un compositor de canciones.

Bob Dylan se convirtió en el primer compositor galardonado con el Premio Nobel de Literatura por su trayectoria musical y no precisamente por una obra literaria propiamente dicha. Si en años anteriores la Academia Sueca había provocado estupefacción por premiar a autores poco conocidos y de geografías lejanas, en esta ocasión el revuelo ha sido generado por el “género”.

Mucha gente asegura que la Academia le dio el premio a Dylan no por sus hazañas poéticas, sino por cuestiones políticas; y ha tenido que enfrentar los reclamos de quienes esperaban que el premio fuera para un “literato puro”.

En el anuncio oficial, la vocera de la Academia Sueca destacó que el jurado había valorado al músico, de 75 años y toda una leyenda del rock, por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense. Es un premio a la tradición de habla inglesa, de la poesía de los letristas”. Así justificó la Academia Sueca el Nobel de Literatura otorgado a Bob Dylan.

Hace años que Dylan venía figurando en las listas que especulaban sobre los potenciales ganadores del Premio Nobel de Literatura, pero muchos expertos pensaban que la Academia no incursionaría en un género popular como el rock.

A la hora de responder sobre si este premio representa una ampliación radical en los criterios de selección de la Academia, Sara Danius, secretaria permanente, señaló: “Puede parecer así, pero si miramos para atrás, bien atrás, uno descubre a los poetas griegos Homero y Safo, que escribieron textos poéticos o piezas que estaban hechas para ser escuchadas, representadas, a veces acompañadas con música. Y aún hoy leemos a Homero y a Safo y los disfrutamos. Es lo mismo con Bob Dylan: puede ser escuchado y debe ser leído”.

“Por primera vez en la historia del Nobel de Literatura, la gente no correrá a las librerías sino a las tiendas de discos”, comentó el periodista Fernando Navarro en una nota publicada en el diario El País de España.

“Si uno quiere empezar a escuchar o leer a Dylan, debería iniciarse con Blonde on blonde, el disco de 1966 que tiene varios clásicos y es un ejemplo extraordinario de su brillante modelo de rima, de su armado de estribillos y de su pensamiento pictórico”, opinó la secretaria de la Academia Sara Danius.

“Bob Dylan es a la poesía de la segunda mitad del siglo XX lo que Ezra Pound fue a la primera. Al lado de él las estrellas consagradas del oficio de poeta, y no solo los anglos Ted Hughes, Seamus Heaney, sino también Brodsky, Walcott e incluso la Szymborska parecen mausoleos... Oírlo es conmocionante y de eso son testigos millones, pero leerlo lo es aún más. Un autor de la generación beat lo calificó de shakespeareano y en realidad su manera de sacarle al habla común las resonancias más hondas y amplias, más cómicas y desoladoras, más oníricas y lúcidas, es la herencia de Shakespeare en Dylan”, señaló Raúl Zurita en el artículo “Golpeando las puertas del cielo”, publicado en el diario El Mercurio de Argentina, el domingo 2 de julio de 2006.

Según ha declarado el poeta chileno Nicanor Parra, solo por tres versos de la canción Tombstone Blues, incluida en el disco Highway 61 revisited, Dylan se merece el Nobel: “Mamá está en la fábrica / no tiene zapatos / papá está en el callejón / está buscando un fusible / yo estoy en las calles / con el blues de Tombstone”. “Es realismo real, con la fábrica, el callejón y la cocina, donde está el niño solo con los blues”, ha dicho Parra.

Con Dylan basta leer a un solo personaje de los que aparecen En la calle de la desolación (On Desolation Row) para estar ya en la historia mayor de la literatura:

Están vendiendo postales del ahorcamiento,
están pintando los pasaportes de color pardo,
el salón de belleza está lleno de marineros,
el circo ha llegado a la ciudad,
allí viene el ciego de la junta municipal,
lo han puesto en estado hipnótico,
una mano la tiene atada al equilibrista,
la otra está en sus calzoncillos
y el pelotón de motines está inquieto,
necesita ir a algún sitio,
mientras la dama y yo vigilamos esta noche
desde la calle de la desolación.
Cenicienta parece tan disoluta,
coge a cualquiera para conocerlo, sonríe
y pone sus manos en los bolsillos traseros
estilo Bette Davis.
y luego viene Romeo quejándose:
“Creo que me perteneces”
y alguien dice:
“Estás en el sitio equivocado,
amigo, será mejor que te largues”,
y lo único que se oye
después de irse las ambulancias
es a Cenicienta barriendo
en la calle de la desolación.
Ahora la luna está casi escondida,
las estrellas se empiezan a ocultar,
incluso la dama adivina
ha hecho confidenciales todas sus cosas,
todos, excepto Caín y Abel
y el jorobado de Notre-Dame,
están haciendo el amor
o esperando que llueva,
y el buen samaritano se está vistiendo,
está preparándose para el show,
va a ir esta noche al carnaval
en la calle de la desolación.

Fragmento de On Desolation Row (En la calle de la desolación), 1965.

Por esa calle de la desolación vamos pasando finalmente todos, la humanidad entera, porque la obra de Dylan es también una gran cita de toda la historia de la literatura, desde la Biblia hasta Dante, desde Chaucer hasta Rimbaud, desde Melville hasta Keruac, con la particularidad de que en su poesía ese inmenso patrimonio aparece siempre cobijado por la música.

El compositor y cantante español Joaquín Sabina, ferviente admirador de Dylan, en su canción Peces de ciudad, publicada en el álbum Dímelo en la calle (2002), hace una referencia a On Desolation Row con la estrofa:

En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad.
Pero en Desolation Row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar.

El propio Allen Ginsberg fue el que más defendió la obra de Bob Dylan como un legado literario influyente, que el día de hoy se estudia en algunas universidades y tiene varios ensayos de análisis.

De hecho, las primeras noticias acerca de la candidatura de Dylan al Nobel empezaron a llegar en 1996 cuando se organizó en Estocolmo un comité de campaña, apoyado por Ginsberg y Gordon Ball, profesor de la Universidad de Virginia. Ginsberg afirmaba: “Dylan es uno de los más grandes bardos y juglares norteamericanos del siglo XX y sus palabras han influido en varias generaciones de hombres y mujeres de todo el mundo”.

Y Ball, por su lado, escribió: “Dylan ha devuelto la poesía de nuestra época a su transmisión primordial a través del cuerpo, revivió la tradición de los trovadores. Un buen ejemplo de todo esto es un disco como Blood on tracks (1975). Para explicarse todas las grietas sentimentales del amor, uno puede leer los relatos De qué hablamos cuando hablamos de amor de Raymond Carver, pero también puede coger este álbum de diez composiciones y bucear en sus letras para dar con huellas emocionales que explican los sinsabores del alma humana”.

Pero frente a la polémica sobre si Bob Dylan merece el Premio Nobel de Literatura más que novelistas, cuentistas, poetas o dramaturgos de prestigio, se da una realidad: no hay en la actualidad una manifestación literaria tan importante y popular como las letras de las canciones Blowin’ in the wind, Like a rolling stone y The times they are a-changin’, las cuales van más allá de la música y son un referente cultural de ya varias generaciones de ciudadanos comunes, de músicos e incluso de muchos literatos.

Incluso la mayoría de los que afirman que el premio es una exageración reconocen que Dylan es un ícono de la cultura popular, un símbolo de la resistencia de los años sesenta, un combativo letrista de altos vuelos, que a través de sus canciones salió en defensa de los derechos de los negros, proclamaba la libertad y se oponía a las guerras.

En las últimas décadas, también muchos detractores le han situado en el ocaso de su carrera, lejos de esos años dorados de bardo divino. Pero, en todo este tiempo, realmente, el veterano compositor ha dado frutos conmovedores en discos como Time out of mind (1997), Love and theft (2001), Modern times (2006), o en los tres más recientes: Tempest (2012), Shadows in the night (2015), Fallen angels (2016).

Sin embargo, actualmente Dyland no quiere saber nada de su influencia imponente en la música popular contemporánea o en las letras norteamericanas. No quiere detenerse ni un segundo en preguntarse si es tan valioso para la cultura y el arte como Picasso o John Ford, tal y como no se cansan de decirle.

Crónicas

Bob Dylan siempre ha huido de su propio mito, tal y como lo demostró en su libro de memorias titulado Crónicas, el cual está lleno de trampas o licencias literarias y no tiene nada de autobiografía al uso y sí mucho de literatura; en este libro Dylan hace un repaso desordenado y fascinante por algunos recuerdos de su vida.

Dylan

Crónicas. Volumen 1 (Chronicles. Volume One, Global Rhythm, 2005), es la primera entrega de la autobiografía de Bob Dylan (se anuncian dos más, pero no se sabe para cuándo). Está estructurado en cinco capítulos. Los dos primeros hablan de su llegada a Nueva York, allá p or 1961, y de la forja de su personalidad artística. El tercero habla de una rockstar abrumada por la fama, a finales de los sesenta y principios de los setenta, que buscaba la manera de destruir su personaje y salvar su familia. El cuarto retrata la grabación del disco Oh Mercy (1989) en Nueva Orleans, y en él describe los cementerios de esa ciudad: “El pasado no se aleja tan deprisa en esos sitios. Da igual si uno lleva mucho tiempo muerto. Las almas, los espíritus decididos a llegar a alguna parte corren hacia la luz; casi se alcanza a oír su resuello entrecortado”. El quinto capítulo se centra en 1959 y 1960, cuando un joven Dylan, hambriento de folk y de mundo, preparaba en Minneapolis su inminente asalto neoyorquino.

En este fabuloso relato circular, Dylan se dedica a describir sus desengaños y puntos débiles con la misma claridad que alaba a sus héroes musicales Robert Johnson, Hank Williams, Woody Guthrie, Joe Tex, Irma Thomas y... Harry Belafonte, entre otras sorpresas.

Celebremos el Nobel de Literatura otorgado a Bob Dylan con la reivindicación de su libro de memorias. Unas crónicas aleatorias en las que Robert Zimmerman estableció, también aquí, una marca difícil de superar. Una biografía que no lo es en su sentido estricto, sino un texto-tesoro que merece ser redescubierto... Y leído.

Un artista del trapecio

Esquivo e imprevisible, Dylan hace historia al ser el primer músico que consigue el Premio Nobel de Literatura. Ya en 1965, cuando la prensa norteamericana le calificaba del gran poeta de su tiempo, el músico decía: “No me llamo poeta porque no me gusta la palabra. Soy un artista del trapecio”.

Durante más de medio siglo, su paso por el trapecio ha sido un irrepetible ejemplo para muchos artistas y personas de todo el mundo que reconocen una deuda con sus letras, con su visión del mundo. Bruce Springsteen dijo una vez: “Si Elvis Presley liberaba tu cuerpo, Bob Dylan liberaba tu mente”. Esa capacidad, al alcance de los mejores creadores, es esencia misma de la mejor literatura, de la más trascendente y admirable obra artística.

O como dijera la Academia Sueca al mencionar la razón por la cual decidió otorgar el galardón literario al músico: “Por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”.

¿Pero realmente es una sorpresa que Bob Dylan haya recibido el Premio Nobel de Literatura?

Premios y nominaciones

A lo largo de su carrera, Bob Dylan ha sido reconocido y honrado por sus composiciones, interpretaciones y grabaciones; ha recibido una cantidad impresionante de premios y reconocimientos que dan testimonio de su importancia y trascendencia en la cultura popular del siglo XX y lo que va del XXI.

Sus discos le han valido varios Grammys, Globos de Oro y premios de la Academia (el Óscar), y su nombre se halla en el Salón de la Fama del Rock and Roll, el Salón de la Fama de Compositores de Nashville y el Salón de la Fama de los Compositores de Estados Unidos.

En 1988 el Rock and Roll Hall of Fame listó cinco canciones suyas entre las 500 canciones que dieron forma al rock and roll: Blowin' in the wind, The times they are a-changin’, Like a rolling stone, Subterranean homesick blues y Tangled up in blue.

En enero de 1990, fue investido Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministro de Cultura de Francia, Jack Lang.

Dylan

En 1999, fue incluido en la lista de las cien personas más influyentes del siglo XX elaborada por la revista Time.

En el año 2000, ganó el Polar Music Prize de la Real Academia Sueca de Música.

En 2004 alcanzó el segundo puesto en la lista de los cien mejores artistas de todos los tiempos elaborada por la revista Rolling Stone, solo después de The Beatles.

El 13 de junio de 2007 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, y un año después recibió un reconocimiento honorario del Premio Pulitzer por su “profundo impacto en la música popular y en la cultura norteamericana, marcado por sus composiciones líricas de extraordinario poder poético”.

En 2009 recibió los Honores de la National Medal of Arts.

En mayo de 2012, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad por parte del presidente Barack Obama.

En 2013 fue nombrado Miembro Honorífico de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.

Ha recibido el Doctorado Honorario en Música por parte de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey (1970) y por la Universidad de Saint Andrews, Escocia (2004).

En este contexto, desde 1996 diversos autores y académicos habían nominado a Dylan para la candidatura del Premio Nobel de Literatura, galardón que finalmente le fue otorgado este año.

A ver qué opinan ahora las muchachas. Me pregunto: ¿Si volviéramos a reunirnos volverían a decirnos: “Pongan la música que quieran, nada más a Bob Dylan no”?

¿Bob Dylan merece el Premio Nobel de Literatura?

The answer, my friend, is blowin’ in the wind…

Pero ahora que finalmente la Academia Sueca decidió premiar a Bob Dylan, ojalá pronto también sea reconocido el trabajo de Leonard Cohen… o el de Tom Waits… o el de Nick Caves… Ya que nunca se lo otorgaron a Jim Morrison… Y bueno, ya que estamos soñando, ojalá algún día también decidan otorgarle el premio a un compositor en lengua española… ahí están Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Joaquín Sabina como buenas opciones para recibirlo.

Y bueno, mi hijo se llama Diland, ¿qué más puedo decir?

28 de octubre de 2016


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