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Chiste triste

Rolando Revagliatti Argentina

Personajes:
Mujer
Anciano
Mujer de 50 años que se sostiene la cabeza
Muchacha
Monja
Hombre que habla solo
Hombre 1
Hombre 2
Anciana
Mujer 2
Mujeriego
Mujer que no habla
Mujer 1
Hijo
Caballero español
Mozo

Escenario: A foro, el frente de una confitería. Una amplia puerta, al medio. En un cartel enorme sobre la puerta se lee: “Confitería Grand”. Delante del decorado, una confitería de balneario. Escalinatas. Y en ellas, simétricamente dispuestas, catorce mesitas redondas con una silla cada una, todas de frente al espectador. En cada silla un personaje. Otra mesita, la única desocupada, tiene dos sillas, ambas de frente, en proscenio y en el medio.

En cada mesita hay lo siguiente:

Mujer: Gran helado.
Anciano: Gaseosa.
Mesita Desocupada: Cenicero.
Mujer de 50 años que se sostiene la cabeza: Té con leche; apartado, como si ya lo hubiese bebido. Un sánguche de pan pebete comido hasta la mitad.
Muchacha: Gran copón de cerveza.
Monja: Merengue con crema. Leche chocolatada.
Hombre que habla solo: Platito con aceitunas. Palillero con escarbadientes. (Y un micrófono.)
Hombre 1: Vermut con ingredientes.
Hombre 2: Vermut con ingredientes.
Anciana: Ginebra.
Mujer 2: Sidra. Pan dulce.
Mujeriego: Whisky con hielo.
Mujer que no habla: Agua mineral.
Mujer 1: Sidra.
Hijo: Cognac.

Distribución de izquierda a derecha:

Primera hilera: Mujer - Anciano - Mujer de 50 años que se sostiene la cabeza - Muchacha.

Segunda hilera: Monja - Hombre que habla solo - Hombre 1 - Hombre 2 - Anciana.

Tercera hilera: Mujer 2 - Mujeriego - Mujer que no habla - Mujer 1 - Hijo.

Características de algunos personajes, detalles de indumentaria y de comportamiento:

Hombre que habla solo: Sesenta y cinco años. Pucho en la boca. Habla solo, de modo ininteligible, durante todo el transcurso de la representación; excepto, por ejemplo, cuando cree oír a su imaginario interlocutor —tal vez, más de uno—, con el cual reflexiona y también discute. Una que otra palabra podría ser captada. Hostilidad y recelo son los matices predominantes en su actitud. Sin embargo, aquí y allá, aparecen también fugaces rasgos simpáticos y cordiales. Está sentado a la única mesa en la que en su centro hay inserto (como un elemento natural, propio de ella) un micrófono (no conectado —a sala— sino recién en instancia determinada). Desde luego, este personaje “ignora” ese micrófono, “no lo ve”, para él no existe, “no habla por él” ni antes ni después de conectado.

Mujer 2: Cuarenta y cinco años. Gordita.

Mujeriego: Lee un largo pergamino.

Mujer que no habla: Acciones que realiza:

  1. Se saca los lentes de contacto. Los guarda en el estuche. Se coloca una gota de colirio en cada ojo. Se pone anteojos de mucho aumento y con color.
  2. Se coloca gotas en la nariz.
  3. Consulta el reloj (de hombre). Ingiere una cápsula.
  4. Se echa aire con el vaporizador para el asma.
  5. Se pone una pastilla en la boca.
  6. Seca su transpiración con un pañuelito.
  7. Observa detenidamente su rostro en un espejito.
  8. Se saca algún anillo con dificultad. Masajea el dedo dolorido. Guarda el anillo en un monedero. Busca en la cartera. Saca otro anillo. Se lo pone en el mismo dedo.
  9. Saca de la cartera un carretel de hilo de coser. Corta una porción de hilo. Guarda el carretel en la cartera. Pasa el hilo entre un par de dientes. Lo observa. Repite la operación. Tira el hilo. Recorre con la lengua el sitio en cuestión.

Mujer 1: Cuarenta años. Muy gorda.

Hijo: Siete años. Bien vestidito, pulcro, peinado. Serio.

Caballero español: Sesenta años. Atildado. Apuesto. Elegante. Pero decadente. Corbata lujosa, algo abuchonada, con alfiler de corbata. Chaleco. Zapatos relucientes.

Se oye al Hombre que habla solo.

Mujer 2: ¡Mozo!

Hombre 2: ¡Mozo!

Mujeriego: “Teresa Clara A., 31, separada, bien. Olga Zulema H., 23, soltera, bien. Mayo 75: Alicia J., unos cuarenta, dos hijas, muy bien. Estela P., 34, viuda, doble equis. Junio 75: Esther Olga, unos treinta, soltera, mal. Adriana M., 49, regular, de pie.”

Anciano: Es tan inocente. ¿Cómo se los puedo mostrar? Se peina solo, se alisa. Entro al baño, lo descubro, y él sigue, está en lo suyo. ¿Les conté lo de los animales?... ¡Ay, le gusta calcar! Calca. Es lo que más le gusta. Le piden dos y hace ocho. ¡Qué rico!... La maestra, se ve, él me dice, le pide un ave y un mamífero, una vaca. O le pide un pescado. Y él prepara las cosas, los útiles, tiene varias plumas ya, la tinta, la... la tinta china; se esmera ¿no?, quiere ser prolijo, y el papel..., con el papel... Es lo único que le gusta. Es una ceremonia, se ilumina, llena los cuadernos, se aplica, lo hace con un entusiasmo, que mirá que él no, pero con una aplicación... Es voluntad, tiene voluntad. Para eso. Los países... Calca países. Ríos, lagunas... Me salió... Pero mirá, hojas y hojas. Puros felicitados. Ay... cómo... La maestra debe estar sorprendida. La maestra debe estar sorprendida.

Aparece el Caballero español por la puerta de la Confitería. Observa.

Monja: La Navidad la paso con él. Él, organiza el banquete; yo: como. Yo clavo los dientes, yo muerdo; él bendice el pan y el puchero; las manzanas y los omeletes, el jamón y la sopa; la tarta de cada día y el turrón, la soda, las pastas, el borgoña; la remolacha, la hostia, el dulce de leche del flan. Como si fuera música yo oigo la comida, el condumio. La paso con él. En paz. ¡Mozo!...

El Caballero español va hacia la Mujer 2.

Caballero español: Señorita: usted está sola y yo estoy solo. Me agradaría invitarla a beber... otra copa.

Mujer 2: No, no, muchas gracias, no.

Caballero español: Pero, señorita... Usted está sola y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

Mujer 2: No, lo siento, gracias.

Caballero español: Pues discúlpeme usted. (Pausa. Al Mujeriego.) Señor: usted está solo y yo estoy solo. Me agradaría invitarlo a beber una copa.

Mujeriego: ¿Eh?... No, mire... Otro día.

Caballero español: Pero, señor... Usted está solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

Mujeriego: Porque... No. Decididamente.

Caballero español: Pues discúlpeme usted. (Queda observando a la Mujer que no habla.)

Mujer: ¡Fue una noche espléndida, espléndida, mamá! ¡Nos trataron tan bien! Más que correctamente. Siempre pensé que así tendría que ser. Nos pasaron a buscar. A las tres a la casa. Las madres de ellas los conocieron. Y una hasta lo hizo entrar, mamá. Lástima que vos no conociste a mi..., a este joven. En buena posición. En muy buena posición. No, no... A mí me gustaría... No, no, mamá, no, no es... No, no es... profesional. En buena, en una sólida posición económica. Me lo dio a entender; no creas que me lo dijo, que se vendió. Y muy discreto. Los tres. No, no me dejé tocar. No me tocó, nada. Al cruzar. Eran amagues, gestos... “Por aquí, así...”, al bajar. “Cuidado con el ruedo del vestido.” Por el roce, mamá...: los escalones. Las tres en una gran confitería. Que no parece de afuera. Confitería. De muchísimo lujo. Y mozos... Eso es... ¿de librea?... Atildados, de hablar bajo, de caminar en silencio. Todos. Una verdadera clase social. Nosotras relucíamos, mamita. ¡Ay, tanto esperar, y no me viste! Pero no creas, tratamos de que no se notara que era nuestra primera vez. Tuvimos aplomo, te diré, aunque claro, nos sentíamos observadas... Pero no creas, ¡estábamos muy elegantes nosotras también! Las señoras nos miraban... al entrar. Nosotras. Viste, mamá, siempre miran. Se mira. Estábamos tan dichosas, ¡tan inmensamente chochas...! Eh...: gratificadas. ¡Champagne, nos sirvieron champagne helado maravilloso! Y uno contó el estacionamiento. Del champagne. La conversación... animada, ajustada, sobria. Nosotras nos deleitamos. Al principio, un poquitín tensas. Es lógico. Había que afrontar una conversación. Todas modulábamos, elegíamos las palabras adecuadas... Sobrias también. Los modales... Nosotras... Habrías... Te hubieras... ¡Ay, te hubieras sentido orgullosa de tu hija! Y de las amigas de tu hija. Y quiero que lo estés. No te amargues..., ya vas a caminar... Vamos a salir de esta. Siempre hemos salido adelante. Mientras yo tenga fuerzas... Y belleza. Una sana belleza. Una clara... actitud. Pero sí, mamá, me agrada. ¡Cómo no estar agradada! Cómo no estar ilusionada si volverá a llamarme y concertaremos una nueva cita, tal vez solos... Pero... no seas así... debemos conversar en soledad. Mamá: no quiere decir apartados, absolutamente solos. ¡Oh, soy tu hija!... Quiere decir, que podremos volver a esa confitería o a... algún otro sitio público similar, y conversar..., en fin..., se dan otros temas, se es más profundo, en fin..., se charla más en particular, en fin..., una está más en todo lo que se dice. ¡Si vos me vieras!... Atendida, considerada. Respetada, mamá, lo que vos querés.

El Caballero español va hacia la Mujer 1.

Caballero español: Señorita: usted está sola y yo estoy solo. Me agradaría invitarla a beber... otra copa.

Mujer 1: Muy gentil. Pero no me será posible aceptarla.

Caballero español: Pero, señorita... Usted está sola y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

Mujer 1: Es que no... Le ruego. Créame. Se lo agradezco. Pero no.

Caballero español: Pues discúlpeme usted.

Mujer 1: Por favor.

El Caballero español va hacia el Hijo.

Caballero español: Niño: tú estás solo y yo estoy solo. Me agradaría invitarte a beber otra copa.

Hijo (sin mirarlo): ¡No quiero!

El Caballero español queda turbado.

Hombre 1: Va a volver.

Hombre 2: Va a necesitar volver algún día.

Hombre 1: ¿Está seguro?

Hombre 2: Va a necesitar volver un día de estos.

Hombre 1: ¿Cómo sabe?

Hombre 2: ¡Si no voy a saberlo yo!

Hombre 1: ¿Y por qué?

Hombre 2: ¡Si lo conoceré!

Hombre 1: ¿Usted es pariente?

Hombre 2: ¡¡¿Pariente?!!

Hombre 1: Sí. ¿Usted, es...?

Hombre 2: ¡Habráse visto!

Hombre 1: Bueno, ¿es?

Hombre 2: Tupé como el suyo... Pero, si yo soy...

Hombre 1: ¿A ver?

Hombre 2: ¡Ah, no, insolente, no me provoque!

Hombre 1: Siga, siga.

Hombre 2: ¡Si lo sabré yo!

Hombre 1: ¿Qué?

Hombre 2: Que va a volver.

Hombre 1: Eso dije.

Hombre 2: Sí.

Hombre 1: Sí.

Hombre 2: Lo recuerdo.

Hombre 1: Me alegro.

Hombre 2: Perfectamente.

Hombre 1: Dije solo que iba a volver.

Hombre 2: Me temo...

Hombre 1: Yo también.

Hombre 2: No... Yo iba a decir... No importa. “Temerás a tu Dios como a ti mismo.”

Hombre 1: ¡Mozo!

Hombre 2: ¡Mozo!

Hombre 1: ¡Mozo!

Hombre 2: ¡Mozo!

Hombre 1: ¡Este mozo!...

Hombre 2: U otro.

Hombre 1: Sí.

Caballero español (al Hijo): Pero, niño... Tú estás solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

Hijo (sin mirarlo): ¡No quiero!

Caballero español: Pues discúlpame tú. Usted. (Pausa. A la Anciana.) Señora: usted está sola y yo estoy solo. Me agradaría invitarla a beber una copa.

Anciana: ¡Otras querrán parir de ustedes!... ¡Machos crueles más machos dulces! ¡Brrrrhh!... ¡Qué frío! Solo los viejitos se agolpan en mi cancel; los muchachitos haraganean, pierden la memoria. ¡Soy arisca a parir, sépanlo!...

Caballero español: Pues discúlpeme usted.

El Caballero español va hacia la Muchacha.

Muchacha: Anoche, me hubiera visto correr bajo la lluvia... Bueno, no sé en qué se transformó. Empezamos a correr —yo estaba con el mozo de “Orfebre”—, para correr, por embromar. Él me quiere como a una novia, yo andaba tirada y él estaba simpático, chistoso. Salió lo de las cosquillas, que oí decir, se decía en otro tiempo, que quienes tenían más cosquillas eran más apasionados, más... Salió de eso que se me da por hacerle. Lo empiezo a correr por la recova. Llovía, no había nadie... Se me empieza a escapar. Ni lo había agarrado que, de pronto, él se arma y se pone como yo, me enfrenta como para él correrme y se me viene encima. Me le escapo; y era desconcertante pero me adapté; no me gustaba demasiado pero me era confiable, y todavía con un resto de divertida, de diversión, le sigo el juego. ¡Qué...! ¡Me avivo!... Me estaba persiguiendo. Él a mí. Sin juego. Me estaba persiguiendo de verdad, me perseguía no sé para qué pero con violencia. Le grité basta, le dije basta, terminá, cornudo; no muy alto porque ni podía, y además estaba cansada, todo por la recova, pero ya la otra cuadra; y bueno, basta, y él seguía... y él seguía obstinado, había perdido la razón. Corrí hacia la pieza..., digo... plaza; llovía fuerte, fue un ratito. Me agarró. Me abrazó por detrás, me apretó. Primero con furia, como mal. Y por ahí, ¡plafff!..., no sabía qué hacer conmigo, le dio vergüenza, no aflojó mucho los brazos; ya me tenía de frente, aflojó, pero los brazos eran dos estacas, derechos, duros y sin manos; agrandó los ojos, no me podía mirar. En realidad, estaba fuera de sí, como había estado fuera de sí, pero ahora con terror.

El Caballero español va hacia el Anciano.

Caballero español: Señor: usted está solo y yo estoy solo. Me agradaría invitarlo a beber una copa.

Anciano: ¡¿Qué?! ¡Ni pienso!...

Caballero español: Pero, señor... Usted está solo y yo estoy solo. ¿Por qué no podríamos beber una copa?

Anciano: ¡Ya le dije!

Caballero español: Pues discúlpeme usted. (Queda demudado.)

Mujeriego: “Julio 78: Dolores S., 35, casada, cuatro hijos, un balazo, España, doble equis. Marta G. R., 16, soltera, muy bien. Agosto 78: Silvina Lilian D., 41, separada, triste. Vilma Sonia Electra de V., 69, divorciada, maravilloso. Paulina D. C., 25, soltera, genial, Brasil, doble equis.”

El Caballero español va hacia el Hombre 1. (Sostendrá con el Hombre 1 primero y con el Hombre 2 después, diálogos semejantes a los que ya ha mantenido —en estos casos: cordiales—; diálogos que se llevan a cabo sin sonido. Esto empezará a ocurrir al tiempo que se inicia el siguiente diálogo entre la Mujer 1 y la Mujer 2.)

Mujer 1: Estoy muy apretada, enloquecida de prudencia.

Mujer 2: ¿Fuiste al doctor?

Mujer 1: No me revisó. No me dijo qué tenía.

Mujer 2: ¿Te dio algo?

Mujer 1: Nada.

Mujer 2: ¿Análisis?

Mujer 1: Me miró a los ojos. Tiene lindos ojos el doctor.

Mujer 2: Homeópata.

Mujer 1: Sí, antes análisis. En ayunas. Todavía no sabemos el resultado. Después la medicación. ¿Querés hora?

Mujer 2: Bueno...; si es bueno...

Mujer 1: Me sube una cosa... No, no me sube... Algo no me baja. El corsé...

Mujer 2: Hay que aligerarse. Sí, hay que aligerarse.

Mujer 1: Me miré en un espejo. Sorprendida. En el techo.

Mujer 2: ¿Un espejo en el techo?

Mujer 1: En el techo.

Mujer 2: ¿Un espejo?

Mujer 1: La última vez. Hace mucho. Era yo.

Mujer 2: ¿Y cómo?

Mujer 1: ¿Y esa era yo? Sorprendida.

Mujer 2: Aclará.

Mujer 1: ¡Y era yo!... No sentía. No me llegaba bien. O yo.

Mujer 2: Estabas... Ah, vos estabas...

Mujer 1: Él: un mimbre.

Mujer 2: Voy a ir.

Mujer 1: Despatarrados. Sonreía. Lo miré.

Mujer 2: Escuchame. Voy a ir.

Mujer 1: Mi corpiño tiene seis broches.

Mujer 2: Pedime hora.

Mujer 1: Él me levantó los mundos con los brazos: “¡Qué poema desmesurado!”, me dijo.

Mujer 2: ¿Te vas a acordar?... Los ojos... ¿de qué color?...

Mujer 1: El introito anduvo bien, lo menos específico. Yo sobresalía de mí. Y ahora no me quepo.

Mujer 2: ¡Seis broches!

Mujer 1: Exacto.

El Caballero español va hacia la Mujer.

Caballero español: Señorita, usted...

Mujer: Muchas gracias. Pero no acostumbro.

Caballero español: Pero, señorita... Usted...

Mujer: Por favor, no insista.

Caballero español: Pues discúlpeme usted.

El Caballero español se sienta en una de las sillas de la mesa desocupada.

Mujer de 50 años que se sostiene la cabeza: Clavada. Quedaré. Clavada. Esta cara que se me puso. Con esta cara que se me puso... Cara de extrañarte. Sucedáneo. Imposible reír. Reaccionar. Los fantasmas vienen a caballo. Diversos. Nunca llegan y siempre vienen. (Llama:) ¡Mozo!... Estrellada. Quedaré. Estrellada. Una estrella.

El Caballero español enciende un cigarrillo. Fuma.

Mujeriego: “Diciembre 82: Dora K., 59, viuda, muy bien. Celina Ch., unos cuarenta y cinco, virgen, bien. Beatriz Laura R., 34, soltera, bien, doble equis. Total: Veintinueve. Enero 83: Mirta Luisa, 27, soltera, intrascendente. Nené (Adela; nombre falso), 50, regular, doble equis.”

Hombre 1: Se clama inútilmente.

Hombre 2: Eso digo.

Hombre 1: Lo solidario, ¿eh? ¿Qué decir de lo solidario? ¿Qué decir?

Hombre 2: Poco. ¿Qué?...

Hombre 1: Seguramente.

Hombre 2: Y mucho menos de la pedestre generosidad, de la amplitud del espíritu.

Hombre 1: Menos, menos.

Hombre 2: La estrechez de miras concomitante de una verdadera realización humana y lo humano desarraigado de lo concomitante.

Hombre 1: Así será.

Hombre 2: Es que... ¿por qué no es de otra manera?

Hombre 1: Y...

Hombre 2: ¿Por qué?

Hombre 1: ¡Ese es el tema!

Hombre 2: D. H. Lawrence, Proust, Keyserling, Celine, Krishnamurti, Rabelais...: ¡Magos! ¡Magos!...

Hombre 1: ¡Los leí, los leí!

Hombre 2: Le creo.

Hombre 1: ¡La tempestuosidad de las pasiones!: obra de la civilización.

Hombre 2: La...

Hombre 1: Justamente. ¿Y a qué conduce?... El ardor, la extinción de lo inmisericorde.

Hombre 2: ¿A qué conduce?

Hombre 1: No conduce.

Hombre 2: Y entonces...: detenidos.

Hombre 1: Afincados.

Hombre 2: Pesados. Amorfos. Dóciles.

Hombre 1: Usted y yo...

Hombre 2: Nos queremos.

Hombre 1: Parecido.

Hombre 2: Débilmente.

Hombre 1: Críticos.

Hombre 2: ¡Mozo!...

Hombre 1: Austeros. Sensatos, exageradamente.

Hombre 2: ¡Mozo! De una sola pieza.

Hombre 1: ¿No viene?... Inmarcesibles, sin embargo.

Hombre 2: No.

Aparece el Mozo por la puerta de la Confitería. Va hacia la mesa donde está el Caballero español. Se sienta en la otra silla. Se incorpora. Va hacia la mesa donde está el Hombre que habla solo. Conecta el micrófono. Vuelve a sentarse. Se oye al Hombre que habla solo (ahora también por los parlantes que hay colocados en platea). Disminuye la luz. Hasta la oscuridad total. Continúa oyéndose al Hombre que habla solo.

Telón.


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