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Bird & Chet

Lucrecio Petra del Real

Una sesión antológica arrebatada al aire. Un encuentro —que hoy resulta de leyenda— que un parroquiano consagrado al acontecer musical rescató del olvido y evitó que solo unos cuantos lo recordaran y que, a la larga, nomás quedara como anécdota narrada en las críticas del momento.

Inglewood Jam: Bird & Chet, 1952. Una rara joya grabada en vivo en el Trade Winds Restaurant, un recinto frecuentado por los músicos de blues y jazz de la época y sus escuchas. La he disfrutado varias veces esta tarde. La oigo y la escucho y leo sobre esa memorable sesión que por fortuna quedó grabada. Voy a otros momentos de ambos músicos. Regreso a ese verano de 1952. La vuelvo a escuchar, una vez más.

Qué ojo el de Charlie Parker para contratar a Chet Baker de entre decenas de trompetistas, o mejor dicho qué oído, qué colmillo del experimentado maestro para incorporar al entonces aprendiz al grupo de grandes músicos que lo acompañaban, de ahí surgió esta joya. Baker literalmente en ese momento se inició en la escena formal del jazz, nada menos que al lado del Bird genial, por supuesto por su talento y por su estilo lento y preciso que Parker apreció.

Cuentan que Bird quedó impresionado con la manera de tocar de Chet, incluso cuando volvió a Nueva York tanto a Miles Davis como a Dizzy Gillespie les advirtió: “Aguas, cuídense de ese chavo blanco que toca la trompeta”. Miles de por sí rechazaba con furia el consabido racismo, en una entrevista destacó que los negros solo eran respetados si estaban arriba de un cuadrilátero dándose golpes o arriba de un escenario tocando jazz… y encima —decía— en esos ámbitos siempre buscaban o inventaban un ídolo blanco que diera la competencia. Para Miles, Chet aparecía en uno de esos momentos. Si bien basado en su prejuicio, Davis nunca pudo ver bien a Baker, siempre lo odió.

Pero volviendo a la sesión de nuestros dos íconos, hay que explicar que su encuentro posee aún más magia, pues en su origen fue una grabación inesperada. Un acólito del jazz que frecuentaba los clubes donde se daban los conciertos —Bob Andrews, vecino del Orange County— tuvo acceso con su grabadora la noche que Bird y Chet se presentaron.

Andrews fundaría el sello Recordville en Redondo Beach, California, y a él se debe este disco-documento convertido en una verdadera gema.

El mágico encuentro se da cuando Charlie Parker está en la cúspide de su carrera (tres años antes de su muerte), en tanto que Chet Baker es un desconocido que aún no grababa ningún disco, si bien ya había levantado rumores tocando aquí y allá.

Ambos genios se cruzan en ese encuentro y lo demás es leyenda. Baker contaba con 22 años y Parker tenía 32. Este ya era legendario (más de veinte discos grabados) y aquel apenas comenzaba (tocando entre los desvelados de los antros nocturnos de Los Ángeles).

Acaso ya sea una referencia recurrente: Era el 29 de mayo del 52, Chet se entera que Bird realiza audiciones porque su trompetista se había ido en medio de una gira. Faltaban varias fechas para culminar la gira. Las audiciones eran en el Club Tiffany. Chet se apresuró todo lo que pudo pero de cualquier forma llegó tarde. Bird ya había escuchado a varios trompetistas. El club estaba en penumbra menos el escenario, cuando Chet se sentó para visualizar lo que pasaba, “vi a Bird volando en pleno blues”.1 Se quedó sentado un momento mirando alrededor, reconoció a varios trompetistas de entre los que acudieron a la audición; enseguida vio que alguien se acercaba a Bird y le decía algo. Chet estaba nervioso y en ese momento Bird dio unos pasos a la orilla del escenario y preguntó con un grito: “¿Está Chet Baker ahí?”

Bird se saltó a un montón de trompetistas que estaban esperando su turno, algunos con mayor experiencia que Chet y capaces de leer cualquier partitura, como lo recordaría en sus memorias. Chet no sabía leer música, de niño había recibido nociones básicas en un conservatorio de Glendale, California… pero la educación formal no era su fuerte, podía más la intuición. Subió al escenario y tocó, con Bird, dos temas que fueron suficientes para que Charlie Parker anunciara que la audición había terminado. Chet pasaba a ser parte de la banda de Bird para completar la gira.

El 16 de junio de 1952 tocaron en el Trade Winds Restaurant, de Inglewood, California, donde se grabó en vivo este maravilloso disco que desde entonces es una preciada rareza. A Bird & Chet les acompañaba un sobresaliente grupo de músicos. Esa grabación quedó registrada con Charlie Parker (saxo alto) al frente; Chet Baker (trompeta y clarinete); Sonny Criss (saxo alto); Harry Babasin (contrabajo); Al Haig (piano); Larance Marable (batería), todos ellos magistrales pioneros del bebop, ritmo al que (dicen los críticos) Chet dio un vuelco por su manera suave de tocar y más adelante, por su estilo despreocupado, se adentraría de un modo orgánico al cool jazz.

Una iniciación, la de Chet Baker, que los críticos no le han regateado reconocimiento al señalarla como gloriosa. Así comenzó su brillante carrera, llena sin embargo de negras profundidades (por la heroína), pero con grandes momentos como estos que siguen siendo oro puro.

Nota:

1 De las memorias de Chet Baker: As Though I Had Wings.


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