 
                    Una vez caminé con los ojos cerrados
y no tropecé por pura suerte
En cosa de cinco pasos aparecí 
a un costado de la sopa hirviendo
Una vez caminé con los ojos cerrados 
Mi madre     que olía a jabón     me sirvió de norte
Al verme pasar quizás pensó     Este niño tonto
o     Qué se le va a hacer     es mío y lo quiero
Una vez caminé con los ojos cerrados
era entonces huérfano de oscuridades 
Cuánta luz y tibieza tras los párpados
aquel día de jabón y sopa hirviendo y mamá en casa.
El taller de las angustias
trabaja para todos sin distingos
reparte a cada cual allá en la infancia
la pieza lastimosa que le toca
(un jarrón rebosante de vacíos
una taza de peltre sin sosiego) 
Suertudo quien la tiene y no se entera
Dichoso quien la rompe sin quebrarse.