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Estrés docente en tiempos de pandemia

asunto que importa a unos pocos

Juan Manuel Ortega Partida | Yésica Cecilia Núñez Berber

Estrés: Sentimientos subjetivos y respuestas psicológicas
que resultan de las condiciones del espacio de trabajo (u otro)
y que ponen al individuo en una posición de no poder afrontar
o responder adecuadamente a las demandas que se le hacen.
Organización Mundial de la Salud

Resumen

El indicador de productividad, eficiencia y eficacia de la vida académica es una constante en las tareas escolares. La modernización de los servicios educativos de la segunda década del siglo XXI nos conduce a un modelo de aseguramiento de la calidad a partir de indicadores de desempeño académico que son recíprocos al estrés docente.

El estrés es un factor de riesgo que conduce a una pérdida del sentido de lo que se hace o se trabaja para vivir. La ansiedad, los trastornos cardiovasculares, el desorden alimenticio, los cambios de humor, la intolerancia y la depresión, son manifestaciones biopsíquicas de los trabajadores sometidos a presión por las instancias de supervisión. Acto del que no se pueden sustraer los docentes de la Universidad de Guadalajara.

Es un hecho que en estos tiempos de pandemia la carga de trabajo y en entorno psicobiológico adverso, así como el sistema organizativo instrumental, inducen un factor de riesgo para el profesorado. El reconocimiento (visualización) de este problema es indispensable para que se instrumenten estrategias de prevención para atender y eliminar este problema.

En el nivel medio superior se trabaja mayoritariamente con profesores de asignatura y, por lo tanto, el número de grupos y cantidad de alumnos que se atiende es mayor, esto sin contar la diversidad de unidades de aprendizaje que imparten, por lo que estos elementos predicen por ese sólo hecho el estrés docente y con ello una causa desencadenante de conflictos en la salud de los profesores.

Palabras clave: Estrés, docente, evaluación.


Introducción

El estrés es una categoría de análisis consolidada en la literatura médica y profesional docente a partir de la década de los años treinta del siglo pasado. El propósito de realizar una aproximación a esta problemática busca iniciar su estudio e identificar las acciones de solución que se han presentado. La actividad educativa implica una gran cantidad de trabajo docente y, en consecuencia, base para potenciar el estrés y síntomas de depresión. El tiempo invertido y el escaso reconocimiento, así como la constante de no saber si se está cumpliendo la nueva expectativa laboral es acentuada por el hecho de estar enfrentado una pandemia.

El docente en el nivel medio superior, salvo contadas excepciones, es el responsable de la enseñanza, del rendimiento del estudiante y del manejo de clases con enfoque disciplinar, el alumno está convencido de que su profesor conoce la asignatura y sabe enseñarla; que ante el proceso formativo es un facilitador, que debe ser flexible, que debe ser exigente en la construcción de conocimiento, pero no tirano, que debe ser condescendiente pero no indolente, debe atender al otro, pero sin sobrepasar el límite, debe comunicar sin insinuar preferencias, debe observar, pero sin molestar sobre todo al género distinto al suyo, debe escuchar, pero debe callar, debe reconocer al estudiante como su jefe, la razón por la que devenga un salario; debe controlar sus emociones cuando sea cuestionado o descalificado por sus alumnos, padres de familia, compañeros y/o autoridades.

El docente, en todos los niveles educativos, debe estar atento y mediar ante el estudiante, cumplir con las exigencias de la administración escolar y atender las exigencias sociales que se le presentan desde el punto vista de la percepción social que modela un perfil o rol docente que se desea debe cumplir.


2020, la catástrofe silenciosa

La pandemia 2020, causada por el virus SARS-CoV-2, manifestada como la enfermedad del síndrome respiratorio agudo de tipo 2, fue motivo de alerta a partir del 31 de diciembre de 2019, pero fue una realidad indiscutible a partir del 11 de marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS), en voz de su director, el doctor Tedros Adhannom Ghebreyesus, convoca a nivel mundial, para que todos los gobiernos den inició a un frente común ante esta crisis sanitaria, donde prevenir la expansión de la enfermedad será el reto global y fundamental.

La noticia de la alerta mundial del Covid-19 tenía paralizada a la segunda economía del mundo, el aislamiento social de los habitantes de la provincia de Wuhan en China era impresionante, pero estaban al otro lado del mundo, no se temía que ese hecho saliera de control.

Desde esta perspectiva, todos los países se comprometen a adoptar medidas para salvar vidas y minimizar el impacto causado por un virus de origen zootécnico que llega al ser humano. El coronavirus, en este sentido, ha puesto en crisis no sólo los servicios hospitalarios, sino la capacidad gubernamental de acordar en consenso una política de control de la movilidad de la población, de estímulo económico, de cierre y posterior reapertura de actividades esenciales y no esenciales. La reconversión hospitalaria fue un hecho, equipo médico para la atención de la población vulnerable, todos a sus casas y con ello la parálisis de la economía inicia su colapso.

No fue sino hasta que el 27 de febrero que se registra el primer caso de una persona contagiada de Covid-19 en México que la preocupación creció, dado que en una semana se tienen 70 casos registrados. El sistema de vigilancia nos invade en todos los ámbitos. El cubrebocas, el lavado de manos, el estornudo de etiqueta y el saludo de codos y con mano en el corazón son impuestas, con un dejo de angustia. Las gotículas, se informa, son la base de la propagación de la enfermedad.

En Jalisco, como acto retador al gobierno federal, entramos en crisis cuando el viernes 13 de marzo a las 13:30 horas se declara que el estado cerrará sus escuelas en ese mismo instante y trabajará en un plan de acción para el inicio del aislamiento social para el martes 17 de marzo. En el plano individual, pronto nos acomodamos a la idea de sana distancia y quédate en casa, sectores vulnerables y de riesgo serían protegidos, los héroes anónimos adquieren rostro y contradictoriamente son maltratados; los médicos, enfermeras y demás profesionales relacionados con el área de la salud son agredidos; el miedo llegó y se apoderó de la población; la desconfianza e incredulidad crecen cada día.

Por otra parte, la actividad docente en la Universidad de Guadalajara no se detiene, avanza el semestre 2020-A que fue reconvertido. En sólo 5 días de preparación (del 17 al 21 de marzo), en el caso de la Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara, migramos ante la pronta y repentina indicación de pasar a la virtualidad, algunos con el desarrollo de los cursos de modalidad en línea a partir del 23 de marzo de 2020.

La situación ha requerido del esfuerzo extra para docentes y alumnos respecto de manejar las plataformas e-learning y las herramientas auxiliares para realizar videoconferencias. El reto salta a la vista, adoptar un diseño instruccional fue la primera evidencia para la homologación de esfuerzos como un todo organizado. El sistema de vigilancia adquiere un nuevo ángulo e inicia para los docentes la sensación de vulnerabilidad, la pérdida de certeza de lo que se hace y de si se hace bien, invade a los profesores.

La decisión causó estrés en todos: alumnos, profesores, personal directivo, administrativo y de servicio; se creía, como en el 2009, que sería asunto de dos semanas, pero pasaron seis de sana distancia, que después es remplazada por la nueva normalidad y se anuncia que debemos cerrar el ciclo escolar en forma virtual; para algunos, la expresión “nadie se queda atrás” se traduce en aquí todos pasan o son promovidos, “nadie reprueba”, ningún estudiante quedará rezagado, acuerdo que resultó ser un regalo de navidad en junio. La decisión se justificaba indicando que era para disminuir el estrés que había entre los estudiantes ante el cambio de lo presencial a lo virtual; también se anunció el ajuste del calendario para el cierre, a efecto de dar un proceso de nivelación a los alumnos, pero del estrés docente nadie habló nada, nadie dijo nada, ni del incremento de horas invertidas en su actividad del proceso de enseñanza-aprendizaje, eso no cuenta, no vale, no es visibilizado.

Los profesores salimos al paso y nos reconvertimos, el espacio de nuestras casas ahora es nuestra oficina, nuestro salón de clase, nuestra aula para las videollamadas; para algunos fue reconvertir la sala y el comedor, para otros, su recámara de esplendor minimalista ahora son sus centros de operación y, con ello, al arribo del ciberespacio como lugar común entre estudiantes, mientras que para otros esto resultaba una oportunidad para iniciarnos como youtubers con la obligada actualización de los equipos personales de cómputo para la elaboración de las grabaciones y para el seguimiento y evaluación de los aprendizajes vía plataforma de Google Classroom.


El Covid-19 y la caída del sistema

En el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) se estableció como uno de los ejes centrales de política educativa la continuidad en la implementación de la Reforma Integral de la Educativa Media Superior (RIEMS), reforma que culminaba con un proceso de certificación de planteles a través de su organismo acreditar conocido por sus iniciales como COPEEMS (Consejo para la Evaluación de la Educación del Tipo Medio Superior, A. C.), que en alineamiento con el Acuerdo Secretarial 442, de fecha 26 de septiembre de 2008, creaba el Padrón de Buena Calidad-SiNEMS, (PPBC-SiNEMS).

El Sistema de Educación Media Superior (SEMS) de la Universidad de Guadalajara, se dijo, fue la institución educativa con el mayor número de planteles que ingresaron en ese Padrón de Escuelas Certificadas con Calidad en el marco de la diversidad. Dicha reforma, para la universidad, había sido una oportunidad de posicionarse como institución de vanguardia, pero la suerte de ese proyecto de reforma caía con el triunfo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). En el 2018 el entonces presidente electo aseguraba que le daría marcha atrás, que de esa reforma “no quedarían ni puntos ni comas”, que buscaría un cambio, porque esa reforma había sostenido una postura hostil hacia el profesorado, principalmente de educación básica y media superior del país.

La RIEMS se colapsaba y no había nada que lo detuviera, se extingue el consejo de acreditación (COPEEMS) y lo que se ganaba como recursos de partidas extraordinarias para equipamiento también desaparecía del proyecto de presupuesto federal del 2019. Un duro golpe, dijeron algunos, para la academia. Ahora, cómo se justificaba tanta burocracia, tanto informe que documentaba el desarrollo de competencias en alumnos y profesores, los planes de estudio actualizados, el modelo educativo centrado en el aprendizaje y no en la enseñanza que era exitoso, que la planeación te convertía en un excelente docente, que el diseño instruccional de la presencialidad relativa a los cuatro momentos del proceso era indestructible, que el momento de apertura o de identificación de saberes previos era la base para potenciar el saber significativo y donde la expansión del conocimiento implicaba el trabajo individual y colaborativo para generar cierres espectaculares que coronaban con productos la evaluación y la colecta de evidencias del desarrollo de competencias.

La caída del sistema por el golpe electoral de 2018 y, luego el Covid-19 han permitido documentar la evidencia de que lo trabajado en más de una década no era el rumbo. Mientras que la mejora del proceso educativo a partir del arribo a las tecnologías del aprendizaje y el trance de una docencia presencial a la educación a partir de pantallas son el camino, pero mientras todos se transformaban pasando de curso mixtos a diseños instruccionales centrados en el aprendizaje activo y personalizado, aquí sólo se documenta y crecemos en exigencias burocráticas, en más y nuevos formatos.


La virtualización y la realidad aumentada de las tareas docentes

Dar los primeros pasos a la era del aprendizaje activo y desarrollar la potencialidad del uso de la web resultaba ser catastrófico, por dónde empezar, todo estaba por hacerse y para tomar decisiones lúcidas había tiempo. La institución, por su parte, daba mensajes contradictorios, los servidores del sistema de universidad virtual daban señas de agotamiento y el SEMS todavía, un año antes, daba evidencias de un robustecimiento; cuando llega la noticia, el SUV te invita a tomar curso intensivos de Moodle, en tanto que el rector general firmaba acuerdos por medio de circulares donde establecía como obligatorio el uso de la suite de Google, “todos a la misma hora por Google Classroom” y, no permitiría el Moodle, a efecto como se dije antes, de homologar la estrategia de aprendizaje en beneficio del joven estudiante. Evitar estrés a la comunicad estudiantil.

La dirección general del SEMS, a través de la Dirección de Educación Propedéutica, nos permite ingresar a la flexibilización del esquema curricular a golpes de Covid-19, se unifican, cuando el planteamiento era diversificar los contenidos de los programas y donde las estrategias adaptativas serían sustituidas por el simplismo de los contenidos disciplinares sin consensos, sin vida colegiada. La tensión docente crecía, sería responsabilidad de las academias reemplazar lo propuesto y se tenían 72 horas para hacer lo que al SEMS le implico 11 semanas, es por ello que se acordó sólo realizar los ajustes mínimos relativos a la trayectoria formativa de cada profesor y al ajuste en los recursos de aprendizaje y petición de forma de los productos de aprendizaje.


Comunidad virtual y ciberaislamiento

De acuerdo con la información proporcionada por el INEGI, en mayo de 2020 el 70.1% de la población de seis años o más en México es usuaria de internet y 20.1 millones de hogares disponen de conexión a internet. Por su parte, el Bachillerato General por Competencias de la Universidad de Guadalajara, vigente desde el 2008, había impulsado el uso de la plataforma Moodle a efecto de realizar los cursos de Tecnologías para el Aprendizaje mediante el uso de esa plataforma y con ello se contaba con experiencia de cursos semipresenciales, mixtos o enriquecidos, lo que permite reconocer que sí se contaba con un techo firme para impulsar el desarrollo de cursos virtuales.

Por su parte, los profesores acreditados por el Profordems contaban con una trayectoria formativa a partir de esta modalidad y donde la certificación de los docentes había sido en la modalidad de revisión de programas y, por lo tanto, se contaba con una base inicial de lo que se presentaría como exigencia del diseño instruccional, de tal forma que sí se contaba con masa crítica para realizar este proyecto de ajuste o reconvención curricular de lo presencial a lo virtual.

El asunto de la virtualidad es apasionante, pero también es estresante, el tiempo no alcanza para todo lo requerido, el docente es ahora su propio jefe, su propio supervisor y las exigencias para hacer un mejor trabajo se incrementan, a pesar de que existe la obligación normativa derivada del Reglamento General de Evaluación y Promoción de Alumnos para realizar una evaluación constante y permanente; el profesor ahora ya no tiene autonomía para desarrollar dicho proceso; el semestre anterior, por acuerdo de las autoridades, todos los estudiantes fueron acreditados, pasando por alto el ejercicio de evaluación continua y formativa llevada a cabo por los docentes, y se tiene la preocupación de que este semestre suceda lo mismo, situación que incrementa el estrés docente al generar una sensación de ser vilipendiados.


Conclusiones

El estrés docente es una realidad que se agudiza ante las estrategias de prestación del servicio educativo virtual en las instituciones. El manejo e-learning es una exigencia que toma por sorpresa a muchos profesores habituados a la presencialidad.

Fue inminente, el ciclo escolar 2020-A, que había iniciado el 16 de enero de 2020 y que llevaba un 50% de avance al 13 de marzo, pasaría a partir del día 23 del mismo mes, a ser trabajado en forma virtual.

La Reforma Integral de Educación Media Superior (RIEMS), que colocaba a la Universidad de Guadalajara como institución de vanguardia, con sus escuelas acreditadas en el “Padrón de calidad” se vio vulnerada con el arribo de la 4T. La abnegación y el trabajo duro que estableció como la garantía del éxito se desvaneció. La caída del sistema nos apresura a la adaptación, pero la pandemia nos rebasó.

La cuarentena, el aislamiento, el Covid-19 nos reconvirtió de la presencialidad a la virtualidad. La creatividad y la innovación para conservar y generar riqueza nos conduce necesariamente a la tesis de que todo problema o debilidad es una oportunidad para salir adelante. En los espacios escolares esto tiene sentido en la medida en que se aseguren las condiciones sociales que nos permitan garantizar un ranking o medición de eficiencia y productividad.

La era del aprendizaje activo nos llega una década después, la virtualidad nos enfrenta y el estrés nos toma por sorpresa, la preocupación para salvaguardar la integridad es para todos, no sólo para el estudiante, el profesor tiene que adaptarse y movilizar sus capacidades y repensar su actividad docente en la soledad del acompañamiento a sus estudiantes a partir de las herramientas de la G Suite for Education.

El estrés docente debe ser reconocido, estudiado y atendido por la institución, esto no es sólo un tema académico de investigación, sino de acción y responsabilidad institucional compartida.


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