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El otro México: Pomuch

Paulina García González

Pomuch, poblado ubicado al sur del estado de Campeche,
preserva una de las tradiciones milenarias más peculiares
del país y del mundo. Esta tradición, proveniente de la
cultura maya, consiste en desenterrar a sus muertos,
limpiarlos y colocarlos en osarios, mismos que cumplen
la función de nichos, situados en el cementerio. Con
ello se busca honrar la memoria de sus antepasados y
preservar su existencia.

Al llegar a Pomuch se respira un viento húmedo y lento. Pareciera como si el tiempo se detuviera en cuadros de imágenes de cine. Observo en el centro de la plaza principal una fuente en donde sobresale un sapo. Entonces le pregunto a Alessander Segovia Haas, (habitante de Pomuch y amigo entrañable de mis compañeros de viaje) qué significa Pomuch y él me responde: “Ahí donde se tuestan los sapos”.

Comenzamos a caminar y el olor a pan y selva llega hacia nosotros. Tomamos asiento en una banca y empezamos a conversar acerca de esta tradición que hasta hace dos días desconocía por completo. Tomo mi teléfono celular y pregunto a Alessander si puedo grabar nuestra conversación, que más que una entrevista, la considero una charla para conocer sobre el ritual que se realiza cada año.

Paulina: ¿Qué me puedes contar acerca de esta tradición?

Alessander (riendo): Pues, estoy pensando... Es una tradición que se realiza un mes antes del día de muertos. Los restos se entierran tres años y a partir del tercer año se sacan de la bóveda, se limpian para el día de muertos y se depositan en osarios.

P: ¿Osarios?

A: Sí, osarios son pequeñas gavetas al aire libre y un mes antes del día de muertos comienza la gente a limpiar los huesos, a colocarles telas nuevas y a pintar el osario.

P: Al aire libre, pero, ¿en una parte de la casa?

A: No, en el cementerio. De hecho el cementerio está completamente al aire libre. Algunos cráneos tienen el cabello largo; es muy singular la tradición, que proviene de los mayas, que se hacía en todo el Camino Real pero que ahora se preservó aquí más que nada.

P: En Pomuch.

A: En Pomuch está más arraigado, se hace un festival de día de muertos el 31 y el 2 de noviembre y últimamente se ha hecho más conocido en todo México, hay varios documentales que hablan sobre esta tradición ancestral.

P: ¿Y también es conocida a nivel mundial?

A: Sí, han participado varios festivales de filmes. Hay de cubanos, de cineastas alemanes. Creo que ahí se explica mejor la cosmovisión de esto que va más allá de nada más limpiar los huesos, que tiene un cierto simbolismo, que los muertos regresan de Xibalbá, el inframundo maya.

A lo largo de la charla caigo en la cuenta de que esta tradición va acompañada de gastronomía con significado, pues se realizan platillos típicos que tienen como simbolismo un ritual de entierro y desentierro, uno de ellos es el pibipollo. Tanto en la gastronomía como en todo el ritual participa toda la familia, porque el objetivo es preservar la tradición. Desenterrar al familiar es una manera de estar con su ancestro e, incluso, los habitantes de Pomuch tienen una plática común con sus antepasados.

A: La creencia es que la persona viene a visitarte y tú quieres que se la pase bien. Hay familias que al lado del altar principal ponen una pequeña silla o banquita como un acto de consideración para el alma solitaria.

P: ¿Alma solitaria?

A: Sí, para las personas que han sido olvidadas por sus familiares. Ponen una silla o una banquita para que no se sientan tan solas. La cuestión es que la vida y la muerte están conectadas. Yo tengo una tía que le decía a un familiar: “Cuando yo me muera quiero que me entierren aquí, para ver pasar a la gente, para que yo no me aburra”. Pero lo dice con toda naturalidad, como si la vida no tuviera ese límite de la muerte. Vas a traspasar el umbral pero vas a seguir siendo igual, claro, ahora vas a vivir en otro plano, pero seguirás.

P: Qué interesante... La muerte no es el fin de la existencia.

A: Exactamente, y muy esperanzador.

P: Y qué diferente al catolicismo, al cristianismo, en donde eres juzgado y te condenan.

A: Aunque de alguna manera hay un sincretismo entre lo católico y lo maya, porque durante la tradición maya existen rezos católicos.

P: Claro.

Luis Trejo (amigo y compañero de viaje, habitante de Campeche): En la casa pasaba que tú ponías la comida en el altar pero no era como que ya la pusiste, ya la puedes comer. Se supone que tienes que esperarte un rato, se hacen los rezos y después de eso los difuntos ya comieron el alma de la comida, ahora ya puedes comer. Ellos van primero. Me imagino que aquí también.

A: Exactamente, no importa cuántas personas, todas van a llegar si las sigues recordando.

El altar de muertos es un altar genealógico, se esperan a todos los familiares de los cuales se han limpiado sus restos. Además, en palabras de Alessander y Luis, esta tradición es una celebración alegre, no es sombría. Muchas personas al momento de recordar lloran, pero es causa de celebración y fiesta en donde se come el pibipollo en familia.

Esta tradición enorgullece a los pobladores de Pomuch. Incluso, en la escuela secundaria hay una materia llamada Preservación de la memoria y la cultura en donde se habla de esta festividad. A los niños y adolescentes habitantes de Pomuch les asombra que existan personas que se interesen en un tema que para ellos es cotidiano.

La vida y la muerte se entremezclan y todo sigue fluyendo. Las personas que creen en esto no tienen miedo a morir, pues la memoria es la que hará que sigan sobreviviendo. La idea general es la permanencia de la existencia y de las cosas. Ya lo decía Octavio Paz: “Somos un pueblo ritual”

A: Lo que estoy diciendo es superficial, es lo que conozco y sé pero hay estudios acerca de todo esto.

P: ¿Qué estudiaste, Alessander?

A: Yo estudié Letras también.


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