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Aprendizajes como docente latina en Rusia

Jazmín Chi


—Привет —dijo ella.

—Здравствуйте! —contestaron ellos.

Saludaron los alumnos a su nueva maestra. Ella extranjera, diferente a ellos, tenían que hablarles de “usted” pues no sabían qué costumbres, tradiciones y maneras eran las correctas en su cultura. En Rusia se saluda a los amigos con “Привет!” pero a ella le tocaba un “Здравствуйте!”

Una latina enseñando a rusos, uzbecos, armenios, tayikos y coreanos. Así que, conforme pasara el tiempo, alumnos y maestra no sólo se dedicarían a aprender, cruzar barreras culturales y entenderse, sino también, indudablemente, a influir los unos en los otros.

Me convertí en maestra previo a mi primer invierno en los márgenes de Siberia. Hubo una escuela que tuvo necesidad de maestros de inglés. Yo me encontraba estudiando una maestría en educación, así que me contrataron para dar clases. Tan sólo éramos dos las maestras extranjeras, una proveniente de China, quien enseñaba chino mandarín, y yo, de México; todos los demás profesores eran locales, así que era de esperarse que cada quien tuviese ideas diferentes los unos de los otros sobre lo que la educación significaba; sin embargo, todos teníamos el mismo objetivo: que el alumno adquiriera el conocimiento que buscaba.

Y para llegar del punto A al punto B, tuvo que haber una serie de aprendizajes, no sólo en los alumnos, sino también en mi vida.

Ponerse frente a un salón de clases lleno de personas con sueños, metas, gustos e ideas tan diversos y encontrar un medio para que todos adquieran un conocimiento específico, aunque parezca fácil no lo es; ahora, sumarle el hecho de tener muchas nacionalidades en un mismo sitio, ¿cómo manejarlo?

Exponerme ante tal diversidad cultural me hizo entender muchas verdades que en nuestra vida diaria pasamos por alto. Te las comparto a continuación.


Todos somos iguales

A veces se nos olvida. Cuando estás ahí, frente a tantos y te das cuenta que a pesar de las diferencias que la sociedad delimita como el idioma o la ciudadanía, todos somos humanos. Esto me llevó a entender que entre todos debemos apoyarnos, que todos somos iguales en todos los aspectos, las diferencias han sido impuestas por patrones sociales arcaicos, sin embargo la realidad es que somos iguales. Ni ellos más, ni yo menos, ni tampoco lo contrario, y al juntar los esfuerzos podemos crear una realidad que nos beneficie a todos.


Todos tenemos sueños

Todos, absolutamente, tenemos sueños. Y si nos encontramos en este mundo del aprendizaje, ya sea como maestro o como alumno, es porque tenemos un sueño y creemos que a través de la impartición o recepción de conocimiento podremos alcanzarlo. Mis alumnos me contaron sus sueños y les dije que yo haría todo lo posible por ayudarles a alcanzarlos a través de enseñarles lo que sabía, pero que ellos tenían que hacer la otra parte del esfuerzo y así fue que, juntos, trabajamos en cumplir esos sueños.


Todos somos capaces

A muchos maestros nos han llegado “casos difíciles” y algunos otros catalogados como “imposibles”, pero la realidad es que cada persona es capaz de alcanzar lo que se propone, solamente necesita guía y esfuerzo, y es ahí donde nosotros como maestros entramos, a quitar esas etiquetas donde muchos creen que no pueden y a buscar la mejor manera de que un alumno aprenda algo para que vea que puede lograr su meta. Esto no sólo le devuelve la confianza en sí mismo al alumno, sino que demuestra a todos aquellos que no creían, que todos somos capaces.


Todos tenemos problemas

No faltaban las caras bajas de vez en vez en la escuela y muchos hasta compartieron lágrimas. Como maestros y dado el tiempo que los alumnos pasan con nosotros, muchas veces nos convertimos en los segundos padres. Si se forma una sana confianza entre todos nosotros, podemos darnos cuenta que cuando tienen problemas deciden acercarse a nosotros. Y es también aquí cuando podemos ayudar a la sociedad al influir y guiar de manera positiva a estas personas. Ayudarles a canalizar sus emociones y aprender del problema que enfrentan son habilidades que van más allá de nuestra labor como docentes, pero viene implícita cuando decidimos serlo.


El sentimiento traspasa las barreras del idioma

Al principio el factor idioma nos quiso detener. Sin embargo, tanto alumnos como maestra hicimos un esfuerzo en el que todos demostramos que el sentimiento es mucho más grande que esas barreras. Las sonrisas y alegrías que se comparten en un salón de clases no siguen reglas de idiomas, pues son universales.


El aprendizaje verdadero se da cuando es intrínseco

Algo que me quedó muy claro fue entender que muchos carecían de motivación para estudiar, y lo hacían porque sus padres los obligaban y era lo que la sociedad demandaba. Sin embargo, todos o la mayoría querían viajar; cuando descubrí este sueño en común, comencé a contarles las historias de mis viajes y, al finalizar, les dije que fue gracias a la educación, becas y premios que recibí que tuve esas oportunidades. Desde ese momento mis alumnos comenzaron a ser más productivos y hubo una sinergia que hizo que al finalizar nuestro periodo muchos ya hubiesen superado los objetivos que teníamos. Cuando, como maestros, encontramos el sueño que motiva a los alumnos, podemos impartir el conocimiento de manera más afable, fácil, y ellos serán más receptivos porque el verdadero aprendizaje siempre se da cuando es intrínseco.


Cada ser humano tiene una manera diferente de adquirir el conocimiento

Al comenzar mi carrera en la docencia creí que todo el mundo adquiría el conocimiento de la misma manera en la que hacemos en Latinoamérica. Sin embargo, al llegar a aquel sitio me di cuenta de que la realidad es diferente. Hay culturas que tienen preferencia por lo auditivo, otras por lo visual, otras por lo práctico. Y dentro de cada clase, cada alumno difiere en la mejor manera de adquirir el conocimiento para cada cual. Entonces, lo que aprendí fue a involucrar diversas maneras de enseñanza dentro del salón de clases, haciendo que cada clase fuera completamente diferente. No sólo el hecho de pararse frente al salón y hablar o poner a copiar, sino envolviéndolos en el sentido práctico de entender que el conocimiento en un papel no les iba a servir en la vida real, sino en sus mentes y con el criterio de saberlo usar. Así se erradicaba la monotonía y todos se involucraban más.


La tolerancia y apertura de mente es indispensable al educar en un ambiente global

Al principio comencé enseñando como se hace en Latinoamérica, sin embargo, al darme cuenta de que mis esfuerzos serían en vano para los alumnos, preferí cambiarlo. Comencé a indagar sobre sus culturas, al mismo tiempo que me sirvió para abrir mis fronteras mentales, y entender por qué no podía al principio captar su atención. Después de eso, y al abrir mi mente a las diferencias, fue que pude dar clases que ellos disfrutaban. Lo curioso fue que lo que cambié fue que, en vez de enfocar la clase en el maestro, la enfoqué en los alumnos y así yo sólo servía de guía, pero ellos creaban sus oportunidades. Al comenzar esto, un hambre y curiosidad de conocimiento comenzó en ellos y a veces había roces culturales, sin embargo cuando comprendía que todo era parte del cómo habían crecido, eso lo poníamos de lado y nos enfocábamos en un mismo objetivo: adquirir conocimiento. Esto nos ahorró muchos malos entendidos y nos propulsó a cumplir con nuestras metas.


Para el conocimiento no existen fronteras

¡Esta es una verdad maravillosa!: “Hola” será siempre “hola” en español, así como 2+2 será siempre 4 y la primavera llega en marzo y el sol sale por las mañanas. Ya está establecido, es un conocimiento que no cambia, lo que sí cambia es la manera como los docentes lo impartimos. La buena noticia es que para esto no existen fronteras y al momento de querer enseñar a alumnos de diversas nacionalidades es importante entenderlo, porque a veces nos complicamos tanto cuando, casi siempre, lo más obvio y simple es la manera en la que se aprende.


Tu vida influye en los demás

Sin duda fue lo que más me marcó. El hecho de tener a tantos corazones frente a mí que me veían no sólo como autoridad sino como ejemplo a seguir, me hizo entender cómo influían mis acciones en su forma de pensar. Así que me di a la tarea de hacer un recuento de mi vida y cambiar los patrones y hábitos que no eran correctos para poder ofrecer lo mejor de mí. Este cambio intrínseco que se dio en mí a partir de mis experiencias como docente no sólo mejoró mi vida, sino que permitió que influyera de manera positiva en ellos, creando un círculo virtuoso para todos.


Hay que disfrutar

Si eres maestro no es posible no disfrutarlo. Porque si ellos ven que no disfrutamos lo que hacemos, ellos crecerán con ese ejemplo de decir “de nada sirve aprender, al fin y al cabo la vida no se disfruta aun teniendo mucho conocimiento”, pero si ellos nos ven felices en lo que hacemos, este será su mayor ejemplo y motivación, pues dirán: “¡Yo quiero vivir feliz como ___________” y pondrán tu nombre y les habrás enseñado, con el ejemplo, que a lo que sea que decidan dedicar su vida, lo importante siempre será que encuentren la manera de disfrutarlo, porque de ahí parte todo.

Ser maestra en el otro lado del mundo, después de todo, no fue tan diferente como lo imaginé, sin embargo, me enseñó tanto. Podemos ver esta profesión como un medio para ganarse la vida, o como una herramienta para influir en las generaciones futuras, dejar un legado a través del conocimiento y enseñar los valores que la sociedad, alrededor del mundo, está perdiendo. Cuando comprendemos que trabajamos con vidas que serán la sociedad que marcará nuestro presente en los años venideros, podemos darnos cuenta de la gran responsabilidad y privilegio que tenemos los maestros.


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