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Entrelíneas Entredicho Entramada

Rubén Hernández Hernández


Física elemental

(a cuerpos traslúcidos) + ( b cuerpos en contacto) = ab
tú y yo iluminamos el viento con brasas de tenaz caricia
cuando el tintinear de la aurora toca en las ventanas
y los abiertos ojos desaprenden del mundo las rutinas.

De ninguna manera lamento
confluir en tus espacios
como una mínima sombra
aterrada en tus resoles.

H2O de agua soy, amor,
para la nervadura de tu fronda,
para el nácar dehiscente de tu fruta primigenia.


Tebesocomoelmundo besa

enlatardeal horizonte.
Tebesoconelmismo gozo
quela lluviabesala tierra.
Tebesotelamo
paraquemialmanose quede
amediasensu vuelo
amediasensu sueño.

Porque el poema
carece de recetas infalibles:
a veces no se cuece,
no se adensa.
Tantas veces su sabor
es de agua turbia.


Copula el sol con la arena

el mar ritma caricias renovadas
de lumínicos orgasmos.

En una duna cercana,
una iguana medita
en su antigüedad
y no se inmuta.

La marea moja los cuerpos,
limpia vestigios de pírricas victorias.

Se bebe aguardiente.
Embriaguez serena al caer la tarde.
Nada pasatodo pasa.
El caos se ordena.


En tu playera roja

aromas de tersura
los verdes senderos
que tus manos convocan.

En tu playera roja
socavas la amargura,
alivias huesos viejos, deseos tartamudos.
Eres canción de amor recién nacido
sobre el musgo pertinaz de marzo.

En tu playera roja
se vuelve al origen adánico del beso
en que la especie se aprende y sobrevive.


Uno amanece como siempre

con inéditas preguntas
y respuestas previsibles.
Uno quisiera imaginar
que una entidad blanca,
purísima o malévolamente
divina, lo puede saber todo.
Pero nada de nada: no hay
plegaria ─perfectamente modulada─
que otorgue calidad a tus confines.

Entonces, lucidez no del todo oxidada,
a pesar de la folclórica desdicha,
uno atina a llenar de aire los pulmones,
la sangre a limpiar el sarro de las venas,
el cuerpo a dorarse desde el inicio de la noche,
el alma a desordenar los amados cajones personales
y el pulcro expediente de los placenteros dieces.

Lo inefable se precisa: aves en el cielo
como ráfagas de luz buscan el verano
que espera al trasponer el horizonte.


A juzgar por la levísima sonrisa

en los labios del suicida
(plato abandonado en mitad de la comida).
Aureola su cuerpo suave brisa.

Tuvo apenas la suerte
de adivinar que no la muerte,
sino desde el principio la vida
(un as de la manga en la partida)
quien le jugó inacabable broma.

Luz tenue de luna que se asoma
con mirada compasiva, al cuerpo inerte
que el tiempo eterno hacia sí revierte:
silente ritmo privilegia su carcoma.

En sus párpados una caricia de polvo aparece,
amorosa contradicción que no desaparece,
el polvo nos acerca y nos extraña
al deshebrar de las horas su maraña.


Me abrazo.

Me palmeo la espalda.
Me lleno la faz de signos venturosos.
Dejo que la luz y el viento serenen mi camino.
Me designo hacedor de prodigios,
pájaro de plumaje iridiscente.
Me reconozco camarada de mí mismo.

Un mar tropical bulle en mi contorno.
Me deslizo en las banquetas.
Me embriago en la alegría.
Me eternizo en el vértigo
de la audacia inconcebible.

Nadie es completamente feliz,
pero en el amor lo intento.


Otra vez escribo lo mismo

que otros, otras veces.
La misma alma ensimismada.

“Desasido de Dios, pero conmigo,
todo yo, pero contigo”.

Olas de lumbre en mirada compartida.
El agua más antigua en las palabras apenas pronunciadas.
Escribo de ti para mí mismo.
Escribo como otros siendo el mismo.


Jumb19

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