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La educación en la ciudad según Paulo Freire

Juan Antonio Castañeda Arellano

Paulo Freire fue un hombre que amó. Él no pudo comprender la vida y la existencia humana sin el amor y sin la búsqueda del conocimiento. Vivió, amó e intentó saber. Por eso mismo, fue un ser constantemente curioso. Paulo Freire vivió muy bien la tensión entre libertad y autoridad. La capacidad de amor es fantástica.

El mundo se reduce, el tiempo se diluye: el ayer se vuelve hoy; el mañana ya está hecho. Todo muy rápido. No hay que vivir la historia como determinismo, hay que vivirla como posibilidad… La mejor manera es asumir nuestro tiempo y asumirlo con lucidez es entender la historia como posibilidad e imposibilidad… el futuro existe en la medida en que yo o nosotros cambiamos el presente. Y es cambiando el presente como la gente fabrica el futuro. El futuro como posibilidad tiene que ver con categorías relacionadas con el amor, la amistad, la trasparencia, la voluntad política.

Para Freire no hay una separación entre lo cognoscitivo y lo afectivo, entre el conocimiento y la alegría. Estamos por una pedagogía de la liberación, por una tarea de la libertad. No estamos por la pedagogía de la flojera, del libertinaje… Por un cuerpo consciente, sensual, lleno de vida. Un cuerpo para amar y amar para ser libre.

La práctica no es la teoría misma. Pero sin ella, la teoría corre el riesgo de perder el “tiempo” de confirmar su propia validez, pero también la posibilidad de rehacerse. La práctica educativa es un elemento fundamental en el rescate de la libertad. Por una alegría en la escuela. La alegría en la escuela, libro de Snyders, es un himno a la alegría. Por una educación atractiva, bella, hermosa, que se integre en la construcción alegre de lo colectivo… Ejercitarse con la imaginación y con los propios sueños. Es natural, por lo tanto, que diariamente vivamos pedazos de alegría y suframos porciones de dolor también.

Sin teoría nos perdemos en medio del camino. Pero, por otro lado, sin práctica nos perdemos en el aire. Solo nos encontraremos en la relación dialéctica, contradictoria, práctica-teoría y, si nos perdemos, a veces al fin nos encontraremos.

La institución educativa que expulsa a los alumnos le llama “deserción escolar”… Una educación para “revertir”, para “renacer” para que los contenidos que se enseñan sean algo vivo y no nociones petrificadas. Que el educar sea tu vicio, que se apodere de ti y que jamás renuncies… Disminuir la distancia entre el discurso y la práctica es un ejercicio que se os impone: coherencia. Hay que disminuir la distancia entre el sueño y la realización.

No hay que dejarse seducir por la tentación de las dicotomías en que nos perdemos y ya no podemos comprender el mundo, como la práctica y la teoría desligadas. Práctica-teoría, saber popular-conocimiento científico, trabajo manual-trabajo intelectual, cultura-naturaleza, conciencia-mundo, lectura de la palabra-lectura del mundo, son algunas de las dicotomías que acostumbramos separar de manera formal y mecánica… Con rabia, legítima rabia ante las injusticias a que son sometidos los harapientos del mundo.

La práctica educativa es todo eso: afectividad, alegría, capacidad científica, dominio técnico al servicio del cambio o, lamentablemente, de la permanencia del hoy.

El proceso de conocer no es neutro ni es indiferente. Es imposible pensar en educación sin pensar en conocimiento. Sin pensar en conocimiento y no en transformación del conocimiento. No podemos entender la lectura de textos sin la comprensión de su contexto. Nunca podemos entender la lectura y la escritura de la palabra sin la “lectura” del mundo que nos empujase a la “reescritura” del mundo, quiero decir, a su transformación… Es imposible conocer con rigor despreciando la intuición, los sentimientos, los sueños, los deseos. Sin creer en el sueño, sin apostar a él, no es posible materializarlo.

Quien tiene algo que decir tiene igualmente el derecho y el deber de decirlo. Sin embargo, es preciso que quien tiene algo que decir sepa, sin sombre de duda, que no es el único que tiene algo que decir… No hay entendimiento de la realidad sin la posibilidad de su comunicación… La búsqueda es por la libertad. No te pierdas, te pierdes: al perder la libertad.

Es legítimo y necesario volver a decir para decir mejor lo dicho, no siempre puesto con claridad en el primer escrito… Estamos comprometidos en la lucha por cambiar la “cara” de la escuela. Hacerla, además de pública, popular y democrática… No hay educación sin objetivos y finalidades. Los educadores comprometidos con el sueño democrático y apasionados de la libertad… Educar para nosotros, señala Freire, no es un pasatiempo, ni tampoco un favor, o una caridad que practicamos. Es una especie de compromiso.

En suma, se tiene que lograr ser un profesor responsable socialmente hablando, pedagógicamente hablando, políticamente hablando… Que el gusto por la rebeldía y la disponibilidad para la lucha por la libertad y la democracia que tanto anhelamos… Por una educación fundada en la ética, en el respeto a la dignidad y a la propia autonomía del educando.


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