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Libro del periodista Felipe Cobián Rosales

Que conste. Entrevistas en dos siglos

Luis Rico Chávez


“Lo fugitivo permanece”, reconocía el entrañable cronista del Distrito Federal, Carlos Monsiváis. En este mundo posmoderno, globalizado, hiperveloz y virtual, la máxima adquiere una connotación vital porque apenas abrimos los ojos por la mañana y el mundo de ayer ya dejó de existir. Las tendencias de temporada se extinguen en el siguiente cambio de estación. Las noticias (trágicas, grotescas, exageradas, inventadas) dejan paso a otras más intensas y escandalosas que nos hacen olvidar las que apenas hace unos instantes nos conmovieron o nos asombraron.

¿Qué será de nuestra existencia en la siguiente generación? De ahí la importancia de tomarse los hechos con calma, de hacer pausas para la reflexión y el análisis, procesos por demás difíciles en el vértigo que nos ahoga en nuestro día a día. El espacio para el ocio, para la charla amena, para la convivencia con amigos y vecinos, el deambular sin prisa y sin otra razón que desentendernos un poco de esta vorágine, de vivir la vida, pues, debería ser una parte cotidiana y sustancial de esta fugacidad que bien haríamos en convertir en un acto permanente, para recuperar la humanidad y empatía como rectoras de nuestro comportamiento.

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La vida tiene dos caras, con una infinidad de matices, los cuales se llenan de esa fugacidad permanente que nos conforma como individuos. En esa infinitud quisiera ubicar el libro de Felipe Cobián Rosales, Que conste. Entrevistas en dos siglos, publicado por la editorial Innovación Educativa, en la colección Alfabética. La historia, nuestra historia personal, está conformada por dos marcas temporales que coinciden con otras historias, y es en esa coincidencia donde construimos los momentos que nos definen como colectividad, los momentos fugaces que integran la gran historia compartida. Todo testimonio valioso que nos permita reconocer, evocar y (por qué no) dejar para la posteridad constancia de lo vivido, debe permanecer.

En el prólogo de la obra, Juan José Doñán destaca: “Con más de medio siglo ininterrumpido de trabajo en la prensa jalisciense, Felipe Cobián no sólo es uno de los decanos en activo del periodismo regional y también nacional, sino alguien que ha practicado, de la manera más constante y provechosa, el género de la entrevista. Sin soslayar su preparación universitaria (estudió la licenciatura de Periodismo en el Instituto Pío XII, una casa de estudios superiores que luego se convertiría en la Universidad del Valle de Atemajac), tal vez tengan algo que ver sus orígenes rurales, pues es bien sabido que tradicionalmente en el campo el lenguaje hablado y la conversación son una práctica más extensiva e incluso más relevante que en el ámbito urbano”.

Las coincidencias individuales que conforman la historia colectiva se refuerzan con los testimonios, argumentos y anécdotas recuperadas en estos diálogos. “Por el libro desfilan”, prosigue Doñán, “una fauna y también una flora humanas de lo más diverso: funcionarios públicos, líderes religiosos y clérigos de infantería, escritores, científicos, arquitectos, médicos eminentes, profesionistas de diversa índole, cronistas pueblerinos, rectores universitarios, una Señorita Jalisco con un final trágico y a la que en su momento se le llegó a relacionar con el mundo del hampa, un jefe de la policía e incluso un tahúr, así como una renombrada y legendaria proxeneta tapatía”.

Los nombres, por demás significativos, no sólo refieren una historia local, sino que también abarcan el espectro nacional e internacional, presentando una radiografía aguda de los sucesos entre dos siglos: el padre de Luis Donaldo Colosio, Irma Lizette Ibarra, Carlos Briseño, el hijo de La Comanche, Juan Salvador Íñiguez, Óscar Arnulfo Romero, Samuel Joaquín Flores (cuyo hijo purga condena en prisión por abuso sexual infantil), Sergio Méndez Arceo, Gabriel Chávez de la Mora, Fernando González Gortázar, Elena Garro, Elías Nandino, Ramón Rubín, Luis Sandoval Godoy, Fernando del Paso, Silvia Pinal, Tomás Coronado Olmos, Mario Rivas Souza.

Por sí solos, los nombres vuelven invaluables las páginas del libro. La fugacidad cotidiana, recogida a través de preguntas certeras, permanece como un bloque fundamental que construye nuestra realidad, adquiriendo con ello la solidez para sustentar la memoria que habremos de legar a la posteridad. Sin embargo, los nombres quedarían en una mera etiqueta si el contexto (la breve introducción que antecede a cada diálogo) y la exposición de las respuestas (enriquecidas con la mirada aguda del entrevistador), no conformaran un retrato exacto y vívido del personaje que muestra parte de sus vivencias, testimonio de nuestra historia colectiva.

Explica el propio autor: “La entrevista o interviú, que es en lo que ahora nos centramos, nos da pie para conocer, para adentrarnos siquiera un poco en los personajes que de una u otra forma destacan. Son esas entrevistas, o deben ser, diálogos intensos que luego resultan, a veces, de tal interés que vale la pena recordarlos. Algunas de ellas —las menos, sin duda— llegan a ser tronantes en su momento, de interés general; otras no pasan de anecdóticas y muchas se deslizan hacia el olvido”.

Concluye: “Con esta selección sólo pretendo dejar un pequeño testimonio de personas que nos dejaron sus enseñanzas —otras no tanto. Ojalá sirvan de algo, acaso para algún estudioso de biografías, hechos o circunstancias que conforman una partecita de la historia local, regional o parcialmente nacional. Si al menos ayudan a matar el tiempo, ya la hice”.

El resultado rebasa, con creces, las expectativas de Felipe Cobián Rosales. Convierte los hechos fugaces en sucesos que permanecerán como parte de nuestra historia.


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