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Frente al poema

Allan Armando Barrera Galdámez El Salvador


Frente al poema

Ahí estoy yo
mirándome de frente
en el poema que escribí hace siglos
desde antes de nacer,
parado en el centro de la desgarradura
desde donde inventé mi voz
para llamarme del otro lado del fuego
sin que nadie me encuentre
sin que nadie me mire.
Ahí estoy, en la altura de mi mano,
cayendo en el poema desde mi ser más profundo, más antiguo
como la noche en la que se inventó la sed y el frío de los muertos
como la mañana que se quebró en mi rostro frente al espejo,
buscando una razón que justifique
la temperatura de mi muerte
y el líquido de mis ojos.
Ahí estoy al principio de mi voz
entre mil imágenes labradas por el silencio
buscando una palabra desde la cual partir hacia el lugar del canto
sin verdugos o testigos para la noche de este verso
heredero invisible de un fuego increíble, milenario
soy mi único sueño
y también mi único llanto.


Diálogos de ceniza

I
Madre
perdóname
otra vez quise
hablar de lo tuyo
y terminé hablando
terriblemente de lo mío,
es decir de la tormenta y del rayo,
es decir del fraude y de la palabra.
Yo no puedo, ¡madre!
romper este muro
transparente del silencio,
este hilo de tierra para siempre.
Necesito curarme, necesito
colocar a mis fantasmas en la noche
afuera de mí,
y sentarme en el universo
como la antítesis del tiempo
de la estrella que pasa,
sin residencia fija.
Tú no sabes
cuánto me duele haber crecido tanto
y verte ahora
metida en la tierra
en el tiempo desintegrado del reposo
metida en la muerte
en tu ataúd telúrico
con tus zapatos
y el corazón para el viaje.
Madre
desde que te fuiste
yo no puedo
oír el crecimiento de la hierba en el patio
me hace falta el frío
me hace falta el fuego
y el cariño que te llevaste
contigo
en el equipaje.


II
3 de noviembre

Anoche puse mi oído
en la tierra que te pusimos encima
quería entender la madera tallada
de tu ataúd telúrico,
escuchar los sonidos fracasados de las sombras
pero sólo pude oír el ruido
del viento de la eternidad.

P. D.:
Por favor,
cuando te canses del silencio
y finalices de estar muerta
acuérdate de mí
de cuando yo tenía 12 años
y el cielo me cabía entero entre los brazos.


La desintegración

Eso es lo que soy
el milagro de una enfermera triste
y el sueño de un motorista de buses errantes.
Nací en noviembre
con las alas recortadas del corazón
frente a la indiferencia de los arco iris en los parques
y los crepúsculos fracturados de San Salvador.
Tenía yo un soplo metafísico de melancolía en la mirada
tenía en el pecho una soledad ancestral.
La soledad —sabes—
es como una hemorragia que llevo dentro,
no se cura con la multitud. La soledad
se cura con estrellas fugaces en la garganta
se cura con escritura y alcohol.
Recuerdo bien el centro —sabes—
ese río de sueños estancados en el asfalto
esas miserables calles llenas de sangre
esos miserables pantalones rotos.
Yo soy de ahí
de ahí me vino este perfume de lo abyecto
esta líquida arquitectura que brota de la palma de mi mano,
esta piel y este frío
con que interrogo al mundo,
mi pavor de nacimiento.


Jumb11

Hambre

Andrés Guzmán Díaz


Jumb12

Mamá y su miedo

Berónica Palacios


Jumb13

Redención

Kalton Harold Bruhl


Jumb14

Las Mitras antes del caos

Raúl Caballero García


Jumb16

En la bonetería

José Francisco Cobián