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La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena

Historia del rock “made in Guanatos”

Julio Alberto Valtierra juliovaltierra@hotmail.com


“Yo no soy un rebelde sin causa, tampoco un desenfrenado, yo lo único que quiero es bailar rock and roll, y que me dejen vacilar sin ton ni son”1 cantaban los Locos del Ritmo allá por 1960 cuando estalló el rock and roll en México.

La primera pieza de rock and roll que se tocó en vivo en Guadalajara fue interpretada por el Conjunto Universitario en un baile realizado en la Colonia Independencia, allá por 1957, siendo un tema de Bill Haley y sus Cometas. Ese Conjunto Universitario sería el origen de Los Gibson Boys, primer grupo que registra la historia del rock and roll tapatío, formado cuando corría el año 1959… Nos cuenta Miguel S. Torres Zermeño en su libro Guadalajara y el rock (50-70) .2

Y con esa pieza de Bill Haley tocada en ese baile se inicia la historia del rock en Guadalajara, la cual ya tiene más de 60 años, y en ella ha habido momentos muy destacados, como en la década de los 70, cuando la capital tapatía llegó a ser considerada “La catedral del rock mexicano”.

Sin embargo, y pese a su relevancia, hay muy poca bibliografía en la que se documente el origen y el desarrollo del rock hecho en Guadalajara… O al menos hasta el 2004 sólo existían algunas publicaciones en revistas, periódicos o en internet.

Cabe recordar que el rock and roll llegó a México en 1955 a través del cine, cuando se estrenó en el DF la película Black board jungle, titulada aquí “Semilla de maldad”. Esta película contenía la canción de Bill Haley y sus Cometas “Around the clock” (“Al compás del reloj”), siendo esta uno de los primeros rocanroles que se escuchó en la radio mexicana. La primera grabación mexicana que incorporó el rock and roll fue hecha en 1956 por la Orquesta de Pablo Beltrán Ruiz, y fue la pieza instrumental titulada “Mexican rock and roll” (“Rocanrol mexicano”), compuesta por el líder de la orquesta, y salió como disco sencillo para la compañía RCA Víctor. Meses después este nuevo ritmo creció en popularidad, tanto que hizo que la mayoría de orquestas cambiaran sus estilos para incluir el rock and roll en sus repertorios. También en 1956, la vedette chicana Gloria Ríos, acompañada por el conjunto de Jorge Ortega, grabó el primer disco sencillo cantado de rock, con las canciones “El relojito” y “La mecedora”, siendo estas las primeras canciones de rock cantadas en español.3

El gusto por el rock and roll creció rápidamente y en 1957 aparecieron los Locos del Ritmo, que fueron los primeros en grabar un álbum o disco de larga duración (LP) de rock and roll, que sin embargo permaneció “enlatado” varios meses porque a los directivos de la disquera Orfeón les pareció que esa música no era muy “comercial”. Craso error, ya que cuando el LP salió al mercado (en 1960) se colocó en los primeros lugares de ventas y popularidad.

Muchos grupos juveniles se formaron entre 1957 y 1959 en la creciente clase media mexicana, y emergieron tras el exitoso lanzamiento, en abril de 1960, del sencillo “La hiedra venenosa” (versión en español de “Poison Ivy” de los neoyorquinos The Coasters), extraído del primer álbum de larga duración de los Rebeldes del Rock, iniciando así los llamados “Años de oro del rock en español”, fenómeno también conocido como “La época dorada del rock mexicano” o “Los grandes años del rock and roll”.

Entre los años 1963 y 1964, cuando los Beatles y los Rolling Stones apenas empezaban a darse a conocer en México, en la nación azteca ya triunfaban grupos como los Teen Tops, los Rebeldes del Rock, los Locos del Ritmo, los Black Jeans, los Sinners, los Blue Caps, los Crazy Boys, los Hooligans, los Apson, los Belmonts, los Hitters, los Rockin Devils, los Loud Jets, los Hermanos Carrión, los Boopers, los Gibson Boys (estos dos últimos de Guadalajara) y muchísimos más que transformaron el rock and roll cantado en español en un boom tanto en México como en el resto del mundo iberoamericano.


Y comenzó a escribirse la historia

Cuando en mayo de 1959 se exhibió la película “King Creole” estelarizada por Elvis Presley en el cine Las Américas de la Ciudad de México ocurrió un evento inusitado. Miles de jóvenes que esperaban ansiosos el estreno de la película, ya dentro del cine, levantaron algunos asientos y comenzaron a bailar con las canciones de rock and roll. La represión policiaca y la detención de cientos de jóvenes fue el saldo inmediato del acontecimiento que quedaría inmortalizado en el libro El rey criollo4 de Parménides García Saldaña.

Sin embargo, con repercusiones a largo plazo, esto anunciaba, además de la pronta prohibición de las películas de Elvis, un prolongado asedio hacia las expresiones juveniles y concretamente rocanroleras, por parte de las autoridades de la ciudad. A pesar de que la modernidad de la época traía consigo al rock and roll importado de Estados Unidos y de que los Locos del Ritmo insistían en que “no eran rebeldes sin causa y que lo único que querían era bailar rocanrol”.5

Desde entonces, el rock en México ha tenido una historia llena de claroscuros a través de un largo y atropellado camino. El rock ha sobrevivido a persecuciones, ha sido criticado y silenciado, explotado y ninguneado, adorado y aplaudido; y aunque en gran medida ha sido mitificada, la historia del rock en México es poco conocida… Y la historia del rock en Guadalajara es aún más desconocida.

La historia del rock en México comenzó a contarse en periódicos y revistas como La Piedra Rodante, Conecte, México Canta, Pop, Dimensión, etc. Después vinieron los libros, y uno de los primeros fue La nueva música clásica, de José Agustín.


La nueva música clásica

En La nueva música clásica (1968, en 1985 apareció corregido y aumentado) José Agustín6 hizo lo que podríamos considerar el primer tratado experto sobre el rock, analítico, informado y metódico.

La primera versión se publicó a mediados de los años sesenta, según relata el mismo José Agustín: “En 1966 mi amigo Arturo Cantú (que entonces era el baluarte antimafias en la plana cultural de El Día) me invitó a colaborar con él, pero no dejó de mostrarse un tanto cuanto sacado de onda cuando le avisé que escribiría sobre rock ¿Pero qué se puede decir de eso?, me preguntó. En El Día escribí durante tres años un promedio de una nota semanal de rock. Un año después, cuando a mí nadie me paraba el vuelo de criticón de rock, René Avilés Fabiolo me pidió que escribiera un librín de cuarenta cuartillas para los Cuadernos de la Juventud del Injuve, que él dirigía. Decidí escribir sobre rock, aprovechando el material de una tormentosa conferencia que había dado en Ciencias Polacas de la UNAM y que se había llamado ‘La nueva música clásica’. Insistía yo en mi cruzada: había que hacer ver que el rock era una forma artística, un puente maravilloso entre la alta cultura y la cultura popular”.7

Esta magnífica obra trasciende los límites del ensayo, la autobiografía y el periodismo, para ir más allá de los cánones literarios tradicionales. Ironía, buen humor y lenguaje coloquial se mezclan con datos, anécdotas y descripciones para documentar de manera precisa corrientes y estilos, en un ameno recorrido histórico-anecdótico que abarca el nacimiento del rock and roll en Estados Unido y su llegada a México hasta la década de los 80. Incluye un anexo con una discografía básica, donde encontraremos intérpretes de la talla de Ricardito, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Bob Dylan, Doors, Pink Floyd y Beatles entre muchos otros.

La nueva música clásica es un libro de lectura obligatoria para todo creyente del rock, ya sea por simple curiosidad o por ampliar sus conocimientos acerca del mismo, y no debe faltar en ninguna biblioteca rocker. Lamentablemente, el libro está descatalogado y hasta la fecha, por deseo específico del autor, no se ha vuelto a reimprimir.


Guaraches de ante azul

Después vino otro libro básico y fundamental para conocer y entender la historia del rock mexicano: Guaraches de ante azul (1985), de Federico Arana.8

Se trata de uno de los trabajos más importantes que se han realizado sobre la historia del rock mexicano; abarca desde los años cincuenta, cuando el rock and roll llegó a México, hasta los primeros años de los 80, cuando el rock mexicano comenzaba a salir del hoyo en que lo sumió el mítico Festival de Avándaro. Además de tener un importante trabajo de investigación hemerográfica, la historia es narrada no como un fenómeno aislado, sino insertado en su contexto histórico y cultural, lo cual lo hace aún más relevante.

La tesis principal de Arana sostiene que el difícil y escaso desarrollo de un movimiento nacional de rock compuesto por músicos y oyentes tiene su desgracia en el pecado original: el rechazo de la sociedad conservadora que satanizó en distintos momentos al rock como música, como fenómeno cultural y como identidad juvenil, al tiempo que lo ha promovido cuando así resulta conveniente, siempre con la vigilancia y domesticación del género, que casi siempre renuncia a la rebeldía para sobrevivir.

El texto es uno de los trabajos más completos, coherentes y serios que se han hecho, y aunque la investigación es seria, la historia es contada utilizando un sentido del humor muy cáustico, por lo que la lectura resulta muy agradable.


En la ruta de la onda

En la ruta de la onda (1972), de Parménides García Saldaña,9 es otro libro fundamental e indispensable para aquellos que estén interesados en entender el rol del rocanrol y el origen de la onda en México.

Este libro, publicado sólo unos meses después del mítico y malogrado Festival de Avándaro (realizado el 11 y 12 de septiembre de 1971) es una excelente radiografía de la forma de ser, de pensar y de vivir de los jóvenes que aún no cumplían treinta años al inicio de la década de los 70.

Partiendo del rock y el movimiento contracultural que este generó, Parménides analiza a la juventud mexicana; su manera de vestir, de hablar, de divertirse, de drogarse, de escuchar música, de practicar la política y hacer el amor, encuentran en estas páginas desenfadadas, ácidas y quizá proféticas su expresión más coherente y exacta.

En la ruta de la onda Parménides nos cuenta que la irrupción violenta del rock and roll fue una revolución que puso en el mapa a un actor social que hasta ese momento permanecía con un bajo perfil: el adolescente. Y que la icónica figura de Elvis Presley (heredero del blues más espeso y negro del delta del Mississipi) rompió paradigmas y despertó el recelo de las buenas conciencias; más adelante The Beatles y The Rolling Stones harían lo propio. Parme nos cuenta que el estallido del rock and roll (y a partir del 65-66 llamado sólo rock) generó una contracultura juvenil que derivó en la revolución sexual, el hipismo y la psicodelia; y que la simpatía por el marxismo, el activismo político y los movimientos culturales underground (como la literatura beatnik), colapsarían, al menos momentáneamente, en muchos sentidos el establishment imperante: “Peace and love” era el grito de batalla.

En la ruta de la onda habla sobre adolescentes, sobre la chaviza y sus devenires e infortunios. El enemigo número uno de la onda es el adulto obtuso y cuadrado (“pasados los treinta eres hombre muerto”). La onda es lo cool, lo chido, lo que rifa. Rock y literatura van de la mano, sin rock no hay onda; el lenguaje de la onda es una mezcla de albures y un español “agabachado”, pocho, híbrido y sobre todo sacrílego. La consigna era escandalizar, distinguirse sobre el gris que reviste a los fresas conformistas, burgueses y mamucos. La onda se mantiene en movimiento, a los onderos les gusta viajar (física, psicotrópica y espiritualmente). Son rebeldes sin causa provenientes de la clase media y tatarabuelos de los hipsters, que habitan en las colonias Roma, Condesa y Narvarte.

Dice el Parme: “La onda, en su dimensión terrenal, es la desaprobación del modo de vida de la sociedad. La onda es el desprecio a las normas que esta impone al individuo. Y por último, estar en onda es estar al margen, convertirse en outsider, forajido, disidente, rebelde; en un ser humano fuera de las leyes que rigen el orden de la sociedad; es oponer la imaginación a la no-imaginación; es parodiar la disipación que se oculta detrás de la solemnidad del mundo square, cuadrado, chato, plano y fresa”.

En este libro Parménides creó el término “hoyos funquis” para describir las bodegas, terrenos o barracas donde se llevaban a cabo conciertos clandestinos de rock, género que fue vetado y perseguido por el autoritarismo desatado después del amarillismo con el que se demonizó el Festival de Avándaro.

Definitivamente, En la ruta de la onda es una piedra angular para entender y comprender la historia del rock mexicano, su entorno y sus actores.

La década de los 60 se caracterizó por ser el caldo de cultivo de la contracultura, la efervescencia de movimientos alternativos impregnaron la atmósfera con vientos de cambio. “Los tiempos están cambiando”, cantaba Bob Dylan y el futuro lucía prometedor. Y en México apareció algo que se conoce como la Literatura de la Onda,10 la cual estuvo muy ligada al rol del rocanrol y refleja el contexto de la época. La tumba (1964), de José Agustín, considerada la primera novela de la Literatura de la Onda, y El rey criollo (1970), cuentos de Parménides García Saldaña, son dos libros muy ligados al rol del rocanrol y conforman un apasionante dúo: rock y literatura.


Guadalajara y el rock

Los libros antes comentados ayudan a entender y comprender la historia del rock mexicano, ¿pero qué pasa cuando queremos adentrarnos en la historia del rock tapatío?

Pues resulta que hasta 2004 había muy poca información que hablara del tema; uno de los pocos documentos era el libro Guadalajara y el rock (50-70), (2002), de Miguel S. Torres Zermeño.

Este libro es un excelente compendio de los grupos que le dieron vida al rock en Guadalajara durante las décadas de los 50, 60 y 70. El autor habla de los orígenes y de la evolución del rock en Guadalajara, desde su llegada en 1957 y los primeros grupos, como los Gibson Boys y Mike Laure y sus Cometas, hasta la década de los 70, ya que fue precisamente en esta década cuando Guadalajara, además de ser la “Tierra del tequila y los mariachis”, se convirtió en “La catedral del rock mexicano”, con grupos tan emblemáticos como los Spiders, la Revolución de Emiliano Zapata, Stone Facade, 39.4, Frankie, Alfredo y Paris, la Quinta Visión, Tinta Blanca y Toncho Pilatos, entre otros.

Una de las características más importantes de este libro es que la mayoría de la información fue recabada directamente de los hacedores de esta historia, es decir, los músicos.

Además de los grupos, el libro habla de los lugares en que se tocaba rock, así como del papel que desempeñaron la radio y la televisión en esas décadas.

Definitivamente, este libro es muy recomendable para quien desea conocer los orígenes, la evolución y la trascendencia del rock “made in Guanatos”. Y tiene el honor de ser un documento pionero en el tema.


El rock tapatío. La historia por contar

El libro El rock tapatío. La historia por contar (2004),11 coordinado por Rafael Valenzuela Cardona y publicado por la dupla FEU-Universidad de Guadalajara, añade unas páginas más a la historia del rock en Guadalajara.

El libro está formado por textos escritos por verdaderos expertos en el tema, y que en algunos casos formaron parte de algunos de los grupos más representativos de Guadalajara o que han estado muy ligados al rol del rocanrol en la ciudad; por ejemplo, Alfredo Sánchez, guitarrista de El Personal, revisa y narra lo sucedido en la ciudad durante la década de los 60; Enrique “Larry” Sánchez Ruiz, cantante de 39.4, habla de los 70 y cuenta la experiencia que vivió en el mítico Festival de Avándaro y su palomazo con Stone Facade; Carlos Avilez, bajista de Cuca, analiza las décadas de los 80 y los 90 y comparte sus experiencias; el artista plástico Avelido Sordo Vilchis analiza y comenta el rock de los 60, 70 y 80; el periodista, músico y DJ Paco Navarrete comparte sus andanzas ochenteras en este rol; el maestrazo José Antonio “Yonbin” Pérez, gran conocedor y coleccionista de parafernalia rockera, hace una interesante y divertida crónica acera del rock “de la Calzada para allá”; el locutor y rockero de hueso colorado Rodolfo “Che” Bañuelos analiza y profundiza en el fenómeno de Centro Cultural Roxy; el locutor Enrique Blanc hace un detallado recuento de lo ocurrido durante los noventa y el entonces naciente siglo XXI.

El libro también incluye una interesante reflexión acerca de la importancia que tuvo el programa Cultura Libre, de la FEU, para el rock tapatío y la crónica de uno de los conciertos masivos realizados en el marco de este programa, escrita por Alfredo Rico.

En El rock tapatío. La historia por contar, se reúnen foros, bandas, anécdotas, producciones, canciones y público, que son los protagonistas de esta historia, en la que algunos personajes rememoran la gloria y decadencia del rock, las dificultades y satisfacciones que este les ha dado.

Sin duda, este libro es para coleccionistas, pero también para melómanos y para todos aquellos que quieren recordar los viejos tiempos o sienten curiosidad por saber qué ocurría en Guadalajara “de los 60 para acá”.

Definitivamente, la lectura del libro es muy disfrutable, para algunos reencontrarse con las historias, los músicos, las tocadas, los lugares, mencionados puede ser un ejercicio de nostalgia; mientras que para otros, la lectura de este libro puede ser la llave que les abra la puerta a un mundo casi desconocido: la historia del rock tapatío.


Los tiempos están cambiando

“Los tiempos están cambiando”, cantaba Bob Dylan en los 60; y afortunadamente del 2002 para acá las cosas han cambiado un poco y ya existen varios documentos (entre libros, ensayos, tesis y otros trabajos académicos) que abordan el tema del rol del rocanrol “made in Guanatos”. Entre ellos puedo mencionar los siguientes:

  • Guadalajara y el rock (50-70), libro de Miguel S. Torres Zermeño (2002).
  • El rock tapatío. La historia por contar, libro coordinado por Rafael Valenzuela Cardona (2004).
  • El rol del rocanrol en Guadalajara, crónica de Julio Alberto Valtierra, en el libro Música y danzas urbanas, coordinado por Antonio García Medina. Secretaría de Cultura-CONACULTA, Guadalajara, Jalisco (2005).
  • Rock tapatío (en vivo), de Marshall, libro de fotos (2009).
  • De memoria, libro de Alfredo Sánchez (2013).
  • Mi vida en seis cuerdas. Memorias de un Rostro Oculto, libro de Arturo Ybarra (2016).
  • El rostro del rock tapatío, de Sergio Garibay, libro de fotos (2016).
  • Rockeros en tierra de mariachis. Ensayo sobre las identidades construidas en torno a la música rock en México a través de sus canciones, 1955-1971, de David Moreno Gaona, en http://www.vuelolibre.revistadehistoria.cucsh.udg.mx/sites/default/files/4_rockeros_en_tierra_de_mariachis_2.pdf (2017).
  • La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena, libro de Alfredo Sánchez (2018).

Y precisamente de este último libro quiero hablar un poco por ser la página más reciente en la historia del rock tapatío, o mejor dicho, es la página más reciente de la historia musical de la región.


La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena

Julio

El pasado mes de julio se presentó La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena, el segundo libro del músico, periodista y locutor Alfredo Sánchez Gutiérrez (quien en 2013 publicó De memoria).12

Durante la presentación del libro, realizada en la Pulquería la Última Lucha el pasado 2 de julio, Alfredo Sánchez comentó: “Lo que escribí es algo híbrido que combina crónica, historia de vida y entrevista, que significa mucho para mí, porque la crónica tiene mucho de una cuestión memoriosa: cuando uno va teniendo muchos años de vida le da por hacer recuentos del pasado, entonces estas son crónicas que parten del testimonio de aquellos con quienes platiqué, pero también de muchos recuerdos personales, porque también he vivido en esta ciudad y he estado cerca del mundo musical y me acuerdo de cosas; entonces, al entrevistarlos, les piqué un poco la cresta para que salieran recuerdos míos. La crónica es muy rica y periodísticamente da mucho; estaría padre que los medios se abrieran a que los periodistas escriban más crónicas”.

La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena, publicado por la Editorial Universitaria, es el resultado de una ardua investigación emprendida por el autor; en los textos la ciudad se entreteje con la música. En el libro suenan las voces de quienes hicieron la música en Guadalajara en las décadas de los 70, 80 y 90. Y como en botica, aquí hay de todo: desde lo más underground del rock hasta lo más excelso de la música clásica que se generó en la Perla Tapatía en esas décadas.

El libro recopila las historias de vida de quienes han protagonizado la escena musical tapatía a través de distintas generaciones y diversos estilos musicales, como el rock, el jazz, el blues y la clásica. De viva voz, los protagonistas narran las anécdotas que en muchas ocasiones han dado pie a leyendas urbanas. Sus testimonios permiten reconstruir los episodios más entrañables en la historia musical de Guadalajara que, al mismo tiempo, forman parte de nuestra historia cultural, en lo social y en lo personal.

Algunos de los músicos que compartieron sus historias son: la maestra Carmen Peredo, una de las principales promotoras de la música de cámara en Guadalajara; Leonor Montijo, pianista fundadora de le Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara; Arturo Xavier González, Domingo Lobato y Manuel Cerda, tres músicos que iban de lo sagrado a lo profano; el maestro Ernesto Cano, quien ha deambulado por el rock y la música étnica; Fernando Quintana, excelente músico mayormente conocido por su participación en el proyecto Radiopatías; Guillermo “El Willow” Brizio, guitarrista de dos legendarias bandas tapatías, Toncho Pilatos y 39.4; Enrique Sánchez Ruiz, cantante de 39.4; José Pulido “Chepe”, guitarrista de la Chester Blues Band; Tony Vierling, cantante de los Spiders; Javier Martín del Campo, guitarrista y fundador de la Revolución de Emiliano Zapata; Genaro Palacios, gran exponente del blues tapatío; Carmen Ochoa, vocalista de la Fachada de Piedra, entre otros talentos.

“Son dieciséis capítulos del libro, que si bien la mayoría está dedicada a una persona, hay otros que involucran a más personajes, como en el capítulo de ‘Copenhagen 77’, que habla de lo que fue un lugar de jazz muy importante en la ciudad; ahí aparecen músicos como Carlos de la Torre, Javier Soto, José Luis Muñoz ‘El Pichón’. Son cerca de veinte personas con las que platiqué y que son una muestra muy pequeña y representativa de muchos géneros; aún faltan otros, por eso me encantaría hacer otro volumen”,13 comentó Alfredo Sánchez.

En su conjunto, los pequeños relatos aportan una visión más amplia acerca del quehacer musical en la región. En palabras del autor: “La pretensión de este libro es periodística: entrevista, relato, crónica, retrato, hay mucho de todo ello, tiene un carácter híbrido; contiene textos que recurren al testimonio y que aspiran a describir la personalidad del invitado, pero también el entorno y el contexto en el que se desarrolló su vida personal y profesional. En este sentido, la intención es contribuir a la historia cultural de la región”.

Además, Alfredo Sánchez comentó que a través del libro se puede ver cómo ha evolucionado la ciudad misma a partir de los testimonios de los entrevistados: cómo ha evolucionado social y económicamente, cómo se ha transformado urbanísticamente, qué cosas ya no existen y qué cosas nuevas hay. Y destacó que este libro da una pista para adentrarse un poquito en estas transformaciones. La música ha sido parte de esta historia de manera muy directa.

“En la época de los 70, Guadalajara fue un semillero de músicos y grupos, fue la ciudad más importante del país. Después vino el festival de Avándaro, que provocó un veto generalizado del rock, que en ese entonces se veía con mucho ímpetu y se vino abajo, esto porque esta música estaba proscrita en los medios. Esto provocó que en Guadalajara se crearan lugares underground donde las bandas podían tocar, generando así una cultura alterna. Esto es parte de una historia social que está entretejida por la música. El gusto de los jóvenes por el rock, que no se podía seguir desarrollando abiertamente, tuvo que seguir en lugares como El Lucifer, que estaba ubicado en la calle de Maestranza, a espaldas del Edificio Mulbar, que durante muchos años fue uno de los reductos donde los grupos de aquí o de afuera podían tocar, pero siempre en condiciones muy precarias, con equipos de sonido no muy buenos, en condiciones poco seguras”,14 comenta Alfredo Sánchez.

En el libro se mencionan algunos de los foros que permitieron el desarrollo de la expresión musical en la ciudad, como el Copenhagen 77, el Centro Cultural La Puerta, el Instituto Goethe, la Alianza Francesa, el Rojo Café, Lucifer Proyecta, el Roxy, el foro Jim Morrison, el bar Revolución, el Starwood, el Auditorio del Estado, después rebautizado como Benito Juárez; y los casinos Agua Azul, Real de Minas, el Arlequín, el Francés, el Español, el Modelo y el Talpita, entre muchos sitios más, los cuales por desgracia en su mayoría ya han desaparecido.

Las voces que aquí aparecen, en su mayoría músicos de las décadas de los 70 y 80, se ganaron su lugar en el libro por lo que son, por lo que fueron o por lo que representan en la escena musical de la región; pero en estas páginas también se les da voz a ingenieros de sonido, parte medular de la música.

“Guadalajara tiene un sonido múltiple, hay muchas propuestas que suenan y que de alguna manera están representadas en el libro, porque no está referido a un género en particular, sino a muchos músicos y a gente que ha hecho este arte desde hace años. Hay música académica o clásica, jazz, rock, blues, así como mezclas que han aparecidos, como la étnica. Guadalajara suena a todo eso y más. El periodo en el que me he centrado es desde los años setenta hasta a los ochenta, que aunque corto, ha sido fructífero en propuestas musicales y personajes que entre todos han conformado este sonido de la ciudad, que ha sido muy diverso”, señaló Sánchez Gutiérrez durante la presentación del libro.

La importancia de este libro radica en que aporta valiosa información, contada de viva voz y en primera persona por los mismos protagonistas de la historia, acerca de música hecha en Guadalajara, ciudad que en la década de los 70 era considerada “La catedral del rock mexicano”.

Resulta contradictorio que en una ciudad que genera muchísima música, en todos sus géneros, existan pocos libros que documenten el quehacer musical de la región; por eso, la publicación de La música de acá es un suceso relevante, pues aporta una página más a una historia que sigue escribiéndose día a día, disco a disco, canción por canción.

La música de acá es un libro en el que se ahonda en las vivencias de los artistas y del autor, y va dirigido a las personas interesadas en la historia de Guadalajara, así como en su desarrollo musical. La obra fue posible gracias al Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de la Secretaría de Cultura, y fue publicado por la Editorial Universitaria de la UdeG, como parte de la colección “La media vuelta”, que está dedicada a música, siendo el cuarto título que se edita de dicha colección.

Todas las entrevistas quedaron registradas en video, a las que se puede acceder mediante códigos QR incluidos en las páginas del libro. Además, se trabajó una serie radiofónica de diez programas; en dichas entregas se escucha la voz de los entrevistados y su música. Esta ya se transmitió en Radio Universidad de Guadalajara y puede verse en la plataforma http://senalglobal.com/

La música de acá. Crónicas de la Guadalajara que suena está a la venta en la librería Carlos Fuentes, la tienda del Museo de la Artes (MUSA) y próximamente en librerías de la ciudad y de todo el país.


Esta historia continuará…

Si nos remontamos a aquella primera pieza de rock and roll que en 1957 tocó en vivo el Conjunto Universitario en un baile de la Colonia Independencia, la historia del rock en Guadalajara ya tiene más de 60 años, en los cuales ha habido de todo.

Tomado muchas veces como una moda o negocio, el rock tapatío tiene ya 61 años de trayectoria no exenta de dificultades. Sin embargo, con el paso del tiempo, el rock local ha logrado crear un lenguaje cercano a nuestra identidad e ideas; se ha convertido en una forma musical propia y una fuente poderosa de unión y solidaridad entre nuestras nuevas generaciones.

Ya tiene más de 60 años de existencia, pero las mejores páginas del rock tapatío aún están por escribirse. Tocada tras tocada, festival tras festival, gira tras gira, disco tras disco, seguirá escribiendo la historia del rock tapatío.

Y afortunadamente, del 2002 para acá, cada vez hay más libros, ensayos, tesis y otros trabajos académicos que registran la historia del rol del rocanrol “made in Guanatos”.


Notas

1 El primer disco de los Locos del Ritmo fue grabado en 1957, pero fue puesto a la venta hasta 1960. Incluía los temas siguientes: 1) Nena, no me importa (cover). 2) La cucaracha (tradicional mexicana). 3) Tus ojos (de la autoría de Rafael Acosta Córdoba). 4) Un gran pedazo de amor (cover). 5) Morelia (de la autoría de Jesús “Chucho” González). 6) Blues tempo (de la autoría de José “Pepe” Negrete). 7) Crecidito para amar (cover). 8) Un vasito de agua (autoría de todos los integrantes). 9) Pedro Pistolas (cover). 10) El mongol (original de Jesús González). 11) Geraldine (cover). 12) Yo no soy rebelde (original de Jesús González). Esta última se constituyó en el himno de las juventudes mexicanas de aquella época. Y como se puede ver, el disco contiene 6 covers y 6 canciones originales.

2 Torres Zermeño, Miguel S. (2002). Guadalajara y el rock (50-70). Guadalajara. Disponible en https://www.academia.edu/1519241. Fecha de consulta: 21 de octubre de 2016.

3Valtierra, Julio Alberto (2005). “El rol del rocanrol en Guadalajara”. En García Medina, Antonio, et. al. Música y danzas urbanas. Guadalajara: Secretaría de Cultura-CONACULTA.

4 El rey criollo. Once relatos forman este libro con el que Parménides García Saldaña desafía las normas literarias de su época, al deconstruir la realidad de una generación marcada por la rebeldía y los excesos, una generación que rompió el paradigma moral de su tiempo y que, impulsada por el conducto más poderoso, la música, transformó la sociedad. Los relatos tienen una correlación y siguen una línea ascendente de vida en cuanto a la edad de los protagonistas (hombres en la mayoría de los casos); asimismo, va creciendo el interés por la intensidad y complejidad de cada cuento. En El rey criollo, además de encontrar las letras de los Rolling Stones y revivir la locura incentivada por Elvis Presley, encontramos un clásico de la literatura mexicana, representante de una corriente irreverente y disruptiva que busca la renovación a través de la contracultura: la Literatura de la Onda. Marcados por la brecha generacional y la rebeldía de los años 60, los relatos de este libro muestran una literatura fresca, irreverente, llena de humor, cuestionadora de su entorno social. Los temas no son deslumbrantes, sino son más bien comunes, pero para Parménides más que lograr una historia trascendente buscaba crear una atmósfera que envolviera al lector y lo transportara a vivir la historia, cosa bien lograda en cada uno de los cuentos, puesto que la sucesión de relatos permite plantear un tema central; la fijación de imágenes de cada situación, los espacios, los personajes, todo se encuentra enmarcado gracias a los fragmentos de canciones de The Rolling Stones, traducidas por el mismo Saldaña. Parménides retrata en cada cuento la clase media-alta de México de los años 60, jóvenes que sólo buscaban divertirse, llenos de excesos de rock, sexo, rebeldía y alcohol. Criticando así, con ironía amarga las conductas inconscientes y prejuicios de la generación de la época. Cada personaje con su acontecimiento, lleva a la punta del iceberg que es El rey criollo, mostrando a una figura rocanrolera como estandarte de la juventud y la libertad.

5 “El rock en México” por Julia Palacios. En http://elmodo.mx/el-modo-del-modo/el-rock-en-mexico-por-julia-palacios/.

6 José Agustín Ramírez Gómez nació el 19 de agosto de 1944, en Guadalajara, Jalisco. Es un escritor, periodista, dramaturgo, ensayista y guionista que firma sus obras como José Agustín, y ha sido ligado a la llamada Literatura de la Onda, generación informal a la que, según Margo Glantz, pertenecieron además Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña y René Avilés Fabila. Los onderos, que se pusieron en boga en México en los años 60, mezclaban las letras con el rock and roll y los psicotrópicos. Según Carlos Monsiváis, los onderos debían su influencia a los beatniks estadounidenses como Allen Ginsberg y William Burroughs, o post-beatniks, como Hunter S. Thompson. En su adolescencia José Agustín comenzó a publicar en diversos periódicos y revistas artículos en los que abordaba temas relacionados con el rock, siendo de los primeros en México, junto a su cuatacho Parménides García Saldaña. Es uno de los fundadores del diario Reforma, columnista de la revista de rock La Mosca, colaborador de “Confabulario”, suplemento cultural de El Universal y La Jornada. Algunas de sus obras más conocidas son La tumba (1964) su primera novela y con la que se inaugura eso de la Literatura de la Onda, La nueva música clásica (1968), De perfil, Tragicomedia mexicana 1, 2 y 3 (1990, 1992, 1998), sátira de la política mexicana publicada en forma de serie y escrita desde el punto de vista contracultural, desmitifica la historia del México reciente. Algunas obras son autobiográficas, como El rock de la cárcel, donde relata su estancia en el siniestro Palacio Negro de Lecumberri, sobrenombre con el que se conocía una célebre prisión, ahora convertida en sede del Archivo General de la Nación y que tuvo como inquilinos a una buena parte de la disidencia mexicana en los peores tiempos del régimen del PRI. En esa prisión escribió la novela Se está haciendo tarde. Contra la corriente (1991), La contracultura en México: la historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas (1996), El hotel de los corazones solitarios (1999), Los grandes discos de rock: 1951-1975 (2001), La ventana indiscreta: rock, cine y literatura (2004), La casa del sol naciente (de rock y otras rolas) (2006).

7 En http://polvora.com.mx/2014/12/23/la-nueva-musica-clasica-de-jose-agustin/.

8 Federico Arana nació el 27 de noviembre de 1942. Es un biólogo, escritor, caricaturista, músico, compositor y pintor mexicano; su primera novela, Las jiras, publicada en 1973, lo convirtió en ganador del Premio Xavier Villaurrutia, el premio literario más importante de México. Se desarrolló también en el ámbito académico, como docente del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM y escribiendo libros de biología que son utilizados como libros de texto. Como autor cuenta con más de treinta títulos publicados entre su obra literaria y académica. También ha escrito artículos académicos, cuentos y artículos de musicología y otros temas en periódicos y revistas como: Natura, Revista de la UNAM, Nexos, Unomásuno, Novedades, El Día, La Jornada, El Financiero. Su pasión por la música comenzó a edad temprana y lo llevó a formar parte de tres agrupaciones sucesivamente, los Sonámbulos, los Sinners y Naftalina, esta última considerada un ícono del rock mexicano, y además compuso una canción para la banda sonora de la película Simón del desierto (1965) de Luis Buñuel. Entre sus libros destacan La música dizque folklórica (1976), Huaraches de ante azul, historia del rock en México (1985), Roqueros y folcloroides (1988), Los cien más cachondos rocanroleros de las lenguas españolas (1992).

9 Parménides García Saldaña nació el 9 de febrero de 1944. Escribió crítica musical en el periódico Excélsior y en la mítica revista Piedra Rodante. Además, su carrera literaria consta de la novela Pasto verde (1968); el libro de cuentos El rey criollo (1970); la incisiva radiografía juvenil En la ruta de la onda (1972); el poemario roquero-experimental Mediodía (1975); y, finalmente, En algún lugar del rock (El callejón del blues), obra que se editaría de manera póstuma y definitiva en 1993. Estudió en escuelas norteamericanas y se enamoró profundamente de la contracultura estadounidense. Se hizo admirador de los escritores Salinger, Mailer, Hemingway y los beatniks Ginsberg, Burroughs y Kerouac. Era amante de la música, en especial de los ritmos negros, trabó amistad con Fito de la Parra, percusionista de Canned Heat, y con Alex Lora del Three Souls in my Mind. Su obra literaria guarda una estrecha relación con el cancionero de The Rolling Stones, Elvis, Steppenwolf, The Beatles, Dylan, además de ritmos como el jazz, folk y blues. Por ejemplo, El rey criollo va hilando cada cuento con una melodía de los Stones. Parme murió en la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1982, sumido en la locura.

10 La Literatura de la Onda es un movimiento literario surgido en México durante la segunda mitad de los años 60. El término fue acuñado por la crítica y escritora Margo Glantz, quien lo utilizó para referirse despectivamente a los estilos, lenguajes, temas y formas que usaban los jóvenes escritores de aquellos años. Este “movimiento” (aunque los escritores relacionados con él han negado infinidad de veces que ellos hayan formado o pertenecido a dicho movimiento o grupo literario, y que el mote sólo se debe a la ocurrencia de la crítica Margo Glantz), estuvo formado por jóvenes que pretendían una ruptura con la literatura tradicional a través de un lenguaje más abierto y franco. Manifestaban un profundo desacuerdo con el régimen autoritario del llamado PRI-gobierno, pero no lo podían expresar abiertamente, por lo que escogieron la literatura irreverente como un medio, en la que tocaron temas como la guerra de Vietnam, las drogas, el rock and roll, el sexo y otros, todos ellos considerados en ese entonces tabú. La Literatura de la Onda es fundamentalmente de temática urbana, y tiene como argumento las vicisitudes de jóvenes que se expresaban según “un nuevo tipo de lenguaje realista”, la música pop y el rock and roll, y su manejo desenfadado de la vida en estas condiciones, que incluía a menudo el uso de drogas. Este movimiento pretendía desarrollar un lenguaje que de hecho ya usaban los grupos más marginados de la ciudad de México, quienes también tenían acceso, aunque de manera marginal, al habla de las clases pudientes de México, y la criticaban acremente. Entre sus exponentes más destacados se encuentran Gustavo Sainz, René Avilés Fabila, Margarita Dalton, José Agustín y una rara avis de personalidad estrambótica: Parménides García Saldaña.

11 Valenzuela Cardona, Rafael (coord.) (2004). El rock tapatío. La historia por contar. Guadalajar: FEU-Universidad de Guadalajara.

12 “Alfredo Sánchez Gutiérrez debutó como cronista en 2013 al recopilar en el libro De memoria la etapa cultural de una ciudad que le tocó vivir muy de cerca, Guadalajara. “Pensé que valía la pena recuperar todo desde una óptica personal, no es propiamente un libro de historia ni nada de eso, es un libro de crónicas, de relatos, a través de la experiencia personal de lo que yo vi y viví”. Rita Guerrero ensayando en el centro cultural la Puerta, Jorge Esquinca durante sus asistencias al taller de Elías Nandino, los moneros Trino y Jis en Galimatías, son algunas escenas comunes del Guadalajara de la década de los setenta y ochenta que fueron rescatadas por la pluma del músico, locutor y columnista. En la publicación hay textos sobre personajes como Miguel Aldana, Marcos Huerta, Kraeppelin, Lola Lince, Jorge Wilmot, entre otros; sobre espacios culturales como Varia, Magritte, Galeriazul, Galería Municipal; y movimientos entre los que destacan los moneros de Galimatías, el taller de Elías Nandino y el rock de los 70. De las crónicas que más disfrutó escribir Alfredo Sánchez fue la de su etapa en El Personal, en la que da énfasis a Julio Haro. Otra fue la de Finísimas Personas, que habla sobre el grupo de los moneros que se juntaron para dar origen a Galimatías y de la que surgieron personajes como Trino, Jis, Falcón, Jabaz, y muchos que ahora son muy importantes; además de la que habla de un centro cultural reconocido que se llamó La Puerta en el que se presentaron artistas que no habían estado antes en Guadalajara dentro de un ambiente muy íntimo, muy cercano. Hay cosas sobre personajes importantes de materia artística, pintores como Marcos Huerta, José Fors, Cornelio García, hay textos sobre galerías como la Varia, Madrid, que fueron importantes en la década de los 80. “Hay una que me gusta mucho que es sobre el rock, con grupos como los Spiders y la Revolución de Emiliano Zapata”. Sánchez Gutiérrez es columnista de El Informador y antes lo fue también en otros medios impresos, pero fue hace como dos o tres años que decidió darle forma y empezó a ampliar algunas columnas que ya había publicado. Para sacar el proyecto adelante, contó con el apoyo del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, que durante un año le aportaron recursos para escribirlo, y de la empresa de diseño editorial Rayuela, que lo publicó”. Ilse Martínez: “Alfredo Sánchez atesora en libro dos décadas de cultura tapatía”. En El Informador, 26 de noviembre de 2013, disponible en https://www.informador.mx/Cultura/Alfredo-Sanchez-atesora-en-libro-dos-decadas-de-cultura-tapatia-20131126-0054.html.

13 Serrano Jáuregui, Iván (2018, 9 de julio). “Los sonidos de Guadalajara”. La Gaceta Universitaria. Número 977. Guadalajara. Disponible en http://www.gaceta.udg.mx/G_nota1.php?id=23503.

14 Serrano Jáuregui, Iván (2018, 6 de julio). “Guadalajara, entretejida con una historia musical”. Disponible en http://ciudadolinka.com/2018/07/06/guadalajara-entretejida-con-una-historia-musical/.


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