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Babel en perspectiva
El universo, que otros llaman biblioteca

Christopher Valladares Mondragón

Borges ve en Babel su mundo, el desapego, la liberación, la concepción de una vida propia, única en lo que nos permite la exploración de la lectura. Galerías hexagonales, infinitos constantes, recurrentes para la acción de Jorge Luis, una arquitectura sublime, vista por los ojos de un artista: “Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente”. Zaguanes, escaleras de espirales, cada escenario tiene un motivo, cada motivo un momento, cada momento es un espacio, cada espacio un elemento, cada elemento una forma, cada forma es una vida, ahí la consecuencia; tristeza, miedo, ansiedad, soledad, vacío, todo queda en un mismo lado, pero lo valioso de esto es cómo se crea, mediante este Universo, la oportunidad de jerarquizar, de valorar, de ver en otra parte lo que no podemos vivir en nosotros mismos, salir de lo que somos por cobardía, por ansiedad, por mera estupidez emocional, darle a la razón una perspectiva poética o literaria, escondernos en ese Universo que Babel posee.

Dormir de pie, vivir soñando, soñar despierto, pensar si la vida es un sueño (¿Calderón de la Barca?) ¿Qué significa pensar? ¿Vivimos pensando, pensamos viviendo? ¿A dónde va nuestra existencia en medio de un pensamiento, una duda, o en qué nos refugiamos? Este es el ambiente de Babel, su entraña. Estas mismas interrogantes se plantea Borges cuando se introduce a la vida de su Universo, donde solo él existe. Podemos ser románticos, melosos e incluso idealistas, afirmando que eso es la felicidad llevada por las letras, es ahí donde asimilamos todo lo que nos promete en sus obras, donde no solo combina poesía con filosofía, sino que recurre a un modo distinto de existencialismo, que nos permite ser felices con lo que deseemos, con lo que nos lleva al resultado de su exploración.

No son simplemente paredes, anaqueles, metros cuadrados, instalación física; es vida, es ilusión, es algo latente; podemos ser eternos, continuos, constantes; si bien somos el resultado de un azar, este azar mismo es una reacción de otra consecuencia. Partiendo de ello, el azar de nuestra condición se determina por nuestros hechos, que al final son los que nos hacen liberar, creer, pensar, ser lo más puros alejados de toda esa maraña. Advierte: “Todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto”. Con ello podemos atender más nuestra búsqueda en medio de nuestro universo preferido, siguiendo solamente lo que nos haga funcionales a efectos de trascendencia y no esa lacerante condición humana de idealismos consensados; la felicidad o elección de serlo es individual, nunca colectiva.

Cuando existe pureza en el alma ningún elemento se considera lastimoso, impositivo, negativo; todo resulta bello. Así pues, para Borges una descripción arquitectónica es el justo motivo para embellecer mediante su retórica, una poética expresión de algo para muchos tan vano; el Universo, su mundo, su espacio, su entorno, su vida, las letras, una conjunción de sentimientos, de emociones, de vidas, un sueño percibido en una forma de vida, las letras.

Todos buscamos, esperamos, queremos o necesitamos de un Universo como el de Babel. Hay quienes ven en los libros mucho más que solo letras, aliteraciones, endecasílabos y todas esas mediáticas operaciones que los Letrólogos introducen para corromper la condición de una lectura. Al mismo tiempo, otros tanto vemos en la música nuestra Babel; el sonido no es sonido, es armonía, y si no hay armonía no hay sonido tampoco, es solo ruido. Tener la capacidad de encontrar esta Babel, un Universo que nos permita soslayar toda esa razón nefasta que a menudo está más condicionada por circunstancias que por elección, es o debería ser un motivo suficiente para continuar o estar mejor.

Si hoy Borges estuviera vivo, mucho de lo que tenemos en el universo de las redes le provocaría tal vez un aneurisma, coma o algún tipo de infarto fatal. La pobreza en los recursos que nos rodean no solo son irreverentes, sino falsos, viven condicionados al estereotipo de una manifestación de masas, sin un ápice de trascendencia social que permita ver una aportación; todos son una repetición de la anterior y así sucesivamente; no hay profundidad, no hay ilustración, no hay poesía, no hay arte, no hay amor.


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