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Ezra

Ichlieve Fátima Molgora Iribe

Después de las cuatro me gusta salir con mis amigos. Fuimos por un helado. Caminábamos tranquilamente y de repente Gael exclamó:

—Miren esa vieja casa. De tan antigua, parece que va a derrumbarse.

Marlene mencionó, casi como sin pensar:

—¿Qué pasaría si entramos?

Rápidamente Gael añadió:

—Apuesto a que ninguno de ustedes se atrevería a hacerlo. Es más, reto a Cati a que entre a la terrorífica casa.

Al momento todos me animaron a hacerlo; solo Lina, mi mejor amiga, se opuso. Acepté. Todos me acompañaron a la puerta. Mi plan era entrar, permanecer unos cuantos segundos y salir. ¿Qué peligro habría en ello? Al llegar a la entrada descubrí que era más grande de lo que me había parecido al principio; también me percaté de que era una construcción de estilo barroco, de dos pisos, con puertas enormes, dos ventanas rectangulares con las cortinas rasgadas, techo en forma de triángulo y, en el centro, una pequeña ventana redonda. La casa, imponente, te infundía miedo; imaginar que había estado deshabitada durante mucho tiempo producía escalofríos, sobre todo al pensar lo que pudiera haber dentro.

Empujé suavemente la puerta, que se abrió casi de inmediato, como si me estuvieran esperando. Apenas había caminado unos cuantos pasos cuando la puerta se cerró con mucha fuerza. Quise regresar pero el miedo me paralizó. “Estoy atrapada”, pensé confusamente. Mis amigos gritaban pero no entendí sus palabras, porque unos fuertes golpes sacudieron la casa, y de las paredes parecía salir un agudo estrépito, como de uñas que rasgaran con desesperación.

Una mano gélida me tocó el hombro; corrí espantada y descubrí que alguien venía tras de mí. “Las escaleras son mi única opción”, me dije sin detenerme; seguí corriendo por un largo pasillo en el segundo piso de la casa, hasta que escuché un crujido bajo mis pies: la madera se venció con mi peso. Pensé que sería el final. En ese momento, una voz grave me dijo:

—Ya estas a salvo.

Abrí mis ojos sin dar crédito a lo que ocurría. Quien había hablado era un chico alto, de tez morena clara, con cabello negro y ojos oscuros. Añadió:

—Tus amigos deben estar preocupados, lamento que esta broma te pusiera fuera de control.

—¿Quién eres? —pregunté aún sin reponerme.

—Soy Ezra, el fantasma que cuida esta casa.

—¿Y qué fue lo que pasó?

—Cuando te caíste arrastré un colchón y lo puse justo debajo de ti… ahora tienes que irte —terminó abruptamente la conversación, me empujó fuera de la casa y cerró la puerta. Mis amigos me abrazaron y les dio gusto que estuviera bien. Regresé a mi casa para la cena. No dejaba de pensar en lo ocurrido. La curiosidad me convenció para volver al día siguiente. Quería ver a Ezra, me volvía loca su belleza, y aunque su actitud era extraña eso mismo me incitaba a volver.

—No pensé que vendrías —dijo en cuanto traspuse el umbral.

—Tengo muchas dudas —repliqué.

—¿Y crees que yo puedo responderlas?

—Escucha, sé que sonará descabellado, pero algo de este lugar me atrae, tú, ayer…

—Solo estas confundida.

—Dime, ¿por qué me salvaste? ¿Por qué me dejaste entrar? ¿Cómo es que estás atrapado aquí?

—Sucedió hace mucho tiempo… morí en esta casa y no acepté que mi vida había terminado, entonces me quedé aquí, como guardián. Cuando te vi solo quise jugarte una broma, no quería que te pasara algo malo, quería darte un susto ligero… no medí las consecuencias, lo siento.

—Debes sentirte solo…

—Ya me acostumbré.

—Ya no estarás solo, a partir de ahora me tienes a mí.

Me brindó una sonrisa irónica que combinaba perfectamente con su ropa negra y su rostro de galán de novela.

—En agradecimiento por haberte salvado te quedarás aquí, qué locura… la gente normal no regresa.

—Entonces no soy normal.

No parecía convencido pero me siguió el juego. A partir de ese día pasé cada tarde con Ezra durante un año. Cada instante me sorprendía un poco más, era increíble estar en su presencia. Me atrevería a decir que Ezra me conoció como nadie antes lo había hecho. Era la persona más importante porque se había ganado ese puesto. En el transcurso de ese año Ezra me acompañó a mis eventos, a reuniones, estuvo en mi casa, así como yo había estado en la suya. Puede que la gente no lo entienda, que piense que estoy loca pero es todo lo opuesto. Ezra está casi siempre conmigo, incluso a veces me esconde cosas, como mis libros, cuadernos o ropa. Ese fantasma bromista no cambiará y la verdad yo tampoco quiero que sea diferente. Hay lazos que van más allá de la muerte y este es uno de esos. Sinceramente Ezra me hace tan feliz que no puedo imaginarme una vida sin él.

Hoy es el baby shower de mi tía, mi familia asistirá, también invité a Ezra. Al llegar saludamos a los asistentes y nos fuimos a sentar. Ezra tomó mi mano porque notó mi nerviosismo al estar rodeada de tantas personas. Sonreí levemente sabiendo que tenía su apoyo. La música comenzó a sonar al fondo del jardín. En medio del salón había una gigantesca pista de baile, a donde de inmediato los invitados se dirigieron para moverse al ritmo de la música. No había pensado en bailar hasta que él me lo propuso. Ya lo había hecho antes en otros lugares, pero en esta ocasión era distinto y no sabía por qué.

Ezra me guio y bailamos durante toda la fiesta. Pasé mis brazos alrededor de su cuello. De vez en cuando me hacía girar o tomaba mis manos para cambiar el paso siguiendo el ritmo de las canciones. Disfruté cada segundo a su lado, hasta el punto que me olvidé en dónde estaba o quién era; lo único que importaba era el ardiente sentimiento de amor que quemaba en mi pecho. El escenario pareció desvanecerse y con cada paso me sentía más ligera; no recuerdo haber experimentado tanta felicidad antes, el mundo desapareció, solo Ezra y yo existíamos en este presente.

Con la última canción de la noche Ezra me miró a los ojos y se inclinó hacia mí; automáticamente cerré los ojos suavemente para vivir lo que sería uno de los momentos más bellos de mi vida. Me dejé llevar en la cálida sensación que percibí cuando rozó mis labios. Me perdí en la intensidad de ese hermoso instante, mi corazón se aceleró y me di cuenta que desde este momento Ezra tendría mi amor para siempre.

Al acabar yo quería continuar pero mi madre me jaló el brazo.

—Ya nos vamos.

—¿Por qué?

—No quiero que sigas siendo la bufona de la fiesta.

—Estoy con…

—Ahí no hay nadie Catia, estás sola.

A mis espaldas escuché un pequeño coro de risas burlescas; un grupo de personas me señalaba. Ellos no entienden, ellos no pueden verlo… Miré a Ezra, como disculpándome. Él se fue; yo lo seguí, no dejaría que se fuera, no de esa forma.

—¡Ezra! ¡Ezra!

—Cati, déjalo así, fue bonito mientras duro, la verdad siempre supe que algún día tendríamos que terminar con esta locura.

—No tiene por qué ser así.

—Tú estás viva, yo estoy muerto, no hay otra forma.

—Pero…

—Hiciste algo que nunca nadie había hecho por mí y te lo agradezco, pero no podemos seguir, es por tu bien.

—No te vayas…

—Te estoy haciendo un favor.

En mi desesperación, al ver que se marchaba, grité:

—¡Bésame!

Aunque se sorprendió vino hacia mí y me besó. Hubo una chispa ardiente que me hizo entender que si lo dejaba ir cometería el peor error de mi vida. Acto seguido desapareció. Un vacío desolador inundó mi corazón. Mi madre venía detrás exigiendo una explicación. Con las lágrimas a punto de brotar, solo conseguí decirle que se había equivocado. Tengo que buscar a Ezra, no sé dónde puede estar. Apenas escuché un “¡Cuidado!” cuando sentí un fuerte impacto que me aventó lejos. Y después, oscuridad y un profundo silencio.

Parpadeé varias veces: no importaba cuán fuerte los cerrara podía ver a través de ellos.

—Es extraño al principio, pero ya te acostumbrarás.

—¿Ezra? ¿Qué haces aquí?

—Lo siento tanto, mi bella Cati…

—¿Dónde estoy?

—Sufriste un accidente, en el que perdiste la vida.

En mi mente resonaba un NO.

—¿Qué paso?

—Un auto te arrolló.

Increíble… lo último que recordaba era mi carrera desesperada en busca de Ezra y ahora me enteraba que estaba muerta… me costaba aceptarlo. Él se acercó lentamente y me envolvió en sus brazos, brindándome el calor que necesitaba.

Regresé a mi casa, donde descubrí que mi familia parecía haber sido sacudida por un torbellino que les dejó una gran tristeza. Se me ocurrió darles una pequeña señal de que no me había ido por completo; cada uno pareció entenderlo y no mostraron miedo alguno. Con el tiempo me di cuenta que en realidad se me dio un gran regalo, pues ahora que estoy con Ezra soy tan feliz, cada día hay una nueva aventura: recorremos la ciudad sin tener que detenernos. Gracias a él he conocido la magia del amor; estoy segura que nadie más podría haberme dado tanta alegría, Ezra me llena con una ternura inagotable; ese tormentoso vacío que sentí antes de que se marchara desapareció desde que lo tuve a mi lado de nuevo.

Ahora la eternidad no me parece suficiente para disfrutarla con el mejor fantasma. El sentimiento que me unía a Ezra no ha desaparecido; al contrario, se ha hecho mucho más fuerte porque al mirarlo me doy cuenta que hay destinos que nos dirigen por caminos extraños y que fueron creados para nosotros con el fin de que seamos felices.


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