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Efraín Franco Frías: el oficio de juglar

Gabriel Cerda Vidal

En medio de un agradable ambiente, colocados frente a dos aromáticos cafés en un local del centro de Guadalajara, comenzamos la conversación con este extraordinariamente facundo y elocuente escritor, investigador, catedrático, conductor, locutor, dramaturgo, el doctor Efraín Franco Frías.

Luego de haber concertado cita telefónicamente, se le planteó la temática de la entrevista: los grupos literarios en Guadalajara y su relación de poder. La primera pregunta en ese sentido fue: en caso de que en la zona metropolitana de Guadalajara se presentara el fenómeno de los grupos literarios, ¿cómo se definiría un grupo literario? Responde:

“Es aquella entidad abstracta integrada por individuos concretos vinculados por intereses comunes literarios o extraliterarios y que, sobre todo por el vínculo de intereses, buscan objetivos o metas que los beneficien, como pueden ser publicaciones en revistas. En los últimos años, crear editoriales o captar espacios institucionales o abrir espacios que llaman independientes; entonces, más que ser un vínculo estilístico o de compatibilidad literaria es de compatibilidad ideológica; es verdad que se percibe mayor flexibilidad en los últimos 15 o 20 años que antaño, en donde existían divisiones irreconciliables entre algunos integrantes; ya mencionabas tú que estaban muy marcados tres ejes en la literatura, a los que yo añadiría un cuarto, que es el de Ernesto Flores; por tanto, yo creo que estos cuatro elementos: Adalberto Navarro Sánchez, Arturo Rivas Sainz, Ernesto Flores y Elías Nandino, tuvieron la capacidad de reunir a su alrededor a gente interesada en la literatura, de todas las edades, y que tenían medios de difusión, revistas o talleres; Elías Nandino se va mucho más por los talleres que daba que por las revistas o por las cátedras que impartía, a diferencia de Ernesto Flores, que es un revistero, importante generador de una larga cantidad de títulos casi todos vinculados con la Universidad de Guadalajara. Podríamos decir que Ernesto Flores es terriblemente institucional y Adalberto Navarro Sánchez, al igual que Ernesto Flores, tiene una posibilidad de enseñar en la Universidad de Guadalajara. Ernesto Flores enseñaba tanto en la preparatoria, en la Vocacional, como en la vieja Facultad de Filosofía y Letras, donde creó muchos vínculos, muchos discípulos lo conocimos. Yo fui su alumno, lo tratamos, discutimos pero también desde la preparatoria muchos lo seguían y él disponía de los espacios de las revistas para publicar a aquellos participantes destacados que él consideraba que tenían calidad y eso se parece un tanto a Adalberto Navarro Sánchez, solo que Adalberto nada más enseñaba en Filosofía y Letras y en la Escuela Normal pero no en preparatoria, y hacía de su casa particular un espacio de enseñanza para aquel que consideraba cercano o que ya pasaba la prueba del añejo. Primero era asistir al Conditore, un café de la glorieta Colón. Cuando uno ya llegaba al Conditore estaba muy cerca del Nirvana, porque eso implicaba una cercanía no solamente literaria o artística, sino que se estaba uno ya comprometiéndose a vestir su capa de escritor, y había por supuesto recelo; ir a su casa ya implicaba algo así como hacer juramento de votos, departir con él una copa de vino era exactamente como el bautismo; y buen vino, era un gran sibarita Adalberto, y un profundo conocedor y amante de la literatura, sobre todo mexicana, que tenía la capacidad de contagiarte y disponía de una biblioteca extraordinaria de cerca de 20 mil volúmenes; además, su actitud bondadosa, al menos cuando un servidor lo conoció y lo trató, ya era la actitud del abuelo bondadoso que se abría en toda su magnitud, en todo su conocimiento, pero también toda su bondad y no solamente nos abría las puertas de su casa; las páginas de toda su revista desde 1950 hasta el 88 y si no también becaba a los alumnos que veía con posibilidades para que estudiaran la maestría en literatura que él encabezaba; es decir, se volvió un mecenas, un protector de la literatura, pero de aquellas personas que veía con posibilidades, él decía con sensibilidad. Arturo Rivas Sainz no tuvo la posibilidad económica de Adalberto, fue más modesto en ese sentido pero igualmente bondadoso; él, a diferencia de Adalberto o de Ernesto Flores, hizo su taller ‘Suma’, un nombre que recibe también su revista, de manera más independiente, más en su casa, más con amigos”.

En este sentido, además de la reseña histórica de los cuatro grandes paradigmas fundacionales de los que se desprendieron los conglomerados literarios en sus formas más diversas y ahora atomizadas por la red de redes, el maestro Efraín Franco nos expone algo que está muy difundido entre los grupos literarios, por lo menos en la modalidad de la que él nos habla: la del grupo dirigido por un líder eminente, visible y caudillesco: el amor al maestro, para decirlo en términos de Michel Foucault.

Abordamos enseguida un interesante tópico, que muestra lo que, en términos de Tony Becher, correspondería a las “tribus y territorios académicos”. En cuanto a las personalidades eminentes, los guardianes y el ejercicio del poder, Efraín Franco expone:

“Tanto Adalberto como Ernesto Flores recibían apoyos institucionales o de amigos encumbrados en el poder. Estuvieron íntimamente vinculados con el poder, mientras Arturo Rivas Sainz fue un poco reacio a vincularse con el estado, con personajes que ostentaban el poder. Él me llegó a comentar que estudió derecho y terminó su tesis, pero no se quiso titular y la regaló porque descubrió que ese no era su camino, sino la literatura. A los tres los vinculó la enseñanza en la Normal Superior, y por supuesto en Filosofía y Letras, donde indudablemente eran los grandes pilares de la literatura en los años 70 y 80. Elías Nandino es punto y aparte; nadie pone en duda la capacidad y la calidad poética de Elías Nandino… bueno, sí, algunos, como Carlos Monsiváis o José Joaquín Blanco, quienes lo consideran más cancionero que poeta. Habrá que decir que Adalberto y su grupo, muy vinculados con el estado, nunca se conflictuaron abiertamente porque formaron parte del grupo de Agustín Yáñez, cofundadores de la Facultad de Filosofía y Letras. Antes de eso Arturo Rivas Sainz ya estaba vinculado a la enseñanza de la Literatura de las Artes, y será el primer director de la Escuela de Artes y Letras, fundada en 1947 (el segundo director fue José Guadalupe Zuno). Posteriormente se transformó en Artes Plásticas (en 1953), y en el 57 se separa de lo que sería Filosofía y Letras; y ahí estaban Adalberto Navarro Sánchez y Arturo Riva Sainz como pilares de esas escuelas”.

Prosigue el doctor Franco Frías: “Cuando surge la iniciativa de crear la Escuela de Filosofía y Letras como un foro de enseñanza de gestación de escritores, de profesores de literatura, estaba muy vinculado Filosofía y Letras a la enseñanza; muchísimos maestros normalistas allí iban a especializarse… era como un refugio natural. Jurídicamente estaba permitido, ya que en Filosofía y Letras las carreras de antaño, Filosofía, Historia, Estudios Anglosajones y Letras, eran consideradas licenciaturas tipo B, y las carreras como Derecho, Medicina, eran tipo A, y la Ley Orgánica de ese entonces permitía que un estudiante estudiara simultáneamente una licenciatura tipo A y una tipo B, como fue mi caso… yo estudié la licenciatura en Derecho y simultáneamente cursaba la licenciatura en Letras. Esta situación también era válida en la Normal, equivalente a la preparatoria, solo para Filosofía y Letras, para las otras carreras no; entonces teníamos un altísimo porcentaje de egresados o de estudiantes, en la vieja Escuela de Filosofía y Letras, de normalistas… lo menciono porque se dará un sesgo; Adalberto Navarro Sánchez y Arturo Riva Sainz fueron personajes con sesgo de profesores, aunque no fueron normalistas, estuvieron íntimamente vinculados con la Normal Superior; de hecho son pilares también de esa institución. Si tuviéramos que hacer un balance entre esos personajes: ¿qué los define más, su papel de docentes o de creadores? Es difícil decirlo, porque su condición como docentes es muy grande y su influencia en general. Yo confieso que me declaro seguidor de Adalberto Navarro Sánchez porque nos marcaba rutas, caminos, y llega un momento en que aunque oficialmente no sea uno del grupo de Adalberto, en la práctica lo es; porque él daba clases en todos los niveles de la licenciatura, por lo que terminaba uno la licenciatura en Adalberto Navarro Sánchez, y un poquito en Arturo Rivas Sainz y en Ernesto Flores; y por cuestiones de empatía nos íbamos con uno o con otro, y creo que una buena cantidad de los escritores o candidatos o aspirantes a escritores en Jalisco pasamos por esos tres y ya”. Asegura que se ejercía un sistema tutorial de educación y dogmatización implícito, vía la admiración del pupilo y la posición del maestro.

Lo anterior no significa que la influencia, en este caso venturosa, que ejercieron estos tres grandes pilares derive en un concierto de figuras proyectadas a la confección de un sujeto oprimido y conforme con su propia explotación; únicamente señalamos la fuerte influencia que es susceptible ejercer desde la autoridad del pupitre, como desde el púlpito, como desde el balcón presidencial. La educación en la actualidad obedece a un proceso de sometimiento cultural y económico orquestado desde las grandes cúpulas del poder financiero internacional.

Abordamos enseguida detalles sobre esa Guadalajara entrañable en la que se fraguaban los grupos literarios: “En los 70, cuando llega de México el médico Elías Nandino, se presenta no como profesor convencional, sino como impulsor de talleres, a semejanza de lo que hacía Juan José Arreola en México. Se trae esa idea, ese concepto, y empieza a dar los talleres de literatura. Muchos jóvenes necesitaban la practica creativa en Filosofía y Letras, donde se enfocaban más al estudio teórico, histórico, epistemológico de la literatura, de la lengua, y poco taller había (Rivas Sainz dirigía uno en su casa); de cualquier manera, Nandino con su taller solventó una necesidad de estudiantes de Filosofía y Letras; aunque algunos se sentían cercanos a Adalberto Navarro Sánchez también asistían con Elías Nandino porque buscaban un complemento, aunque se tenía mucho cuidado porque había conflicto entre ambos por una razón a veces sutil. Adalberto Navarro Sánchez se declaró un abierto admirador de José Gorostiza y su poema Muerte sin fin, incluso lo enseñaba en un curso, que era fabuloso; para Elías Nandino eso no era poesía, era filosofía; y ese detalle tan sutil causó una enemistad irreconciliable y llego a situaciones no ya literarias, sino personales, y se agredían mutuamente. Tuve la suerte de conocer a Elías Nandino, por supuesto a los cuatro que hemos mencionado; conviví con ellos y me enteraba de sus conflictos personales… Al margen de todo eso, considero que marcaron pautas y tuvieron seguidores. Habrá algunos (pongo el ejemplo de Jorge Esquinca) que abiertamente se declararán “nandinitos”. En el caso de Esquinca, no cursó Filosofía y Letras; no quiero decir que se haya formado exclusivamente con Elías Nandino, pero sí era su espacio formal de desarrollo literario, a diferencia de personas como Dante Medina y Raúl Bañuelos, por mencionar algunos, que disponían del doble espacio o del triple, porque también contaron con la amistad de Ernesto Flores, de Adalberto y de Elías Nandino o bien otros personajes como el maestro, escritor, poeta, dramaturgo y novelista Miguel González Gómez, egresado de Filosofía y Letras, que se vinculó y fue uno de los seguidores fieles, leales, de Arturo Rivas Sainz”.

Las identidades, lealtades, fobias y traiciones son comunes en los grupos sociales, y particularmente en el caso de los artistas en general, y en particular de los escritores, con cuya influencia se determina y define la primicia en la divulgación, o por una influencia contraria un buen poeta y su obra pueden quedar en la oscuridad. La influencia de liderazgo de quienes detentan la hegemonía de un determinado grupo en la producción literaria define el derrotero de la obra y su divulgación, pues como sugiere Bourdieu, la obra oficial y ascética es una quimera construida desde lo social. Prosigue el doctor Efraín Franco: “Había pues esas personas que tenían ese doble o triple espacio. Desde luego, tras la muerte física de Elías Nandino, de Adalberto Navarro y de Arturo Rivas Sainz continuaron los talleres. Llegó un momento en que tuvimos en Jalisco hasta 40 talleres, que se convertirán en espacios para conformar grupos literarios; estaban diseminados en todo el estado, algunos apoyados directamente por el Departamento de Bellas Artes, otros por la Secretaría de Educación y Cultura (posteriormente Secretaría de Cultura). Cuando uno revisa quiénes encabezaban esos talleres descubre que so egresados de Filosofía y Letras y algunos formaron parte o estuvieron cerca de Adalberto, Arturo o Elías. En el Exconvento del Carmen, quien durante muchísimo tiempo dirigirá el taller de literatura, en narrativa, es Artemio González García, quien abiertamente se declara seguidor y amigo de Arturo Riva Sainz. También durante mucho tiempo Patricia Medina encabezó el taller de literatura; Patricia mantuvo una cercanía con Arturo Riva Sainz, y en menor medida con Martha Cerda; Martha Cerda es más autodidacta, a diferencia de Dante Medina, Raúl Bañuelos y la misma Patricia Medina, que tienen una formación académica en la literatura. Habrá que mencionar que a partir de los 80 y los 90, cuando ya no están las grandes figuras y sus discípulos empiezan a encabezar los talleres, percibo mucha mayor flexibilidad para colaborar, intercambiar experiencias, organizar eventos conjuntos, publicar…”

Puede entenderse esta atomización de los grupos luego de la invisibilidad del líder como un debilitamiento del poder hegemónico, que prorrumpe en la concreción unicidad del grupo literario, y finalmente permite la apertura hacia nuevos integrantes, estilos y tendencias. Recordemos que el poder tiene características endomórficas y centrípetas y que, a decir de Roberto González Villareal, consisten en la propia conformación de la “microfísica del poder”. Una de las formas en que se autoreproduce el poder es con su vinculación a otras formas de poder institucionalizado, como el estado. A ello se refiere nuestro entrevistado, con relación a la facilidad de publicar en torno a las alianzas estratégicas:

“Cuando surge el Conaculta en 1989 y existe el rubro de apoyo para revistas, es un detonante indudablemente. Jalisco tuvo en 20 años más de 80 publicaciones literarias; por ahí lo registró de manera adecuada Raúl Bañuelos en una publicación que hicimos conjuntamente, El patrimonio cultural de Jalisco, aparecida en el 94. Registramos ochenta y tantas revistas de literatura, aunque la mayoría no pasan del tercer número. Unas cuantas empiezan a sobrevivir porque son apoyadas por el Conaculta. ¿Qué significa esto? Que los jóvenes empiezan a buscar alianzas estratégicas mucho más allá de grupo o de la filia o de la identidad que se tenga con algún grupo o taller; será la necesidad de sobrevivencia y de recibir apoyos sustantivos de México lo que permitirá que se vuelvan tenues las distancias o las diferencias entre los integrantes de los diferentes grupos, y atestiguamos cómo conviven, cómo participan gentes que 20 años atrás hubiera sido imposible que se integraran porque eran de grupos diferentes, y no por cuestión ideológica, sino por lealtad al maestro. Habrá que decir que en este momento no tenemos esos maestros casi beatificados como lo fueron Arturo Rivas Sainz, Adalberto y Ernesto Flores; los jóvenes maestros creo que tienen otra visión de la literatura; no existe esa visión tan romántica. Tenemos a un Jorge Esquinca, a un Raúl Bañuelos, a una Silvia Quesada, que tienen una visión profesionalizante de la escritura, lo cual también influye; habrá que decir que de los cuatro pilares, de los cuatro caballos apocalípticos de la literatura, ninguno tuvo una formación primigenia en la literatura. Adalberto era seminarista; Arturo, abogado frustrado, aunque también estuvo en el seminario; Ernesto, dentista, y Elías, médico; en su época estudiantil no existía Filosofía y Letras aquí, por lo que el seminario era una opción, la otra irse a la Ciudad de México, donde sí existía Filosofía y Letras. Los que vinieron después, como Dante y todos los que he mencionado, ya tuvieron la posibilidad de disponer de una formación académica, metódica, sistemática, acercamientos más rigurosos a los fenómenos literarios, y todo eso permite que haya alianzas estratégicas”.

Así, surge una nueva época, ceñida en gran parte por la complejidad, la diversidad, lo múltiple, lo simultáneo, lo no lineal, el pensamiento complejo del que habla Morín. La complejidad es un patrón constante en la vida cotidiana. Y no puede dimensionarse con el simplismo del antagonismo. Nada es enteramente blanco ni enteramente negro. La realidad es compleja, múltiple y mutante. Y en este sentido se le pregunta al entrevistado en qué medida están vinculados los grupos literarios contemporáneos y los círculos de poder, ya fungen como enlace entre autores y editoriales o con otros espacios de poder que los puedan difundir. Responde:

“Yo creo que están estrechamente vinculados. Ya no existe, como en mi primera juventud, una actitud radical antiestado en Filosofía y Letras. Recuerdo que no había ningún militante del PRI, por lo tanto éramos librepensadores o disidentes, y no requeríamos, nos negábamos a recibir cualquier apoyo del estado, éramos reacios al estado. Eso es historia, incluso para mi generación, porque las generaciones que empezamos a profesionalizar la enseñanza y el fenómeno literario vimos que es un derecho recibir apoyo y es una obligación del estado promover, difundir, conservar, enseñar sobre los bienes culturales tangibles e intangibles. Por lo tanto lo exigimos, y exigimos espacios y ya no había esa tirria a espacios como el Exconvento del Carmen o para recibir patrocinios, becas. Cuando alguien anteriormente recibía una beca del estado era marcado, literalmente era marcado. Aparte había muy pocas opciones. El sistema de becas fuertes tiene menos de 20 años en nuestro estado. Remito nuevamente al surgimiento de Conaculta en el 89, porque de una u otra manera subsanaba una necesidad de variables que sumieron a la industria editorial mexicana en una agonía. Conaculta empezó a estimular para que la gente publicara no solamente revistas sino libros, y habrá que decir que empezaron lentamente, contra viento y marea, a surgir editoriales, y aunque algunas se llaman independientes reciben apoyos de Conaculta, del Fonca, entonces se trata de una independencia verbal nada más, y esto les permite vincular a sus talleristas con la editorial; ahí tienes el ejemplo de una editorial a la que le doy mi reconocimiento por esta vinculación, por este entramado que ha creado: Literalia. Patricia Medina forma a los escritores o los estimula y los publica… ¡Claro! Tampoco es la Madre Teresa, ella vive de eso; y me parece muy loable que pueda vivir de sus publicaciones. Y así como lo hace Patricia Medina lo hacen otros más. ¿Quiénes van a crear las editoriales? Aquellos que tienen una cercanía con los libros, con la literatura, con la escritura creativa y de reflexión. Y nos encontramos con que los editores, llamémosles pues independientes, tienen o han tenido ese acercamiento o son escritores. No son empresarios que dicen este es el gran negocio y vamos a enriquecernos, porque no es el gran negocio, no es una industria editorial bogante ni hay los grandes estímulos fiscales, simplemente yo creo que se combina el gusto por el arte editorial más que la industria, para poder difundir y promover sus propios textos pero también de su gente y algunos han corrido con mucha suerte y han logrado convenios muy interesantes, porque los últimos 30, 25 años, aunque no hemos logrado ser un epicentro cosmopolita, sí hemos dado algunos pasos y se han establecido vínculos con Canadá, con Italia; hay coediciones. Empiezan a buscarse estos mecanismos que abaratan y que dan la posibilidad de que el producto sea conocido más allá del Valle de Atemajac. Esta es una visión de los jóvenes escritores o de los escritores del 80 para acá y con las posibilidades de internet y la globalización se empieza a moldear una nueva actitud. Aun así creo que se perciben todavía ciertos líderes literarios y alrededor de ellos gente que flota como satélite, pero ya no existe el celo, es decir, que te digan ‘te voy a desheredar si publicas en Literalia’, ya no existe esa limitante”.

La industria cultural en materia de publicaciones es muy competitiva, y pocas veces se encuentra el éxito sin medrar el ánimo de la libre creación. Se hace la observación al doctor Efraín Franco sobre la cuota de adscripción de esa negociación con la que se consigue la inclusión a un determinado grupo y la etiqueta de exclusividad, aunque no todos los grupos funcionan con tales exclusividades; en otra entrevista, con el maestro Raúl Aceves, menciona que existen sujetos que se integran fácilmente con un grupo, pero también en mayor o menor medida con otros más, que ya los miembros no tienen una militancia exclusiva, pues hay personajes satelitales que deambulan de grupo en grupo, con lo que a fin de cuentas debido a la aportación “contaminada” los grupos que la practican vienen a beneficiarse. Continúa Efraín:

“Sí, y hay algunos que, como un servidor, a la muerte de Adalberto, quien por cierto era mi padrino, tenemos un reconocimiento grande y quiero mucho a Ernesto Flores, quiero mucho a Fernando del Paso, quise mucho a Juan José Areola, pero no me declaré escudero de nadie; quizá porque soy muy malo en el mundo de la literatura y nadie exige mi militancia, pero al igual que yo gente que tiene obra, que creo que va a tener un impacto importante en el futuro, no se ha declarado militante de un grupo determinado. Lo que buscamos es colaborar, o si no estamos bien por lo menos no estar mal con nadie, porque creo que en buena medida la literatura, a diferencia de lo que se pensaba antaño, que era un acto individual, no es cierto; la literatura es un actividad eminentemente colectiva porque ahora tú que estás en el proceso de las teorías de la recepción y estas cosas y análisis del discurso, de qué serviría que escribiera uno el gran libro, el gran poema, la gran novela, si no hay editor, distribuidor, presentador, si no hay la mercadotecnia. Estamos aprendiendo relaciones públicas, a vincularnos, a exigir a las instituciones”.

Por tanto, compete al estado la responsabilidad de difundir y apoyar toda manifestación cultural, y en particular a la literatura. En cuanto a las instituciones y su vinculación y obligación con los creadores, el autor opinó lo siguiente:

“A mí en lo personal me dio mucho gusto escuchar hace unos días que el FONCA logró que le otorgaran un millón de pesos más para becarios, encabezados por la extracción literaria. ¿Para qué es ese recurso? En buena medida, para apoyar publicaciones de gente que está en el medio artístico en general, pero hay siempre una inclinación por la literatura, y yo estoy seguro que van a salir muchas publicaciones; entonces, te digo, me da gusto cuando se empieza a exigir a las instituciones, en lo personal se lo he puntualizado tanto al secretario de Cultura como a instancias federales; yo colaboro por ahí desde hace muchos años, en lo que se llama PACMYC, y siempre he señalado que me parece vergonzante el apoyo miserable que dan para las culturas populares… ¿Cómo es posible que le otorguen dos millones y medio para los 125 municipios y en una cena o en una comida de nuestros diplomáticos se gasten 10 millones? Debería dignificarse este programa, que me parece muy productivo y en el cual hay una concurrencia impresionante de concursantes. Si pudiéramos estimular, apoyar, impulsar a esos creadores sería fabuloso… además, yo creo que es una obligación del estado. Entonces qué tal si nos volvemos exigentes de nuestro derechos como lo hizo Martín Almádez, como lo harán quizás otros, Dante Medina en su momento cuando recibió el premio Jalisco, me parece que dignificó con una forma antiprotocolaria la literatura y le dijo ahí al gobernador que ese premio Jalisco era un premio de sirvientes. ¿Cómo era posible que el mayor galardón para las letras jaliscienses fuera de 30 mil pesos? Realmente es vergonzante, un gobierno que se atreve a regalar 12 millones para una telenovela, 70 millones para esto… cómo es posible… Bueno, ya subió el monto ahora es de 50 mil pesos, pero aun así es vergonzante. La idea de Dante, lo sustantivo es por qué no dignificar la literatura, las artes. Me comentaba Adalberto Navarro Sánchez en su momento, cuando recibió el premio Jalisco, que fue suficiente para dar el enganche de su casa, y es una bella casa”.

Lamentablemente eran otros tiempos y el premio que recibió Adalberto Navarro Sánchez en ese tiempo sí era significativo. Ya no lo es, por un evidente abandono del estado, porque no se actualizó el monto, no creció a la par de la inflación.

“No, porque en aquella época eran 50 mil pesos; estamos hablando de 1953, cuando se podía comprar una casa con 50 mil pesos, con el entonces gobernador González Gallo y posteriormente con Agustín Yáñez, que era gente sensible, sobre todo Yáñez, sí veían en las artes un motor de la cultura y sí trataban de reconocer al artista. En estas administraciones, aunque existe el decreto no ha habido esa sensibilidad”.


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