Logo

Acapulco, mi tierra

Andrés Guzmán Díaz


Todos los viajes sinceros se hacen con el propósito de retornar. Aun el de la muerte.

Mi padre murió el 24 de marzo de 2016, un día después de mi cumpleaños número veintiuno. Él nació en Tlapehuala, la región de Tierra Caliente en Guerrero, el 20 de julio de 1952. Sin embargo, desde muy joven se trasladó con su familia a Acapulco, puerto que nunca conocí más que por su importancia en la historia de la Nueva España y en la de México.

El viaje era para despedirme, para que mi madre y yo pudiéramos ver dónde yacía mi padre al final de su vida: el panteón de las Cruces, un cementerio antiquísimo y repleto de tumbas por aquí y por allá, tantas, que a uno se le antoja caminar por encima de ellas y proclamarse caminante vivo. Pero la muerte gana y uno agacha la cabeza. Dijimos adiós a él, quizá tantas veces como si nosotros fuéramos representantes de todas las personas que lo conocieron y no tuvieron la oportunidad de venir con nosotros.

Durante y después del adiós, Acapulco fue benigno: el clima caluroso menguó debido a algunas lluvias ligeras y un cielo nublado; los oriundos eran amables con nosotros; la comida era cada vez más exquisita, sobre todo los mariscos y los cocos o los alimentos derivados de estos.

Tuvimos la oportunidad de asistir dos veces a la Biblioteca Pública Municipal No. 22 “Alfonso G. Alarcón”, situada a un costado de la Catedral. Me sorprendió el número de actividades que organizaban. Pensé en las bibliotecas municipales de mi hogar y no hallé comparación. La primera tarde fue martes de boleros. En realidad, fue un homenaje al recién fallecido músico Isidro Arizmendi Dorantes. El sentir de los congregados fue tan profundo que por un momento llegué a creer que Isidro era mi amigo de toda la vida, que yo tenía 60 años y que pude verlo dar clases y tocar su guitarra. Toque otra, maestro guitarrero, pensaba. Y una lágrima rodaba abajo.

La segunda tarde fue miércoles de películas en el marco del Ciclo de Cine Argentino. Proyectaron El lado oscuro del corazón, filme de Eliseo Subiela inspirado en la poesía de Oliverio Girondo, Mario Benedetti y Juan Gelman. Quien no ha tenido oportunidad de verla, se pierde de una buena pieza cinematográfica.

El mismo miércoles fuimos a la famosa Quebrada. No tuvimos ánimo de pagar un lugar privilegiado, así que vimos el espectáculo desde la acera de una carretera cercana. Desde ahí, contemplamos cómo los clavadistas jóvenes rezaban a un pequeño santuario en la cúspide, se estiraban y aflojaban los músculos y pedían ovaciones para animarse a dar un salto sobremanera peligroso. El mar bravío podría en algún momento tornar los aplausos en sirenas de ambulancia.

El jueves fuimos al Fuerte de San Diego, construido en el siglo XVI para salvaguardar la mercancía que era traída desde Asia, en especial de Filipinas. Corsarios intentaron más de una vez hacerse de las riquezas resguardadas, pero el fuerte resistió. Dicen que José María Morelos y Pavón organizó un enorme festín en la cocina después de haber tomado el fuerte a inicios del siglo XIX, como parte del plan que le confió el cura Miguel Hidalgo y Costilla.

Quisimos asistir también al evento Escritores en Verano, pero no dimos con la ubicación. En su lugar, nos contentamos con admirar el paisaje, una bahía de más de diez kilómetros de punta a punta. Mi madre quiso varias veces tomar un colectivo que recorría toda la avenida Costera, solo para poder ser testigo del crecimiento del puerto y de la belleza natural. En algún punto, pasando el cerro del Oriente, uno puede ver desde lo alto el puerto Marqués y maravillarse con aguas tranquilas y vegetación abundante. Hacia el poniente, uno llega a Caleta y Caletilla, playas igual o incluso más pacíficas y con mucha afluencia. Desde Caletilla se puede tomar un bote para llegar a La Roqueta, donde antes había un zoológico, pero ahora es como un edén en medio del mar.

El tiempo se agotó y como todos los viajes sinceros se hacen con el propósito de retornar, Guadalajara es el lugar desde donde escribo y recuerdo… y revivo Acapulco, mi tierra.


Jumb5

Pinturas

Scarlett Regalado Fernández


Jumb1

Jorge Martínez

Javier Ramírez